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Han pasado tres años y medio desde que Nuria, Alba e Iván se despertaron viuda y huérfanos de Javier Ardines. El concejal de Llanes fue asesinado a unos cien metros del domicilio familiar, de madrugada, cuando iba al puerto a faenar. Ayer sus deudos ... pasaron el mal trago de acudir a la Audiencia Provincial, sentarse delante de los cuatro hombres acusados de orquestar aquel crimen y declarar.
En España los acusados pueden mentir en el juicio, los testigos están obligados a decir la verdad y las víctimas, desde 2015, cuentan con un estatuto que intenta protegerlas en estos trances. Llegaron arropados por familiares y amigos, y lo que dijeron ante el jurado popular fue todo un misil contra la defensa de Pedro Nieva, el supuesto autor intelectual del suceso.
Nuria explicó que antes de la noche de autos lo consideraba su amigo. «Hacíamos planes juntos. Nos contábamos cosas, salíamos prácticamente todos los fines de semana juntos, en un grupo de amigos». En su declaración como acusado Nieva aseguró que se había enterado de que su mujer (Katia) y Ardines mantenían una relación extramatrimonial «por casualidad», dejando sobre la mesa en la que estaban comiendo los tres un teléfono en el que trataba de ver cómo mandar notas de voz pero que, sin saberlo él, se quedó grabando.
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La viuda de Ardines puso en cuestión esa parte del relato. Nieva «tenía sospechas anteriores», según le había confesado. «Si planificaba ir a otro sitio con su mujer, ella siempre quería ir con nosotros», se lamentaba. «Recuerdo que me lo dijo, que sospechaba que tenía una relación con Javier», indicó.
La grabación de la polémica se efectuó en diciembre de 2017. Nieva reconoció en el juicio que el primer mes lo pasó «fatal», pero que con el paso del tiempo se rehizo y asumió como inevitable el divorcio, que había contactado a un abogado para ello. «No culpo a Ardines de lo que pasaba», llegó a manifestar.
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La hija de la víctima debilitó ayer también esa parte de la coartada. Reveló que a principios de agosto el acusado le había enviado la grabación hecha a los amantes nueve meses antes. ¿Por qué le enturbiaba con la vida sentimental de su padre? Según le justificó Nieva entonces «estaba destrozado, decía que había escuchado el audio muchas veces». La hija recalcó que en aquella conversación había preguntado al acusado si esa relación sentimental era algo de lo que venía sospechando desde tiempo atrás. «Me respondió que sí», abundó.
El Pedro Nieva que declaró como acusado dijo rotundo: «No soy celoso ni controlador como se me está poniendo». El Pedro Nieva que aquel verano hablaba con la hija de Ardines le confió que sabía que su mujer se conectaba a whatsapp «a las 4.30 de la mañana», recordó la testigo.
En casa de Ardines aquella grabación que les mandó su amigo tuvo consecuencias. Nuria M. B., la mujer, pidió explicaciones a su marido. «Él no le dio importancia», evocó. ¿Supuso algún tipo de alteración en la pareja? «Sí, desde luego», zanjó.
Acababa de testificar el segundo guardia civil del día cuando una alarma resonó en la Sala. Los acusados, los policías que los custodiaban, los cinco abogados y la fiscal, todos se miraban buscando una explicación. «No sé si será un simulacro de incendio, que ya sería casualidad», indicó el magistrado-juez Francisco Iriarte, quien ordenó parar. Poco después la alarma fue detendia.
Faltaban solo tres semanas para que a la víctima le quitaran la vida cuando salía de casa, en su furgoneta Citroen Berlingo. El lugar en el que fue atacado era «ideal» para una emboscada, según manifestaron los agentes de la investigación. Aislado, boscoso y a las seis de la mañana, unas circunstancias muy concretas.
«Mi marido era un hombre de costumbres», reveló su viuda. «Salía a faenar siempre sobre las seis y las seis y media, en la furgoneta, la tenía desde hacía mucho», abundó. Nieva «conocía sus costumbres, por supuesto. Nuestra casa es prácticamente al lado de la suya», señaló.
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O. E. / R. M.
La rutina que Ardines quería seguir aquel 16 de agosto implicaba ponerse en el asiento del conductor y acudir al puerto para echarse a la mar en el 'Bramadoria', embarcación con la que faenaba. Le cortaron el paso tres vallas que habían sido colocadas en la vía de servicio impidiendo su avance. Ese obstáculo le obligó a bajar del coche para apartarlas y ahí fue donde recibió el ataque.
En realidad a principios de mes ya había aparecido una valla solitaria en la ruta. «Javier me había comentado que un día por la mañana se la había encontrado atravesando el camino», evocó la viuda. «Yo diariamente llevaba a mi hijo para que lo cuidaran y vi personalmente aquella valla», ratificó la hija. «También la vi», coincidió su hermano.
A todos les extrañó porque no había obra que justificara su presencia, pero no le dieron más importancia. El marino la sorteó aquella vez sin bajarse del vehículo y los investigadores consideran que de esa manera, sin saberlo, frustró un primer intento de ataque. Para asegurarse de cumplir el plan, sus supuestos asesinos optaron por ampliar el número de vallas en el segundo intento. Ya no volvería a escapar.
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