Gijón
Domingo, 16 de octubre 2022, 03:49
«Detenido un hombre e incautadas 600 plantas de marihuana». «Detenida una pareja con un kilo de hachís y marihuana». «Detenido por cultivar 18 plantas de marihuana». «Detenido un conductor con dos kilos de hachís, drogado y sin carnet». Esos son solo cuatro de los ... innumerables titulares que la lucha contra la droga ha dado en las últimas semanas en Asturias. Todos con un denominador común: la marihuana, la sustancia psicotrópica que ha desbancado a la coca como droga de referencia. Y otro nexo más: la juventud de los consumidores.
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Porque en 2011 apenas había casos de menores de 15 años a tratamiento por adicción a las drogas. Ni casi ninguna mujer.
Al menos, ni menores ni mujeres aparecían como protagonistas en las estadísticas de personas en proceso de rehabilitación. Hace una década, la foto fija de quien estaba a tratamiento por su toxicomanía mostraba la imagen de un hombre, con los treinta años ya cumplidos, que tenía a la cocaína como causante mayoritaria de sus males. En Asturias, de las 830 personas que estaban en tratamiento con Proyecto Hombre hace diez años, 643 eran hombres y solo 187 mujeres. Ellos tenían a la cocaína como droga de referencia. Ellas, al alcohol.
Diez años después, el consumo de estupefacientes, lejos de dejar de ser un problema, se mantiene como uno de los elementos sanitarios de mayor complejidad. Con el agravante de que el inicio del consumo ha bajado de forma alarmante, hasta tener a menores de 12 años a tratamiento.
Y los casos de mujeres ya no son minoritarios. O invisibles. La fot fija actual de quien está a tratamiento ya no tiene un único protagonista. De hecho, salen tres imágenes: menores, mujeres y adultos. En el primer grupo, aparecen pacientes de 12 años, ocho menos de hace diez años. Entre los menores, la diferencia de casos de chicos y chicas se ha acortado: 94, ellos; 44, ellas. Y un consumo favorito común: el cannabis es su droga de referencia.
En cuanto a los adultos, la distancia entre hombres y mujeres sigue a favor de ellos (405 casos) frente a ellas (100), a la vez que mantiene las preferencias. El problema de ellos es la cocaína. El de ellas, el alcohol.
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«Estamos muy preocupados», reconoce Julio Jonte, director de Proyecto Hombre Asturias, la entidad más longeva en la ayuda a la desintoxicación y con mayor número de programas. Sus detalladas estadísticas les permiten evidenciar el cambio de modelo. «Hay un claro incremento de casos entre jóvenes y menores, así como de mujeres».
No es algo nuevo en el mundo de la droga que las sustancias se vayan dando relevo en su nociva carrera a la captación de adeptos. Jonte recuerda «la heroína, que fue la pandemia de los años 80». En España, en Asturias, el opioide que nace de la morfina fue tan letal como expansivo.
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Su intenso poder de adicción, así como la relación de su imagen con jeringuillas y pobreza, además de la labor de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado en su persecución, hizo que pronto la coca, «una droga que se vendía como guapa, propia de personas de éxito», la desbancara. «Y ahora estamos con el cannabis», resume Jonte.
Un producto consumido desde siempre, pero que ha encontrado en los jóvenes su verdadero filón. En 2011, en Proyecto Hombre solo había un menor de 15 años a tratamiento. Era un chico enganchado al hachís. Entre los 15 y 19 años, otros 53 chicos y 9 chicas recibían también ayuda. La mayoría por hachís. En total, 63 menores de 19 años. Hoy, son 138 y, aunque ellos siguen siendo mayoría, 94, el consumo en las adolescente se ha disparado: de 9 a 44.
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«Tras ese consumo hay otros muchos problemas, como fracaso escolar y violencia familiar», apunta el director de Proyecto Hombre, lo que ha apuntalado el programa Reciella, destinado a este colectivo. Porque, no solo hay más menores enfermos, sino que la edad de inicio ha bajado a los doce años. Muchos de los jóvenes llegan al tratamiento con una media de consumo de dos años.
«Reciella fue evaluado en 2017 por la Universidad de Oviedo y avaló su éxito. Para nosotros el programa supone actuar antes de que el problema se enquiste en una adicción», explica.
En cuanto al aumento de mujeres, Jonte tiene claro que «no es tanto que antes no hubiera mujeres con problemas, sino que estaba mucho más invisibilizado».
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Lo único que no ha cambiado es la forma de salir del control de las drogas: «Que la persona sea consciente de su problema y quiera salir. Las que llegan al tratamiento presionadas por terceros tienen procesos más largos para salir que quienes lo hacen por convencimiento personal».
«Que rule, que rule» es ya una frase jocosa. En cualquier serie o película se muestra lo 'divertido' que es fumar un porro o comerse un 'brownie' hecho con 'maría'. Liarse un peta es sinónimo de buscar la paz interior. «La industria del cannabis lo ha hecho muy bien», lamenta Julio Jonte. El director de Proyecto Hombre en Asturias tiene claro que «los jóvenes tienen hoy la percepción de que el tabaco es mucho peor que un porro».
Y lo es, explica, «porque la industria tabaquera perdió su oportunidad, negando al principio que supiera de los efectos nocivos que para la salud tenía fumar». Eso ha llevado a que «todo el mundo tenga asumido que el tabaco es malo».
Sin embargo, con el cannabis «se da el mensaje de que es natural y sano». Y, sentencia, «no es ni lo uno ni lo otro».
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