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L. RAMOS
LA RAYA (ALLER).
Domingo, 3 de enero 2021, 01:33
«Tengo su imagen grabada. Uno estaba limpiando la chimenea de la fresadora y el otro bajaba por la escalera cuando, de pronto, todo se vino abajo. Fue muy rápido. El alud se los llevó en un segundo y no dio tiempo a nada». Es ... el duro testimonio de David González, el conductor de la furgoneta que el pasado viernes presenció cómo un muro de nieve de varios metros de altura se llevaba por delante a dos operarios del servicio de limpieza de carreteras del Principado a la altura de Riofrío, en la vertiente asturiana del puerto de San Isidro. Fue justo antes de ser arrollado él mismo y quedar atrapado entre la barandilla del mirador de Zuvillaga y su vehículo. Aún «en shock e intentando asimilar» lo sucedido, este asiduo al puerto asturleonés no logra quitarse de la cabeza a los dos hombres. «Fue terrible», reconoce.
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«Machacado y lleno de hematomas», David atiende a EL COMERCIO ya desde su casa, en el concejo de Ribera de Arriba, adonde regresó ayer por la mañana en taxi desde el Hospital Universitario de León. Hasta allí fue trasladado en la tarde del viernes, después de que los hermanos Fernando y Daniel Cordero, del hotel La Braña de La Raya, le rescatasen. «Me salvaron la vida, porque yo ya estaba entregado prácticamente, estaba muerto de frío y se estaba yendo la luz», asevera. Y en su mente, como una película, se vuelve a repetir la fatal secuencia: «Los operarios me acababan de pedir ayuda e iba a coger la pala cuando bajó la nieve, que me pilló por la espalda, me lanzó contra el pretil y luego a la furgoneta contra mí, dejándome atrapado», relata.
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Durante lo que le pareció «una eternidad», intentó pedir auxilio a los ocupantes de los vehículos atrapados bajo las viseras, a los que veía, pero «con el ruido de la ventisca no me oían». Tampoco podía utilizar su teléfono para pedir ayuda, ya que «lo tenía en la mano cuando bajó el alud y voló por los aires». «Por suerte, el conductor de uno de los coches, extrañado de que no apareciésemos ni la fresa ni yo, avisó al hotel y me encontraron», relata.
Durante su agónica espera, David podía oír cómo las insistentes llamadas de su familia sonaban en el interior de la furgoneta, que había quedado arrancada, a través del manos libres. «No había forma de contestar», lamenta, imaginando la angustia de su mujer y su hijo hasta que pudo hablar con ellos y tranquilizarles.
Si bien en un primer momento sospechaba que se había roto una pierna -«me quedó debajo de la rueda y Daniel tuvo que excavar por debajo del pretil para liberarla»- y varias costillas, las pruebas que le realizaron en el hospital leonés descartaron las fracturas. «No tenía sensibilidad cuando me rescataron, tenía hipotermia y, de hecho, aún tengo la mano izquierda muy afectada, pero finalmente son hematomas musculares y, quizás, los ligamentos de una rodilla fastidiados», explica. Lo hace siendo consciente de que, dentro de lo que cabe, tuvo suerte. «Si llega a pasar diez segundos después me pilla de lleno, porque estaba a unos cincuenta metros, pero iba a ayudarles», apunta.
Como otros usuarios habituales de la vía y vecinos de la zona, David González lamentaba ayer que «hace años que se estaba advirtiendo de que algo así podía suceder».
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