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CH. TUYA
GIJÓN.
Sábado, 24 de noviembre 2018, 03:58
«Me duele todo el cuerpo. No hay parte que no duela. Pero lo hago por ellas...Para que vean que sí se puede... Que se puede con todo»... Y de repente, Judith Obaya, la eterna campeona de lo imposible, se quebró. Ella, que ha desarrollado una campaña personal contra las agresiones machistas, una la llevó a pedalear durante los 1.768 kilómetros del desierto del Sáhara en 2017, y que ha sido la primera en atravesar ese mismo desierto en moto y, también, la primera piloto en recorrer en moto los veintiún mares de Europa, ayer no pudo continuar con su discurso.
Porque esta maliaya, que trabaja como policía local en Oviedo, llegó a la capital del Principado tras pedalear sin descanso desde Madrid. «Han sido treinta y ocho horas seguidas», recordaba, mientras se emocionaba al pensar en su hijo «que me ha seguido en el coche. Para él ha sido duro, muy duro, porque no está acostumbrado y ha tenido que conducir toda la noche».
Salieron ambos de Madrid el miércoles, «a las 18.45» y llegaron ayer «a las 9.30». Mientras su hijo, «agotado» se fue a casa, ella tuvo el tiempo justo de ducharse y repasar la declaración institucional con que el Parlamento asturiano muestra su rechazo a la violencia sobre las mujeres.
Una emocionada Obaya, con su bicicleta al lado, fue la encargada de enviar «a todas las mujeres, vivan o hayan vivido esta situación, un mensaje de esperanza y apoyo que les ayude a salir de la diabólica espiral de violencia donde saber que no están solas». Una frase con la que dio pie al minuto de silencio que guardaron, en la escalinata de la sede de Presidencia, todos los representantes políticos y sociales de la región.
Obaya confesó que «fue muy duro, muy duro, muy duro, pero estoy orgullosa por mí y por todas las mujeres. Que tengan este ejemplo». El llanto no impidió que continuara con la frase: «Que las chiquillas tengan un referente, que sepan que se puede con todo... Que se puede salir...» Tras recibir las felicitaciones del presidente regional, Javier Fernández, Obaya volvió a su bici. «Me voy a casa de mi madre que, conociéndola, seguro que llenará de comida», bromeó.
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