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Pino de Monterey, falso abeto y árboles de Júpiter (Lagerstroemias) salpicando el jardín inglés del parque de Ferrera.

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Pino de Monterey, falso abeto y árboles de Júpiter (Lagerstroemias) salpicando el jardín inglés del parque de Ferrera. Rafael Suárez-Muñiz

El primer pulmón verde de Asturias: el parque de Ferrera

Diversos grupos escultóricos y cinco fuentes funcionales y ornamentales de piedra de la segunda mitad del siglo XIX enriquecían el ornato de su jardín francés

Rafael Suárez-Muñiz

Domingo, 2 de enero 2022, 12:11

Junto a uno de los arrabales medievales que permitían la entrada y salida de la villa de Avilés, nos referimos a la actual calle Galiana que era la salida hacia Grado, los marqueses de Ferrera construyeron uno de los principales hitos de la arquitectura civil barroca. Este palacio fue construido a mediados del siglo XVII por el arquitecto Bartolomé Velasco, concretamente entre 1648 y 1652, siguiendo el encargo de Pedro Menéndez de Avilés y León Quirós. Se vio claramente beneficiado por su posición extramuros en suelo rústico de entonces, frente a la muralla medieval y se hizo 22 años antes que el Ayuntamiento. Extendió sus estribaciones a meridión hasta contactar con el antiguo monasterio de los Franciscanos (actual iglesia de San Nicolás de Bari).

Señala Valdeón (1999), y coincide con Javier Sitges —último propietario del palacio—, que la última reforma se hizo hacia 1860; fue una reforma integral tanto de la fisionomía externa del conjunto arquitectónico como del interior, así como de los jardines más próximos al palacio. Por ejemplo, de esa época son los papeles pintados de los salones, del mismo estilo que los del dormitorio de Francisco de Assis de Borbón del palacio real de Riofrío (Segovia). Formalmente destaca por su planta irregular para el alojamiento de estancias servidoras y principales orientadas a mediodía —también hacia la plaza Mayor—, hacia el imponente jardín que hoy se conserva como parque, y por su característica torre esquinada de cuatro plantas rematada por un balaustre de rejería en su mirador.

Vista superior del jardín francés tras la recuperación del diseño por Javier Sitges.

El primer ocupante del palacio, y el primer marqués de Ferrera, fue Juan Alonso Navia y Arango-León Menéndez de Avilés. Los últimos ocupantes fueron los hermanos Genaro Llano-Ponte Santa Cruz (casado con María Luisa Navia-Osorio) como marqués de Ferrera, Isabel como marquesa de Santa Cruz y Remedios como marquesa de San Muñoz.

Vista del jardín francés desde una de las plazoletas con los bancos de piedra originales sin el respaldo de hierro.

En el apartado constructivo y ornamental, la enorme posesión contaba con edificios anexos al este del palacio para cocheras y cuadras (1775), en cuyos pisos superiores estaban las casas de los chóferes, de los guardeses y del jardinero. También disponía de capilla privada. Al sur del jardín romántico está el llamado pabellón de caza o cenador, fechado en 1890. Diversos grupos escultóricos y cinco fuentes funcionales y ornamentales de piedra (segunda mitad del siglo XIX) enriquecían el ornato del jardín francés. Adosados a la entrada de la calle Rivero hay dos miradores con forma de garitas de vigía que datan de mediados del siglo XIX. Otra microarquitectura es el pozo decimonónico llamado «la noria» para el abastecimiento de los juegos hidráulicos de la finca, que en 1905 fue cubierto con esa construcción y utilizado como establo vacuno, granero y la torre de estilo medieval como palomar. La noria funcionó hasta 1970 y actualmente es un centro de interpretación. En 1928 se hizo una pista de tenis, al este del edificio de «la noria», que desapareció en 1975.

El llamativo árbol del amor (Cercis siliquastrum) en plena floración de color fucsia en la parte del jardín inglés.

Si Avilés tiene el casco histórico mejor tratado y mejor conservado de Asturias, con una legibilidad pasmosa de sus facciones urbanas, hemos de decir que Avilés cuenta, sin duda, con el parque urbano más genuino, por su carácter histórico y veraz: era un verdadero jardín, antes de ser parque, con especies vegetales —pocas hoy— originales, amén de ser uno de los mayores de Asturias. Se alternan los estilos de jardinería versallesca, el laberinto de boj desaparecido, el paisajismo inglés con bosquetes de frondosas, espacios clareados, superficies pratenses, plantaciones dispersas hechas por golpes, etc.

En el siglo XVII, la máxima extensión del jardín del palacio de Ferrera pudo acercarse a los 110.000 m2. Este espacio verde cubría la manzana irregular que conformaron los arrabales medievales de Galiana (E) y Rivero (O). Por el sur está delimitado por la avenida de Cervantes y la calle Marqués. Entonces era un jardín pratense y se conocía como «la huerta de los marqueses de Ferrera». La huerta estaba donde se construyeron los palacetes que motean la calle Galiana y fue retrocediendo progresivamente hasta el año 1941, mientras aquellos se iban construyendo. Se hizo después otra más pequeña detrás del palacio y por eso se conservaban, aún en 1981, algunos árboles frutales (perales, manzanos, naranjos, ciruelos). Adosados al muro oeste del parque estuvieron los invernaderos.

Enorme y trabajada magnolia cercana al siglo de antigüedad.

El naturalismo invadió el concepto estilístico de esta materialización arbórea, porque es eso, un pulmón verde en el centro de Avilés de predominio arbóreo, que en siglos posteriores los jardineros de la casa de Ferrera irían reacondicionando, por ejemplo con el orden de la plantación y el diseño de los extensos e irregulares parterres para darle ese aire de jardinería paisajista inglesa. La primera gran transformación, indica Aurelio Gabaldón (1981) en su tesis doctoral, «tuvo lugar entre los años 1.904 y 1.905, aunque se tardará en ejecutar todas las labores unos cuatro años más (1.909)». Genaro Llano-Ponte y Prada fue el impulsor del cambio de jardinería al entrar en contacto con los hermanos Selgas y establecer amistad con el jardinero del palacio de ellos en Cudillero, un paisajista francés llamado Pierre Grandpont.

Asimismo, cuenta con otra singularidad más, que fue la confección de un jardín francés de unos 2.800 m2, que discurre a poniente de la iglesia y de la actual Casa de Cultura. Se concibió como una apófisis trasera de la alfombra verde del palacio. Este jardín se caracteriza por las 16 impresionantes columnas toscanas que singularizan la pérgola que cubre el pasillo central con bancos de piedra a los lados. Al este se distribuyen varias formaciones de boj sometido a topiaria con formas geométricas y bolas en su interior o bolas aisladas. A ambos lados se organizan ocho parterres simétricos con fuentes en sus rotondas a los que se accede por un puentecillo de madera que cruza un estanque. En estos sectores de césped se dispusieron unos medallones ovalados con rosales y evónimos japoneses.

Plátano centenario de enormes dimensiones junto al edificio de «La Noria» que tiene un pequeño estanque.

Cerca de la trasera del palacio se levanta un portentoso arbolado más que centenario como la palmera canaria, un cedro del Himalaya, abetos, tejos, álamos temblones a modo de pantalla tras la iglesia, tilos y aligustres de Japón. La variedad botánica es de gran interés a pesar de las desapariciones que ha padecido este parque debido al abandono al que lo tuvo sometido el Ayuntamiento en los dos primeros decenios bajo su control.

Hay una plantación de negrillos (Ulmus minor) y olmos (Ulmus carpinifolia) que fue implantada por Álvaro Navia-Osorio en 1850-1870 y hay otra doble hilera de esta especie junto a la entrada de la calle Rivero que data de 1942. Tuvo una rosaleda con 40 variedades de rosales, incluidos trepadores, a lo largo de una arcada metálica de 50 metros. El fenómeno huracanado de 1941 abatió 98 árboles antiguos, entre ellos olmos comunes y dos cedros del Líbano, al cual sobrevivió, aunque lo hizo hasta 1960, un importante castaño de Indias. Junto a la tapia de la avenida de Cervantes existe un eucalipto que figuraba en un cuadro del palacio de 1900, es decir, existe a día de hoy en el centro de Avilés un eucalipto con un siglo y medio de antigüedad.

Siguiendo con el eclecticismo importado por los Selgas, los marqueses de Ferrera decidieron hacer un enorme jardín paisajista inglés como se ha dicho. El lago que existe actualmente es de 1905 y se hizo sobre una antigua depresión pantanosa rodeada de juncos y alisos, y tenía incluso embarcadero. En todo su conjunto, el jardín de los marqueses de Ferrera y Santa Cruz era el mayor jardín palacial de Avilés, pero también lo era en aquella época ya no solo de Avilés sino de Asturias. En los siglos XVIII y XIX no había ni en Gijón ni en Oviedo un jardín nobiliario privado en el seno de sus cascos urbanos de semejantes dimensiones y con tal variedad botánica.

Palacio de Ferrera ya convertido en hotel de la cadena NH.

En 1972 pasó a ser de titularidad pública y el 1 de febrero de 1974 se aprobó en el Pleno Municipal la incorporación del nombre oficial de parque de Ferrera a la nómina de espacios públicos del Ayuntamiento de Avilés. La superficie definitiva del parque de Ferrera tras adquirirlo el Ayuntamiento es de 84.614 m2 y tenía horario de cierre a las diez de la noche. Nuevamente debemos agradecerle al decorador Javier Sitges el grado de esplendor al que elevó el estado interior del palacio y del jardín, desde que se hizo con su propiedad en 1987 hasta finales de la década de 1990. «El jardín francés lo rehice tal como estaba y la pérgola se hizo entera. Estaba todo como un prado prácticamente» señala Javier, porque estaba abandonado y vacío de floresta. Él rehízo las traviesas de la pérgola porque faltaban casi todas las maderas, los capiteles de las columnas estaban seriamente dañados, los grandes parterres simétricos no tenían delimitación de boj ni floresta y le incorporó una red caminera de grijo al igual que en Villa María.

Pino de Monterey, falso abeto y árboles de Júpiter (Lagerstroemias) salpicando el jardín inglés del parque de Ferrera.

Actualmente se han acometido numerosos trasplantes por lo que el arbolado histórico es algo escaso, de cualquier modo podemos encontrar ejemplares históricos como un haya purpúrea, una extraña datura arbórea, un pequeño pero llamativo árbol del amor, arces, abedules, camelias, cedros del Atlas, avellanos, pinos de Monterey, cedros de Líbano, tejos, cipreses americanos, fresnos, hortensias, dalias, agapantos, acebos, árbol de Júpiter, liriodendros tulipífera, magnolias, plátanos de sombra, robles autóctonos y pinos canarios.

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