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CHELO TUYA
GIJÓN.
Domingo, 16 de octubre 2022, 03:47
Están bien. Por primera vez en muchos años saben «lo que es dormir de un tirón». Y «caminar con la calle sin miedo a encontrar a alguien... O algo». Son dos supervivientes del consumo de drogas. Tienen casi la misma edad, 47 años, ella; 46, ... él; y comparten localidad de residencia. Sin embargo, no se conocieron hasta llegar a Proyecto Hombre. Tanto ella como él se encuentran en fase de salida de un infierno que a punto estuvo de costarles la vida, con ingresos en prisión y destrucción casi masiva de la red de apoyo que forman familia y amigos. Aunque se muestran orgullosos de haber logrado librarse de sus adicciones, con las que ella cargó casi 30 años y él 18, ambos prefieren contar su historia desde el anonimato. Utilizan como pseudónimos María y José.
El caso de María corresponde a la foto fija de la relación entre la droga y la mujer de hace veinte años: adicción al alcohol, pero llegada tardía al tratamiento. «Yo empecé muy joven, a los 14 años, con el alcohol», cuenta ella del que sabe que ha sido el compañero de la mayor parte de su vida. «Es verdad que probé de todo, porros, coca, heroína, pero el alcohol siempre ha estado presente». Una presencia invisible para todos, salvo para su marido. «Yo me casé, trabajaba, tenía la casa perfecta y pensaba que nadie veía que bebía».
Pero su pareja sí lo hacía. «Intentó decirme, por las buenas, las malas y las regulares, lo que había». Tanto insistió, que en 2005 ella probó un programa de desintoxicación. Pero falló.
No funcionó, sabe ahora, «porque yo no reconocía que tenía un problema», así que en 2009 todo saltó por los aires. «Me divorcié, perdí la casa y el trabajo» y comenzó una deriva «de ir de casa en casa, con 'pagafantas' que me daban para consumir». Amplió el espectro de sustancias «llegué a consumir y vender heroína» hasta que llegó el primer encontronazo con la ley: «Tuve un altercado en un bar».
El ingreso en prisión podría haber sido el inicio del fin del problema, «pero no fue así». Dentro de la cárcel no consumía, «porque estaba medicada», pero tampoco aprendió a gestionar su adicción. En una salida, encontrarse en la cartilla «más de mil euros» de pago retroactivo de una ayuda fue, esta vez sí, el principio del fin. «La volví a liar y volví a la cárcel. Hasta el año pasado».
Un periodo acompañado de la llegada de una nueva pareja «que me dijo que porqué me castigaba tanto». De su mano ingresó en Proyecto Hombre en 2021 «y no puede haber hecho nada mejor». Porque, asegura, «me encontré en un lugar donde nadie te juzgaba, donde puedes pedir ayuda y sabes que alguien te está escuchando, que te enfrenta a tu problema y que te ayuda a salir de él. Entras aquí y sale llena de energía», asegura.
Párate y piensa. Constancia. Tres palabras que José (nombre ficticio) tiene grabadas a fuego. Él también es un prototipo del toxicómano varón de finales y principio del nuevo milenio: joven con trabajo que comienza a jugar con la cocaína «hasta que se convierte en la pescadilla que se muerte la cola: insoportable». Tenía veinticinco años cuando comenzó a probar la coca. «Primero, esporádicamente, que si en una boda, en una fiesta... Luego, los fines de semana... Amplías a la semana... Hasta que consumes a diario». Una espiral lenta, pero mortal de la que solo fue consciente cuando, en 2019, ya sin familia ni amigos, se vio en la calle. «Para mí la salvación fue estar en el Albergue y, de ahí, pasar a la Cocina Económica y llegar a Proyecto Hombre».
Asegura que lo suyo ha sido suerte. «Podía haber acabado muerto en un portal, como les ha pasado a más». Lo que no logró evitar fue el paso por prisión, debido a problemas con el dinero por su adicción. «En coca he podido gastar 300.000 euros. Eso me llevó al Albergue, donde empecé a recuperarme».
El proceso de desintoxicación no es fácil, advierten los dos. «Cuando llegué a Proyecto, estuve a punto de pedir volver a la cárcel, porque no me veía capaz», reconoce María, quien insiste en que las mujeres «que son adictas al alcohol en silencio, den el paso de pedir ayuda. Nadie las juzgará». «No saldrás si no estás convencido de que quieres hacerlo. Hace falta fuerza de voluntad», apunta él. Ambos sentencian: «El subidón de desengancharte no lo consigues con ninguna droga».
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