La zona de las casetas estuvo abarrotada, desde primera hora de la mañana, por los romeros más tradicionales. Fotos: j. m. pardo
Xiringüelu

«Teníamos la necesidad de Xiringüelu»

Unas 44.000 personas acudieron a la romería, que estuvo marcada por la seguridad, con 400 efectivos, y dividida: las casetas y la 'Xirinzone'

ANA ranera

Domingo, 7 de agosto 2022

Lo del Xiringüelu fue realmente impresionante. Desde bien temprano por la mañana, empezaron a llegar riadas y riadas de romeros al prau Salcéu y daba igual que pasaran las horas porque no paraban de acercarse hasta allí más y más grupos de jóvenes. Se contaban por miles.

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El acceso a la romería estuvo marcado, además, por unas fortísimas medidas de seguridad, que incluían incluso perros especializados en la detección de estupefacientes. Pero, realmente, la protección no se quedaba solo en la entrada porque, en total, había «400 efectivos en la fiesta», según explicaba Miguel Romano, el director de seguridad y de emergencias de la cita. Y eso que Guardia Civil, Policía y Protección Civil no eran los únicos que ayer salvaguardaban a los romeros: a ellos se sumaban los treinta sanitarios del hospital de campaña, que contaban con «tres puestos médicos y seis de enfermería y veinte técnicos», como contaba Begoña de Poo, directora general de Transinsa. Aparte, tenían «todo tipo de vehículos para intervención rápida, una ambulancia 4x4, una UVI móvil y un puesto médico avanzado para pacientes críticos».

Todas las medidas de protección eran pocas para conseguir «salir al fin de estos años tan difíciles», como deseaba el portavoz de la cofradía El Xiringüelu, Higinio Iglesias. Con él coincidía el alcalde de Pravia, David Álvarez, quien calculaba que, a lo largo de la jornada, reunirían en torno a 40.000 personas (finalmente fueron 44.000). Viendo esa cifra que él estimaba, queda demostrado que la gente está dispuesta a pagar tres euros de entrada con tal de no perderse la folixa.

Por ese motivo, Álvarez consideraba esta decisión de vender tickets «todo un acierto», al igual que «separar la romería tradicional de la 'Xirinzone', porque está bien que se pueda disfrutar como siempre de la fiesta».

Y así fue a lo largo de la jornada. Especialmente, al mediodía, cuando, en la caseta de la peña El Ahorcáu, se reunieron cientos de romeros para presenciar el izado de banderas y cantarse, ya de paso, un Xiringüelu y varios 'Asturias, patria querida'. Una de las integrantes de este grupo de folixeros, Rosa Iglesias, recordaba que esta es «la peña más antigua de todas», al tiempo que celebraba estar de vuelta «y encontrarte con gente que no ves en todo el año».

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La emoción se extendía entre todos los que participaban en la romería tradicional, como Pamela González y Pablo Fernández, de Los Deshidrataos. «Teníamos muchas dudas de si este año iba a celebrarse con normalidad, así que estamos encantados de vernos por fin aquí», contaban. Les tocaba entonces dejarse el alma en cada minuto, al igual que a los de El Chispazu, como confesaba uno de sus miembros, Octavio Gálvez: «Vamos a dar lo que nos quede porque llevamos por ahí desde el miércoles».

Normal que no tuvieran ganas de entrar en casa, porque «dos años sin fiesta, vale... ¡pero más ya no podían ser!», se reía María José Iglesias, de El Xaréu. «Esta es nuestra fiesta y estamos todo el año pensando en ella. Ya teníamos la necesidad de Xiringüelu», lanzaba.

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Al otro lado de la valla, en la zona de botellón o 'Xirinzone' (como prefiera llamarla cada cual), la necesidad de vivir y sentir la cita se transformaba en ganas de juerga. Al ritmo del reguetón que pinchaba incansable el Dj, había varios miles de personas bailando, cantando, bebiendo y disfrutando del domingo con amigos.

Entre ellos estaba el palentino Diego Melero, quien hace una década vino, por primera vez, al Xiringüelu y le dejó un muy buen recuerdo. «Nos gustó mucho y por eso este año aprovechamos estas fechas para hacer una escapada a Asturias y volver a revivirla». Él, al llegar, se sorprendió, porque «se masificó mucho desde aquella vez», se lamentaba.

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Las cosas cambiaron demasiado, pero de eso no se daban cuenta los que se estrenaban en la fiesta, como era el caso de las gallegas Sara Herranz y Cris Ovies. «Estamos preparando el MIR y teníamos ganas de venir porque nos habían hablado mucho del Xiringüelu», señalaban. Según desvelaban, les estaba pareciendo «muy guay» desde que pisaron el prau.

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Imagen. El día después del Xiringüelu: 'tesoros' para la estufa y 44 toneladas de basura mARIETA

Y era verdad, el domingo era perfecto, si no fuera por el calor que, en las horas centrales del día, resultaba sofocante. Al menos, para los asturianos. Para hacerle frente, el prau estaba salpicado de sombreros de paja, gorras y abanicos, aunque la mejor manera de refrescarse era acercarse a alguna de las duchas. Por allí pasaron unos cuantos para empaparse y seguir de marcha, sin riesgo de acabar sufriendo un golpe de calor.

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El alcalde de Pravia animaba a los presentes a usarlas para evitar tragedias en el río. Pero no a todos les calaron las advertencias, así que, a lo largo del día, fueron unos cuantos los que optaron por darse un chapuzón en el Nalón. Y, mientras ellos charlaban y jugaban en las aguas (que bajaban muy tranquilas), unos cuantos socorristas velaban por su seguridad.

Está claro que no mentía el alcalde praviano cuando decía que «el Xiringüelu tiene el despliegue de seguridad más importante de todas las fiestas del norte de España». Y, además de eso, tiene un ambientazo que es insuperable.

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