Secciones
Servicios
Destacamos
CHELO TUYA
Lunes, 22 de febrero 2021, 01:02
No se lo creen. Pero en su centro no ha habido ningún brote de covid. Cero contagios. Cero enfermos. Cero muertes por la pandemia. La plantilla de la residencia privada Nuestra Señora del Amparo, que ocupa las instalaciones que Hunosa tenía el siglo pasado para los trabajadores llegados desde Andalucía, en el pozo Mosquitera, llega al primer año de la era coronavirus sin haber sufrido bajas imputables a la enfermedad. Lo harán, no obstante, dejando los mismos pelos en la gatera que el resto de compañeros de la red geriátrica asturiana. Una que ha sobrevivido a la pandemia, pero que pide auxilio.
Hace un año, un día como hoy, 22 de febrero, la mascarilla era un objeto utilizado, exclusivamente, en el ámbito quirúrgico o de desinfección. El gel hidroalcohólico no figuraba entre los elementos fijos del día a día y, mucho menos, en cada esquina de una residencia. Los Equipos de Protección Individual (EPI) eran elementos asociados a alarmas químicas. En los geriátricos, usuarios, familiares y trabajadores entraban y salían sin más condición que las normas de cada centro.
Casi un año después de que el Principado ordenara el cierre a cal y canto de todos las residencias de mayores (el 12 de marzo), de la declaración del estado de alarma (14 de marzo) y aún inmersos en una tercera ola de la pandemia que no deja de batir la 'nueva normalidad', los geriátricos asturianos abogan por comenzar a abrir sus puertas.
Noticia Relacionada
Lo piden porque todos, tanto usuarios como trabajadores, han recibido ya la doble dosis de la vacuna que inmuniza contra la covid. Aunque saben que, aunque reabran, geles, mascarillas y diferentes protocolos de seguridad han venido para quedarse.
«Hoy, la relación con los compañeros y con los usuarios no tiene nada que ver con la de hace un año. No se pueden mantener contactos estrechos ni juntarse en el desayuno, por no hablar de que trabajar con todo el equipo de protección es muy duro», explica Geni Tamargo, delegada sindical de Comisiones Obreras.
«El impacto fue brutal en nuestros centros. Nos obligó a tomar medidas muy duras, como el confinamiento de los residentes», recuerda Marcos Fernández. El portavoz del Sae (Sindicato de Técnicos en Cuidados Auxiliares de Enfermería) recuerda con tristeza «la desafortunada actuación de aquellos responsables que nos recriminaban por utilizar las mascarillas, con la idea peregrina de que asustábamos a los usuarios».
Ambos trabajan en la red pública, la que gestiona Establecimientos Residenciales para Ancianos (ERA). Ambos destacan el «sobresfuerzo» que han hecho las plantillas. «Hemos aplicado un plus de dedicación y protección hacia nuestros usuarios, procurando minimizar el colosal impacto físico y psíquico que esta situación está generando», asegura Fernández.
Noticia Relacionada
«Pero eso no parece tenerlo en cuenta el ERA», lamenta Tamargo, que enumera «carencias en personal, ayudas técnicas y en el complemento de peligrosidad que tienen en otras áreas».
Una oferta la pública que, como la privada, ha pasado a estar a las órdenes de la Consejería de Salud, que se hizo con el mando único de las residencias en las que implantó una figura casi anecdótica antes de la pandemia: el personal de Enfermería.
A las patronales Aarte, Ascege y Argas hacen cuentas y no les salen los números. «La pandemia nos ha generado sobrecostes de hasta 30.000 euros mensuales», afirman. Unas cifras que salen tanto de la imposibilidad de admitir nuevos usuarios, como de los nuevos gastos: material de protección y pruebas de covid.
Porque, hace un año nadie podía imaginar que, para trabajar en un geriátrico o residir en él habría que introducir un palo por la nariz de forma periódica. Los trabajadores deben hacerse una PCR dos veces al mes, así como cada vez que vuelven de unas vacaciones o de una baja médica. Las personas que quieren vivir en una residencia, deben pasar por la misma prueba y, además, vivir aislados en una habitación durante quince días. Los que ya viven en ellas, llevan sin poder salir del centro un año.
Noticia Relacionada
La radiografía numérica de la red geriátrica asturiana muestra 240 establecimientos, una cifra de plazas superior a las 13.000 y un volumen de empleo que ya supera las 7.000 personas. En el rosario de cifras aparece, también, que uno de cada catorce residentes ha perdido la vida en una pandemia cuya tercera ola se aleja con un 68% menos de letalidad.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.