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«Es un hecho excepcionalmente raro, y para decir de verdad lo que ha ocurrido tenemos que tener muy clara la escena detallada del incidente, las condiciones en las que se ha producido». Así se explica Vincenzo Penteriani, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas ... y responsable de la UMIB (Unidad Mixta de Investigación en Biodiversidad) del CSIC y la Universidad de Oviedo, desde una zona de monte de Villablino, en León, donde en el momento de hablar con EL COMERCIO se encuentra instalando y comprobando cámaras de vigilancia de la fauna.
Penteriani, uno de los responsables del estudio de la UMIB sobre ataques del oso en el mundo entre 2000 y 2015, anota que «no podemos considerar como un hecho automático que el aumento de la población de oso conlleve un incremento de los ataques, porque estos son fenómenos muy complejos, en los que intervienen multitud de factores». De hecho, explica que «no hay una relación directa entre aumento de densidad de población osera y de ataques en la Cordillera Cantábrica, porque aquí, las osas con crías suelen distanciarse de las zonas de paso habituales de los humanos», mientras que «en otras partes de Europa, como en Rumanía, donde hay bastantes ataques de osos, ocurre que estos se acercan a los basureros de las zonas pobladas, pierden el miedo y es más fácil que haya encontronazos«.
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En Asturias indica Penteriani que «no recuerdo que haya habido ataques de osos a personas en décadas. Quizá el último fue, hace muchos años, en una cacería, por un oso herido''.
Es más, subraya Vincenzo Penteriani que «en un reciente estudio se muestra algo que puede parecer paradójico. Allí donde se recupera la población de la especie, allí donde hay más osos, estos se van volviendo más tolerantes a la presencia de sus congéneres, porque tienen más interacciones entre ellos, y se reduce su nivel de agresividad tanto entre osos como de los osos a los humanos».
Penteriani destaca la labor «de la Patrulla Oso del Principado, que están superpreparados'' y que confía que «aporten datos suficientes para saber qué es lo que ha pasado de verdad en esta ocasión». Por ejemplo, si el oso es macho o hembra; si el ataque consistió en un solo golpe o varios; si hubo más osos en la zona; si las personas llevaban o no mascotas con ellos; si el viento soplaba en una u otra dirección; si el oso se vio sorprendido y tal vez se pudo sentir arrinconado o si, algo que duda Penteriani, pudo tratarse de un comportamiento predatorio del animal.
«El oso pardo es una de las especies de úrsidos con menos incidentes predatorios hacia personas, y en Europa casi no se dan», afirma, a la par que puntualiza que «épocas de celo, con esbardos de año y medio recién abandonados por sus madres y por lo tanto algo perdidos, con osos machos en las zonas no habituales para ellos se dan todos los años y sin embargo no se han producido incidentes hasta el de ayer. Si esas fueran razones para ataques, los habría todos los años. Tiendo a pensar que es un incidente sin más, como si casualmente te muerde una víbora», explica el científico italiano radicado en Asturias, que insiste en que «más de la mitad de ataques se deben a comportamientos erróneos de los humanos en el bosque».
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