![Las barras recuperan sus clientes](https://s2.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/202109/11/media/cortadas/barras-ko7B-U150494386559fIH-1248x770@El%20Comercio.jpg)
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El 15 de octubre de 2020, en plena segunda ola de la pandemia, el Principado prohibió el consumo en las barras de los bares. Fue el enésimo bofetón que sufría el sector más golpeado por la pandemia, el que más restricciones ha acumulado desde que el 13 de marzo de 2020 –un día antes de que el Gobierno de España decretara el confinamiento total de la población–, el Principado ordenara el cierre de todas las actividades no esenciales. Dieciocho meses de limitaciones en la hostelería que empiezan ahora a verse aliviadas con el levantamiento, desde hoy, de la prohibición del consumo en las barras y la recuperación de los horarios previos a la pandemia: en el caso de la hostelería en general el que corresponda a su licencia y en el de los negocios de ocio nocturno –discotecas o pubs, por ejemplo– hasta las cuatro de la madrugada.
Al margen de para la economía de los negocios, aún mermada por los meses anteriores de cierres y duras restricciones, la recuperación de las barras para consumo tiene un cierto valor simbólico. Por un lado, porque la relajación de las medidas en el sector permite ver a la sociedad más cerca la luz de este larguísimo túnel en el que se ha convertido la pandemia. Y, por otro, cultural: en una región como Asturias, en la que el bar, la sidrería o el chigre del pueblo es algo más que un lugar de consumo, sino un punto de encuentro social, disponer de nuevo de estos espacios «es como volver a nacer... Esto se nos hizo larguísimo», como comentaba Rodrigo Fortuny, propietario de la Tasca Marinera El Puerto, en San Esteban, mientras servía una consumición a un cliente. «Los bares recuperamos nuestro corazón», añadía.
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Ese simbolismo que supone la barra de un bar quedó patente hoy, el día en que entró en vigor el levantamiento de esta restricción. Pese a que el día invitaba más a ocupar las terrazas, no fueron pocos los clientes que optaron por tomarse su café, caña, vino o culín de sidra en la barra. «Llevaba casi un año esperando para tomarme la cerveza con un pincho de tortilla sentado en la barra. Y hoy por fin lo hice», comentaba Diego Alonso, sentado en la barra de uno de los bares de los bajos de El Molinón.
Otros, por contra, ni se enteraron que se reabrían las barras. Fue el caso de los valencianos David de Diego y Andrea Lozano. A la salida de la cafetería La Biblioteca, lamentaban que «no lo han anunciado suficientemente».
En el restaurante El Adelantado, de Avilés, Cristian Rivera apuntaba que el levantamiento de las restricciones desde ayer «se hace notar en la afluencia de gente para consumo rápido; en las mesas siempre te tomas más tiempo que en la barra». No obstante, en su caso «sí que hay movimiento; poco a poco, la clientela se va animando».
En el oriente, también había ganas de volver a tomar las barras. «Es lo que le da encanto a los bares, un chigre sin barra no es nada», aseveraban César Martín y Anabel Fernández mientras retiraban las mesas que tenían pegadas a la barra del Café Lismar de La Isla (Colunga), para dejar esta despejada y lista para volver a recibir clientes. «Teníamos muchas ganas de poder usarla otra vez. Ya ni nos acordamos de cuándo la usamos por última vez», agregaron.
La reapertura de las barras no es la única medida que se levanta. Desde hoy también se permiten los grupos de hasta diez personas en el interior, el mismo número que en las terrazas. Y permitir el consumo en los mostradores no significa que haya que bajar la guardia. La covid no se ha ido, sigue ahí al acecho, por eso la distancia entre clientes debe ser de 1,5 metros. Una distancia que Luis Fernández, propietario de la vinatería Carpe Diem, en la calle San Bernardo de Avilés, considera que «si se cumple la norma, no hay barra, y eso se nota».
La relajación de estas medidas supone una inyección de optimismo para el sector, que se temía tener que afrontar otro duro otoño e invierno con sus locales sujetos a restricciones, como ocurrió el pasado año. Aquellos negocios que pudieron hacer uso de terrazas, compensaron, aunque mínimamente, las pérdidas que suponían no disponer de barra y la obligatoriedad de reducir el número de mesas por la restricción de los aforos. Quienes no tuvieron esa suerte, fueron meses en los que apenas se cubrían los gastos. «El invierno será duro, porque la gente sigue con miedo y las constumbres se han ido cambiando, pero al menos poder servir en barra nos permite trabajar mejor», comentaba Fortuny.
Mientras los propietarios de cafeterías, bares, sidrerías o restaurantes aplauden la relajación de medidas, el otro sector de hostelería, el del ocio nocturno, se siente «discriminado». «Mientras el resto de establecimientos pueden abrir en función de su licencia, a nosotros nos continúan penalizando», explicó Santiago Figaredo, propietario del Gallery.
Los locales de ocio nocturno cierran hora y media más tarde que el resto de la hostelería, «cuando con el anterior horario, teníamos dos horas de margen». Por ello, desde su punto de vista, esta medida «apenas mejora el escenario anterior».
Compartiendo argumento con Figaredo, Rodrigo García, dueño del Oh La La de Gijón, lamentó que «nos sigan cobrando los mismos impuestos, cuando nos limitan la capacidad productiva». En su caso, ante la imposibilidad de trabajar por la noche, se adaptó al horario de tarde con el fin de mantener abierto su local. De momento, continuará abriendo de tardes, aunque cerrará a las 4 de la madrugada. En semejante tesitura, se encuentra ante uno de los asuntos más controvertidos. «¿En qué momento tengo que mantener la barra cerrada?», se preguntó al recordar que los negocios de ocio nocturno son los únicos que no la tienen operativa.
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