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POR LUCÍA RAMOS
Lunes, 4 de marzo 2019, 03:52
Tras más de media vida luchando a brazo partido contra el Cantábrico para lograr sacar a tierra algunos de sus más exquisitos tesoros, Javier Ardines (Halle, Bélgica, 1966) comenzaba a acusar los efectos de su dura profesión. Llevaba un tiempo quejándose de dolores ... de espalda, y es que, relatan los más veteranos del puerto llanisco, no era sencillo amedrentarle. «Aunque la mar estuviese picada, él era bravo, no se asustaba y salía a bordo del 'Bramadoria' a por su sustento, trabajando duro», relatan. Últimamente, incluso, había bromeado con la posibilidad de retirarse pronto. Nadie le creyó. Simplemente, nadie que le conociera era capaz de imaginarle apartado de su gran pasión, de ese azul verdoso que a veces asomaba a sus ojos.
Su idilio con la mar comenzó cuando tan solo era un crío. Muchos le recuerdan con su caña, tratando de pescar peces desde la orilla. Algo en lo que pronto destacó, como más tarde haría con la pesca profesional en alta mar. Fue junto a su amigo Toño González, 'el de Nueva', como Ardines entró en la profesión. A principios de la década de los noventa, cuando ambos apenas contaban poco más de veinte años, se hicieron a la mar a bordo del 'Toñín', un pequeño bote de madera que Toño había heredado de su suegro. Ambos demostraron ser habilidosos con las artes de pesca y no tardaron en granjearse una buena reputación en un sector que no suele prodigarse en alabanzas ni parabienes, pero al que no le duelen prendas en reconocer que Javi, como le llamaban los suyos, «era muy fino».
Tras ahorrar unas perras, los dos amigos adquirieron la 'Bramadoria', que se convertiría en la compañera infatigable de Ardines en las largas y duras jornadas de pesca a las que no renunció ni cuando llegó al gobierno llanisco como concejal de IU tras las elecciones de 2015. Poco tiempo después de la compra, un problema de salud obligaría a Toño a dejar el barco y encaminar sus pasos hacia la hostelería. Quedó entonces Javi a cargo de la embarcación, bautizada así en honor a los imponentes bufones que pueblan la costa de Pría, donde él vivía. Durante los últimos años tuvo varios tripulantes, siendo el joven Adrián el último, quien por deseo de la familia de Ardines se encargará ahora de patronear la nave.
Dicen quienes tienen ya la piel curtida por la brisa marina que era Javier «muy hábil» manejando su embarcación. Eso, unido a su «bravura» y a la perseverancia que le caracterizaba y que hacía que no perdiese un objetivo de vista, le llevaron a ser considerado uno de los mejores profesionales de la mar de la zona. Era conocido, sobre todo, por ser uno de los mejores a la hora de hacerse con buenas piezas de marisco. Precisamente en esta época sería cuando las langostas, los bugres, les andariques y los centollos habrían comenzado a poblar la cubierta de la 'Bramadoria'.
Si bien en el puerto de Llanes los compañeros recuerdan al concejal como una persona «seria» y poco dada prodigarse por las tabernas donde los pescadores se suelen juntar tras sus largas jornadas en la mar, en su faceta más privada era todo lo contrario. De hecho, en la parroquia de Pría eran de sobra conocidas las reuniones en torno a la mesa que Ardines gustaba de organizar cada poco y en las que llegaban a juntarse decenas de personas. Cualquier excusa era buena para rodearse de los suyos, desde aquellos oricios o centollos que había logrado capturar y que quería compartir entre sidras y risas, hasta la llegada del fin de semana. En el epicentro de estos encuentros se situaba siempre su familia. El pescador contaba con apenas 23 años cuando contrajo matrimonio con Nuria, la mujer junto a quien tuvo dos hijos, Alba e Iván. Fue Alba quien le dio su primer nieto, «su ojito derecho», quien pronto tendrá un hermano.
Su carácter enormemente familiar no impidió, tal y como pudieron constatar los investigadores de la Guardia Civil durante las pesquisas para dar con los autores del crimen que acabó con su vida el pasado 16 de agosto, que Ardines mantuviese alguna relación extramatrimonial.
Recuerdan quienes más trataron a Javi su absoluta disponibilidad a la hora de echar un cable a un amigo. «Parecía que tuviese el don de la presencia, pues muchas veces no hacía falta siquiera pedirle ayuda, simplemente tenías un problema o una necesidad y él estaba allí dispuesto a lo que hiciera falta», explican.
Jovial, extrovertido y alegre, siempre acogió a quienes se iban incorporando a su abultada pandilla con los brazos abiertos. Así fue con Pedro Nieva, el vasco que hace casi tres décadas comenzó a salir con Katia, la prima de su mujer. Por aquel entonces, tal y como ella misma confesó a la Guardia Civil, ya existía una relación sentimental entre Katia y Ardines, si bien ello no impidió que el llanisco estableciese una buena amistad con quien finalmente terminaría siendo su presunto verdugo.
De caracteres sumamente opuestos, Javi y Pedro hicieron pronto buenas migas y era frecuente verles compartir mesa y fiesta. No era extraño, pues el pescador, dicen sus allegados, sentaba de buen grado a su mesa a cualquiera que viniese avalado por sus seres queridos. «Muchas veces te llamaba para invitarte a una parrillada y al decirle que no podías porque tenías visita, los invitaba a ellos también», rememora una amiga.
Hijo de dos asturianos, que como tantos otros a mediados del pasado siglo, se vieron obligados a emigrar para labrarse un futuro, Javi creció sabiendo muy bien lo que cuesta ganarse el jornal. Quizás por ello la conciencia obrera despertó pronto en él, llevándole a vincularse con diferentes movimientos de izquierdas desde bien joven. De hecho, con solo dieciséis años, siete más que cuando regresó a Asturias, comenzaba su activismo social a través del movimiento anti OTAN. No obstante, siempre fue una persona de ideas claras y nunca quiso plegarse a los designios de ninguna directiva. Por eso a los militantes de Izquierda Unida les costó años de insistencia convencerle para que se uniese a su proyecto.
Finalmente lo hizo. En 1999 acabó afiliándose a IU y ese mismo año fue número cuatro en las listas municipales. Poco tiempo después pasó a coordinar la formación a nivel local. Hace dos legislaturas se convirtió en cabeza de lista de IU para las elecciones en Llanes, papel que repitió en los comicios de 2015 y que le llevaría a formar parte del gobierno cuatripartito que desalojó a los socialistas del poder tras casi tres décadas. Una coalición que él mismo veía difícil de repetir, según reconocía a EL COMERCIO apenas unas semanas antes de ser brutalmente asesinado.
Su paso por el gobierno llanisco se caracterizó por la contundencia con la que hizo frente a aquellas políticas, tanto de personal como urbanísticas, que se habían desarrollado con anterioridad y a las que era contrario. Así, demostrando desde su despacho la misma bravura de la que hacía gala a bordo de la 'Bramadoria', luchó por sacar adelante dos ofertas públicas de empleo, además de tomar duras medidas destinadas a proteger la costa que tanto amaba. Esto le granjeó numerosos enemigos, dentro y fuera del Ayuntamiento, algo que nunca le amedrentó. «Comenzó su andadura como concejal muy ilusionado y, aunque últimamente se le veía un poco más cansado, jamás perdió las ganas de cambiar el concejo», recuerdan sus amigos.
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