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«No debemos guardar silencio»

«No debemos guardar silencio»

Heroínas que alzan la voz por la igualdad. Veinte profesionales asturianas de diversos ámbitos lanzan un mensaje de condena al maltrato y apoyo a las víctimas de esta pandemia silenciosa

Sheila Vaca

GIJÓN

Miércoles, 25 de noviembre 2020

Juntas contra la violencia machista. Juntas para acabar con una lacra social brutal que rompe vidas de mujeres en todo el mundo y deja cicatrices, visibles o no, en otras tantas. Juntas para decir basta. La unión hace la fuerza y por eso veinte profesionales asturianas de diversos ámbitos plantan cara al maltrato con motivo del 25N y lanzan un mensaje de apoyo a las víctimas de esta pandemia silenciosa, por la que este año han muerto 41 mujeres en el país. Son heroínas a pie de calle y su trabajo resulta esencial en la lucha por conseguir una sociedad más igualitaria.

La crisis sanitaria de la covid-19 ha puesto en una encrucijada a un colectivo especialmente vulnerable, el de aquellas mujeres que han tenido que estar confinadas en el hogar con sus agresores. El encierro y las restricciones de movilidad aumentan el aislamiento y la dificultad de acceder a los recursos de protección necesarios para estos casos. Atrapadas en una telaraña de desigualdad, muchas han vivido una pandemia dentro de otra.

El trabajo en la Policía Judicial de Oviedo se vio incrementado con la desescalada. «Tratamos directamente con ellas y en días como estos, debemos decir a las víctimas que nos llamen, que estamos aquí. Existen protocolos y estarán seguras», subraya la agente Dulce Gutiérrez. Precisamente eso, «denunciar», es lo que pide Rosma Valdavida. La gijonesa, trabajadora de una empresa de mensajería, sostiene que «el mayor peligro es que oculten su situación, deben pedir ayuda a su entorno porque siempre hay alquien que te tiende la mano». Para acabar con la violencia machista remarca la importancia de «educar en el ámbito familiar en el respeto hacia los demás, tanto a hombres como a mujeres».

Para Sara Fernández-Acevedo, bombera del parque de Piloña, el problema con la violencia de género es que existen «muchos frentes abiertos». «Hay que dejar claro que las víctimas no son débiles, es su agresor. Esas mujeres necesitan empoderarse y darse cuenta de su valor», señala y defiende «el fomento de la empatía desde edades muy tempranas». Pone como ejemplo campañas de concienciación «como una sobre frases hechas que se dicen de manera natural y que esconden un trasfondo machista». En la misma línea, Susana Ortega cree que es imprescindible «educar en igualdad en casa desde el minuto uno». Esta quiosquera de Gijón insiste en la necesidad de acabar con ciertos comportamientos; «no se puede ver bien que un hombre te controle y se cele porque es símbolo de que te quiere. No está bien». «Creo que en pleno siglo XXI este tema debería ser una pesadilla del pasado, hay que endurecer las leyes y dedicar más tiempo a reforzar los valores de igualdad y respeto», expone.

El 25 de noviembre le hace revivir a Ramona Britos, empleada doméstica, lo que sufrió hace cinco años. Nacida en Paraguay, pero «medio ovetense» al llevar quince años residiendo en la capital asturiana, inició una relación sentimental en la que fue maltratada. «Todo empezó por el alcoholismo, fue muy duro», rememora con tristeza, aunque con la satisfacción personal de poder verbalizar lo que le pasó. «Hubo un momento en el que tuve que elegir entre mi vida o dejar de existir en la tierra». Ahí abrió los ojos y salió de ese agujero negro. Dijo basta. Por aquel entonces sus cuatro hijos estaban al otro lado del charco, pero consiguió traer a Oviedo al menor, con el que vive ahora, y aunque sus seres queridos están lejos, «respiro aliviada al saber que él no está aquí».

Ramona Britos, empleada doméstica en Oviedo. ÁLEX PIÑA

Más llamadas al 016

Marta Escanciano es guardia civil y responsable del seguimiento a los casos de violencia de género en el municipio de Castrillón. Sabe bien lo duro que ha sido el confinamiento para muchas mujeres. Las llamadas al número 016 para realizar consultas o pedir ayuda aumentaron. En concreto, a nivel nacional, se recibieron un 60% más que en el mismo periodo del pasado año. Sin embargo, las denuncias bajaron. «Las víctimas convivían mucho más tiempo con su agresor, no tenían ninguna vía de escape y el problema se complica, porque esos momentos en los que hablas con otra persona sobre lo que te está pasando o sales para evitar la convivencia desaparecen. Su sufrimiento es inimaginable», relata.

Desde su área intentaban estar en contacto con las afectadas. «Muchas veces no podían hablar porque el agresor estaba delante y podía ser más peligroso. En ocasiones te contestaban solo con monosílabos o directamente apagaban el teléfono, pero hemos sido muy constantes en mantener contacto con ellas», señala la agente. Por todo eso la farmacéutica avilesina Carmen Muñiz incide en la necesidad de denunciar los casos. «El silencio no ayuda», remarca.

La taxista Sonia Camblor, natural de Blimea pero que ejerce en Gijón, recuerda que «los taxis, como estamos siempre en la calle, somos un valor seguro. Simplemente acercándose a una parada de taxis, cualquier mujer en apuros será inmediatamente asistida». «Siempre se puede contar con nosotros contra la violencia, porque la calle, la noche, también son nuestras», reflexiona.

Marga Quintano, dependienta de un supermercado en Oviedo, ruega a las mujeres que están pasando por esta situación que «no se callen» porque «silenciar no vale para nada» y les pide dar un paso adelante. «Que no sientan vergüenza, pues quien debe tenerla es el maltratador. Hasta que no lo consigamos, habrá violencia de género. Tampoco se puede consentir que haya una primera vez», cuenta para, a renglón seguido, lanzar un mensaje claro: «Una persona que te agrede, no te quiere».

A Lara Rodríguez, cocinera del restaurante Kraken del Acuario de Gijón, le parece incomprensible que «las mujeres maltratadas tengan que hacer de todo para demostrarlo, deben escucharlas para que puedan salir de la casa del terror en la que están metidas». Urge endurecer la ley porque es «muy suave y la justicia demasiado lenta». Además, pide reflexionar para mejorar como sociedad, pues hay comentarios del día a día que «vemos normales y realmente son machistas». «Pasa con las letras de algunas canciones de reguetón, la música que escuchan los jóvenes continuamente. Si nosotros como adultos no damos un buen ejemplo, está claro que debemos cambiar las cosas», recalca.

Denunciar es a lo que anima Janeth Baraja, que regenta la tienda Bambilandia en Oviedo. «Las mujeres debemos apoyarnos unas a otras, no guardar silencio», explica. También hace hincapié en ello Verónica Iglesias, conductora de autobús municipal en Gijón. «Me gustaría insistir a las víctimas en que no se lo callen. Hay que denunciarlo, porque si ese problema se esconde siempre va a ir a peor. Una vez pasas la barrera del respeto, todo se fastidia», reflexiona. También anima a las que sufran a «ser fuertes». «Sé que mucha gente no lo cuenta por miedo, pero debe saber que no estamos solas».

Maite Fernández, directora del colegio Carmen Ruiz-Tilve, califica de «terrible» la situación de las víctimas de violencia de género. Y asegura que ella misma ha vivido situaciones incómodas «como que me pregunten si soy rubia de nacimiento...». «Somos tres mujeres en el equipo directivo y, en ocasiones, hay que imponerse. Establecer unos límites para que ante todo impere el respeto».

Educación en igualdad

«La violencia machista es una lacra social», clama Tanya del Reguero, técnica de laboratorio en Oviedo. Considera que el problema radica en el trato diferenciado entre hombres y mujeres que se plasma, por ejemplo, a nivel laboral. «Lo he sufrido en primera persona: cuando nació mi hijo, me echaron de la empresa en la que había trabajado durante siete años. Sin embargo, a mi marido ser padre no le supuso ningún problema», cuenta. Con todo, reivindica que «a ninguna mujer, por el hecho de mujer, se le reste ningún derecho».

Tanya del Reguero, técnico de laboratorio en Oviedo. 32 años. A. Piña

Arantxa Álvarez, trabajadora de una carnicería de Gijón, defiende la máxima de que «todos somos iguales» y por ello insiste en la necesidad de «acabar con las agresiones y con los comentarios machistas para que no haya una mujer más víctima de violencia de género». Aboga por endurecer las penas para los agresores y por más protección para quienes viven situaciones críticas.

Catedrática en Medicina Preventiva y Salud Pública, Adonina Tardón, basa el fin de esta lacra en la educación. Enseñarles a los niños «que la violencia, y más la machista, no puede ser jamás un medio para nada» y que hay «cuestiones imperdonables» como maltratar a una mujer. «No se entiende que situaciones así sigan existiendo en todo el mundo», apostilla.

También insiste en la importancia de la educación Mercedes Santos, trabajadora de la empresa municipal de limpieza de Gijón, Emulsa, para quien «es fundamental que se les inculque el respeto a la mujer desde niños». Así lo hace ella con su hijo, de ocho años. «También es importante la información, la visibilización de este problema, que influye también en la gente adulta y ayuda a concienciar a los mayores, que quizá no están tan acostumbrados». «Afortunadamente, cada vez se habla más del problema». Y la concienciación se extiende a empresas como la suya, donde cuentan con un plan de igualdad, primer paso para frenar la lacra.

«Los condenados por feminicidios, agresiones o abusos necesitan tener unas penas más duras. Con los beneficios penitenciarios, acaban saliendo antes de la cárcel y una vez fuera, muchos repiten el patrón. No lo podemos consentir», argumenta Guadalupe Suárez. Esta camarera langreana afincada en Gijón insiste en la importancia de «reforzar la justicia» para que las mujeres dejen de tener miedo solo por el hecho de serlo. Por su parte, Carmen María Pérez, empleada de una gasolinera de Avilés emplaza a aquellas mujeres que estén pasando por un caso de malos tratos «que no se callen y denuncien su situación». «Las víctimas deben saber que no están solas, que tienen apoyos y que con el silencio no ganan nada más que alargar un sufrimiento injusto».

Cruz Cuevas es enfermera en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). Lleva ocho meses en el frente de batalla contra la covid, pero es consciente de que también hay que luchar contra el virus de la violencia machista. «Es un problema mundial. Las instituciones, de todo tipo, tienen que tomar conciencia, haciendo leyes de protección a la mujer y de igualdad».

En esta información han colaborado Rosalía Agudín, Giovanna F. Bermúdez y Eugenia García

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