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M. MENÉNDEZ
GIJÓN.
Lunes, 4 de enero 2021, 01:29
La familia de César Fernández Ordóñez estaba ayer muy afectada por el repentino fallecimiento del operario de la máquina quitanieves por el alud de San Isidro. Habían asegurado que no recibían mientras velaban al cuerpo de su familiar, pero sus amigos y los compañeros ... del trabajador no les quisieron dejar solos en un momento tan duro. Aunque las medidas sanitarias no permitían la concentración de mucha gente, la mañana fue un constante rosario de personas que acudieron a acompañar a la familia. Incluso, compañeros del fallecido hacían un pequeño alto en su jornada laboral y en la propia máquina quitanieves en la que estaban trabajando se acercaban al tanatorio mierense de Murias para presentar sus respetos, conscientes del peligro que corren todos ellos en unos días como estos en los que se afanan en despejar de nieve las carreteras.
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«Estamos destrozados, pero muy agradecidos a las autoridades y a los equipos de rescate», indicó uno de los hermanos de César Fernández, que también agradeció la discreción con la que visitó a la familia el presidente del Principado, Adrián Barbón, ya que pretenden que la intimidad familiar no se vea violentada. Y así lo entiende también su círculo más cercano, que arropó a la familia en todo momento.
Y es que desde que tuvieron conocimiento de que se había producido un alud grave en la subida al puerto de San Isidro, temieron que César pudiera haberse visto afectado, por lo que estuvieron pendientes de todas las informaciones hasta que se confirmó la fatal noticia. El operario se había incorporado a los equipos de las máquinas quitanieves hacía poco tiempo. No en vano, era el segundo o tercer viaje que hacía a modo de aprendizaje para hacerse con el funcionamiento de la máquina. Por eso acompañaba en el vehículo al otro trabajador desaparecido, Virgilio García, uno de los trabajadores más experimentados del servicio regional de Carreteras y que llevaba muchos años haciéndose cargo del mantenimiento de la vertiente asturiana del puerto de San Isidro.
También la familia de César tenía en mente a su compañero Virgilio y mostraba su deseo de que fuera localizado cuanto antes, aunque sin poner en riesgo a los equipos de rescate, sabedores de las difíciles condiciones en las que trabajan.
Ya en la más estricta intimidad, a las dos y media de la tarde se celebró un pequeño responso en la propia capilla ardiente para que la familia se despidiera de César Fernández. A continuación, el cuerpo fue incinerado en el propio tanatorio.
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