Una figura relevante de Gijón, de Asturias, un trabajador incansable, entusiasta y entregado al periodismo. Una persona honesta y buena, un buen padre, un buen marido, un buen hijo y un buen director. El nuestro. El Tanatorio de Cabueñes acogió el lunes la ceremonia de ... despedida a Marcelino Gutiérrez González, director de EL COMERCIO durante los últimos siete años y periodista de esta casa desde 1998. «Un medio de comunicación puede sentirse como tal cuando es capaz de escuchar a todos y de dar voz a todos. Creo que esa es una gran definición de la pluralidad, y ese es uno de nuestros objetivos irrenunciables». Lo dijo el director en los premios de este periódico en 2017 -los primeros al frente de esta Redacción- ante cientos de representantes de la sociedad civil asturiana, y lo conmemoró un vídeo emitido durante la ceremonia. Un recuerdo que quebró en llanto a sus familiares, a sus amigos y a sus compañeros. Volver a escucharle.
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M. F. Antuña
Su mujer, Mari luz Ania; su hija, Mari luz Gutiérrez; su madre, Celestina González; y su hermana, Vanessa Gutiérrez, agradecieron a los presentes las «inmensas» muestras de cariño recibidas durante los últimos días. Cientos de personas acudieron ayer al tanatorio a despedir a Marcelino. Fueron a arropar a una familia desbordada de tristeza y emoción, a abrazar a Celestina, que aguantó, estoica, largas horas de velatorio, a acompañar a su hermana Vanessa, viceconsejera de Cultura, Política Lingüística y Deporte del Principado, y a tratar de consolar a su mujer y a su hija de 21 años, a quien -que no le quepa duda- seguiremos muy de cerca desde esta casa su carrera en las bellas artes. «Solo se atrevía a hacer algo parecido a presumir para hablar de los dibujos de su hija», recordó María de Álvaro, jefa de edición de este periódico y encargada de leer un texto en nombre de todos lo que hacemos este diario.
El presidente del Principado, Adrián Barbón, acudió los dos días de velatorio al tanatorio gijonés. Ayer lo hizo acompañado de buena parte de su Gobierno. Representantes de todos los partidos políticos en la Junta General y en el Ayuntamiento de Gijón y Oviedo, además del alcalde de Mieres, acudieron a abrigar a una familia consternada y a una Redacción aún en estado de shock. También acudió el presidente de la Junta, Juan Cofiño, al tanatorio por la mañana y por la tarde. «Era una buenísima persona», apuntó.
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Reservado, tranquilo, dialogante, discreto, afable, cariñoso, humano, honesto, humilde, veraz, tenaz... Los halagos a Marcelino, a Marce, dan cuenta de la impronta que deja en su familia personal y profesional. «No sé cómo vamos a vivir sin él», reconocía su hermana. «Era un paraguas en el que resguardarse cuando arreciaba la tormenta, como siempre decía cuando recordaba a Carantoña. Había mamado la vieja escuela y la aplicaba siempre. En las duras y en las maduras», recordaba María de Álvaro.
«Ha sido un desconcertante e inesperado fallecimiento», manifestó el sacerdote oficiante Celestino Riesgo, quien al término de la ceremonia trasladó a sus familiares el pésame del arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes.
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«La gratitud que sentimos cada día hacia cada uno de nuestros lectores solo puede ser respondida con compromiso», decía el director en el vídeo que cerró la ceremonia. «Trabajador hasta límites insospechados, riguroso, capaz, con esa visión que solo tienen los grandes de esta profesión, en su vida impuso su criterio ni levantó la voz por nada ni a nadie. Con convencimiento, pero no como el poeta, también con esperanza, apuntaló una carrera construida sobre el esfuerzo, la verdad y una profesionalidad a prueba de bomba», recordaba su Redacción.
Delegado en Llanes, responsable de Gijón-Asturias, jefe del área de internet, en el equipo que impulsó las webs de todo Vocento...«Adoraba el periodismo, sentía verdadera devoción por el periódico, olía una noticia a kilómetros, paría mil y una ideas, visualizaba ese enfoque certero que nadie había visto antes y, entre tanto, nunca le faltaba tiempo para el trato directo», continuaba.
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Sensato y conciliador en el ejercicio del periodismo, la Redacción le recuerda como «un trabajador hasta límites insospechados, riguroso, capaz y con con convencimiento y una esperanza contagiosa».
La ceremonia, cargada de emoción y salpicada por momentos por el llanto de los presentes, se cerró con una ovación para Marcelino, siempre director de EL COMERCIO. Tras los aplausos, sonaron los acordes de 'La belleza' de Luis Eduardo Aute, una canción que a él le gustaba especialmente y que acompañó al último adiós de un «hombre gigante».
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