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«La tasa turística exige un debate con el sector, el Gobierno y los concejos»
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«Hay que evangelizar: la sidra tiene que ser escanciada. En el momento en que no lo sea, estaremos perdiendo una parte de Asturias»Repite por tercera vez al frente de la patronal de hoteles y hostelería (Otea), tras haber estado en la Asociación de Hostelería de Asturias desde 2009. José Luis Álvarez Almeida (Oviedo, mayo de 1970) lo hace porque «es un gusanillo que implica mucho sacrificio ... del negocio propio y de la familia, pero que tiene muchos alicientes, como ayudar a la gente». De hecho, se entrevista con EL COMERCIO a la salida de una reunión en el Ayuntamiento de Gijón «para ayudar a un hostelero en una situación que creemos que hay que reconsiderar, cambiando un criterio técnico. Salgo muy satisfecho, porque lo que planteábamos tiene sentido y en el Ayuntamiento me escucharon. No todo en la vida es blanco o negro, la política es el arte de lo imposible», afirma.
–Vuelve usted con fuerza, pidiendo un certificado de profesionalidad para los escanciadores. Una propuesta de calado...
–Es una necesidad del sector. Quien decide si hay o no certificado es el Gobierno de España. Hoy hay certificaciones para cocineros, camareros. De todo, menos escanciador, que podría ser un camarero especialista. Creemos que un escanciador debería tener su propia categoría, hay que dignificar su figura. Y al turista le tenemos que decir que tomar una botella de sidra escanciada es la única manera correcta y auténtica de hacerlo.
–¿Malvendemos la sidra?
–El precio lo debe marcar la ley de la oferta y la demanda. Igual hay hosteleros que la ponen más barata y escanciada para atraer a más público. En el mundo del marketing no está todo diseñado y sabe Dios lo que vendrá dentro de equis años. Hace diez años era impensable que un vino crianza se vendiese más caro que un reserva. Eso sí, al turista y al asturiano le tenemos que seguir sensibilizando y evangelizando, nosotros y el Principado, sobre que la sidra tiene que ser escanciada, y en el momento en que no lo sea, estaremos perdiendo una parte de Asturias.
–Formación y remuneración son dos platillos de la misma balanza. El sector dice que faltan profesionales y los trabajadores, que se les paga poco.
–Las dos partes tienen razón. El que vende un piso lo ve barato y el que lo compra, lo ve caro. Pero ahora mismo el problema no lo tenemos en la remuneración, sino en la cualificación y la formación. Y hay cocineros a los que se les paga tres veces lo que marca el convenio, por la profesionalidad y el quehacer que tienen. Hoy el sector necesita gente con formación, sin ella no sirven.
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–El cliente se queja de que hay mucha falta de profesionalidad entre los camareros.
–Sí, sí, pero la titulitis a nosotros no nos dice nada.
–No, me refiero a que si observas trabajar a un camarero, en menos de media hora sabes si tiene o no cualidades para ello.
–Cierto. Hay que darle una vuelta a la formación. Yo tengo responsabilidades como vicepresidente de Hostelería de España y lo recalco siempre allí: los modelos de formación actuales para formar camareros no les enseñan relaciones personales, ni empatía con el cliente, ni venta emocional. No existen esos módulos.
–¿Por qué no existen?
–Porque la formación está diseñada desde hace 30 años, y hay que darle una vuelta. El mejor camarero no es el que mejor echa las cañas, sino quien mejor entiende y empatiza con el cliente en cada momento. En hostelería nos queda un gran camino por desarrollar. Es un sector en el que puedes tener un proyecto de vida y ganar dinero, pero ahora ya se te pide una formación mínima. Antes se venía de los pueblos de Tineo a trabajar a Oviedo o Gijón, y trabajaban como burros. Hoy vienen igual, pero necesitan tener algo de formación.
–Antes el niño de Tineo que bajaba a Gijón mamaba la hostelería desde dentro...
–Sí, pero ese niño tenía unos valores educacionales que se le daba en casa, y que ahora nos cuestan. No hemos cultivado la cultura del esfuerzo. No se enseñó, y ahora alguno la tiene que aprender de manera acelerada. Y eso que en aquellos años se trató muy mal a la gente, desde el punto de vista empresarial y desde el del cliente. Ahora, en este sector el que quiere trabajar gana dinero, el que es profesional gana dinero.
–Hay quien dice que es el futuro de Asturias.
–Bueno, Asturias tiene que ser industrial, no podemos matar a la gallina de los huevos de oro. Tenemos empresas industriales de primer orden nacional e internacional que no podemos perder. Pero sin relegar al turismo, que supone hoy el 12% del PIB y el 11% del empleo. En España hemos pasado desde 2000 de 800.000 trabajadores a casi dos millones. ¿Qué sector tiene esta transformación? Si fuésemos tan desastrosos, no creceríamos.
–El sector crece cuando van las cosas bien. Y cuando van mal, hay gente que se refugia en él.
–Cierto. Pero también ahora mismo se están cerrando negocios. Después de la pandemia y de los ICO y el globo que nos montaron con las ayudas, ahora se están cerrando negocios, aunque se crece en empleo. Cierra el barín de Ibias, el de Langreo, el de no sé dónde, y crecen en Oviedo y en Gijón los grandes grupos hosteleros. Es cierto que el sector fue refugio para profesionales de otros sectores, porque montar un negocio antes era más o menos fácil.
–¿Ahora no?
–Hoy un negocio de hostelería te exige una inversión, profesionalidad, conocimiento laboral, jurídico, saber cocinar, vender, hacer ratios, saber de fiscal, de hacienda, pagar impuestos, controlar los bancos y las comisiones de tarjeta... Nos enfrentamos a Urbanismo, a Costas, a Medio Ambiente, a Sanidad. Todamos todos los palos. Y siempre hay clientes que nos dicen cómo tendríamos que llevar nuestro negocio. Esos 8.900 autónomos que tiene el sector en Asturias son 8.900 empresarios como la copa de un pino.
–Acusa usted a cierto consejero de hacer electoralismo con la tasa turística. Explíquese.
–No quiero crear conflictos, pero parece que los debates salen en verano. También tengo que decir que nadie me ha llamado desde el Gobierno a ninguna reunión para hablar de un proyecto, de un boceto o un análisis sobre la tasa turística. Me suena más a pedir la paz en el mundo, que hay que hacerlo, pero también hay que seguir luchando. Sobre la tasa, me pregunto para qué la queremos. ¿Para recaudar más?
–Para cubrir las necesidades adicionales de servicio público que genera el turista.
–La ley dice que los ayuntamientos podrán cobrar por los servicios y que lo deben pagar los vecinos del municipio. Y si cobran por sus servicios, no pueden poner otro impuesto para cobrar otra vez por el mismo servicio. Si usted tiene un problema de suministro de agua, suba el agua. Si es de recogida de basuras, suba la recogida de basuras. Estoy de acuerdo con los ayuntamientos en que sufren una falta de recursos para lo que se les viene encima, pero el modelo que están empleando no es el que la ley nos marca. Es cierto que hay que buscar una financiación justa para los ayuntamientos, y el Gobierno nacional, cuando tiene que buscarse la vida para hacer un equilibrio territorial con los impuestos nacionales, lo hace, como hemos visto con Cataluña. Con los ayuntamientos es lo mismo.
–Es decir, a más actividad económica, más recaudación.
–Sí. Un ejemplo: si en invierno, en Gozón, tengo cinco mesas, pago por cinco mesas. En verano, cuando uso 25 mesas, pago por 25 mesas. O sea, el sector turístico ya contribuye a que ese turista, cuando viene, pague más. Y otra cosa, en los últimos diez años, en Asturias han cerrado 47 hoteles y se han destruido 1.700 plazas y, sin embargo, la sensación es que hemos crecido. Y es real, pero ¿dónde está metida esa gente?
–Me lleva usted hacia las viviendas turísticas.
–¡Claro! Y oiga, si una familia que vive en un segundo piso en Llanes paga equis euros por basura, agua y otros servicios, que una vivienda turística que está en el tercero pague lo mismo no es justo. O el paisano que cobra tres euros por aparcar en su prau junto a la playa, que no sé lo que paga luego a la Administración, como nosotros sí pagamos con las terrazas. Creo que sobre la tasa turística tiene que haber un debate con reflexión, en un foro en el que esté la Federación de Concejos, el Gobierno del Principado y el sector turístico. Y en ese debate debemos ver cómo podemos ayudar a los ayuntamientos y decidir qué será la tasa. Pero recaudar por recaudar para que alguien se ponga la medalla de que 'nosotros les metimos una tasa a los empresarios', no.
–Es decir, que no tiene una negativa absoluta a la tasa.
–Donde se creó, se hizo para desincentivar y evitar aglomeraciones, como en Baleares, pero no consiguió su objetivo. Si su finalidad fuese, por ejemplo, hacer un teleférico o limpiar el Sella, o hacer un aparcamiento, o hacer promoción turística de Asturias en Brasil, pues habría que estudiarla, pero la tasa no ha sido lo que más ha generado cambios. Hoy por hoy está diseñada con afán recaudatorio, es un impuesto a las vacaciones. Por cierto, ¿se imagina a los asturianos yendo a Cangas de Onís en noviembre y pagando una tasa turística? Hay que diseñar el turismo que queremos dentro de diez años.
–¿Cómo va a ser?
–Si lo supiese...
–¿Más desestacionalizado?
–Sí, vamos por ese camino. Este año, de enero a junio hemos crecido como nunca. Es la primera tanda de seis meses en los que se crece en desestacionalización de seguido, y el camino es ese.
–¿Y la clave para lograrlo?
–Lo primero, tener unas buenas conexiones aéreas, que las tenemos, y buen transporte con el Ave, que empezamos a tenerlos. Nos falta crear ese producto turístico, porque Asturias tiene muchos recursos. Un ejemplo, ¿necesitamos otro festival en julio, que ya llenamos? No, lo podemos traer a mayo o febrero.
–Usted quiere convertir un efecto del lleno, el festival, en una causa de que vengan más visitantes. El promotor del festival querrá asegurar el lleno.
–A ver, lo que queremos es que Víctor Manuel, en lugar de venir en agosto, venga en octubre. Eso es desestacionalizar, y no es una utopía.
–Por cierto, el turismo rural bajó este año. ¿Qué ha ocurrido?
–Veníamos de una pandemia en la que el turismo rural había tenido un gran crecimiento. Y hay que recordar que las viviendas de uso turístico amenazan también al turismo rural. Dicho esto, subrayo que Asturias tiene que ser rural y auténtica. En el momento en que perdamos ese sentimiento de rural, como la sidra, la gastronomía, los Picos de Europa, iremos mal, porque la gente viene a Asturias porque quiere ver vacas y escuchar gallos a las seis de la mañana.
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–Hay que mantener el chigre-tienda...
–¡Pues sí! Hay que mantenerlo, hay que hacer políticas atractivas para que quien quiera montar un negocio en el mundo rural tenga mejor fiscalidad que en la ciudad, que se le permita tener terrazas chulas, de tardeo, con música. Hay que reinventar el turismo rural. Otro ejemplo: en las ayudas a la eficiencia energética, antes eran sólo para los hoteles, y ahora las casas de turismo rural inscritas en el regidstro de turismo pueden poner placas solares con la ayuda de la Vicepresidencia del Principado y de la viceconsejería. Gimena Llamedo y Lara Martínez están trabajando codo a codo con el sector para que las ayudas lleguen a los más pequeños.
–La pandemia impulsó una nueva forma de hostelería...
–Trajo una sensibilidad al disfrute. Fuimos rehenes de una situación casi absurda, y todos vimos que la familia es muy importante, que los amigos también y lo mismo el ocio. Y no el de las juergas ni el desmadre, sino el de compartir. Quien no comparte no vive del todo. La pandemia mostró, como se vio con las terrazas, el sinsentido que a veces tiene la burocracia. Al final terrazas y vecinos convivieron perfectamente.
–Dice usted que el turista viene a Asturias a ver vacas. Imagino que también pumaradas, aunque haya tan pocas.
–Hemos creado la mesa de la sidra porque el sector sidrero no funciona por sí solo. No es nuestro cometido dirigirlo, pero entendemos que el día que perdamos de vender botellas de sidra tendremos que vender cervezas, que es un mercado en el que competiremos con el resto del mundo, mientras que en el de la sidra competimos nosotros solos. Entre todos, productores, llagareros y sidreros, tendremos que coger ese sector y llevarlo a donde tiene que estar. Y cuando el Gobierno nos pregunte si hay un documento de propuesta, tenerlo preparado.
–Con todo, con el Principado ha mejorado relaciones.
–Sí. Hace 10 años dependíamos de Industria, y allí si estornudaba Arcelor se paraba la consejería. Conseguimos que dependieses de la Vicepresidencia y hoy el turismo está creciendo porque vienen más turistas porque funciona Asturias y porque hay una política turística desde el Gobierno de Asturias con una coherencia. Ysi hablamos con un director general de otra consejería, hoy nos acompaña la vicepresidenta o la viceconsejera. Esto lo ha conseguido Otea.
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