«Ana Pilar siempre tenía una sonrisa, te consolaba y te animaba»
Ana Pilar Tuya Santamaría. 52 años, Gijón ·
Familiares y amigos se despiden de esta vecina de Gijón, de 52 años, que regresaba a casa desde su puesto de trabajo en una empresa avilesina
MARCOS GUTIÉRREZ
OVIEDO.
Miércoles, 5 de septiembre 2018, 01:05
La capilla del tanatorio de El Salvador, en Oviedo, acogió ayer la despedida a Ana Pilar Tuya Santamaría, de 52 años, una de las cinco víctimas del accidente ocurrido el lunes en Avilés. Su viudo, Carlos Bermejo, no era capaz de articular ... palabra, abrumado por el dolor de la pérdida.
«Ahora mismo no me veo capaz de hablar», acertaba a decir minutos antes de comenzar la ceremonia religiosa con la que se le dio el último adiós a Ana. Se habían casado un par de años atrás y «era feliz», contaba una de sus compañeras de promoción en la Facultad de Derecho de la Universidad de Oviedo. El viudo había aportado al matrimonio tres hijos, que estaban desconsolados.
«Ana era una pasada de persona, siempre tenía la sonrisa en la boca. Te cuidaba y te animaba», destacaba entre lágrimas otra de sus amigas, que trabajó durante años como chófer de ALSA y, además, había compartido numerosos viajes con Ana. De aquellos trayectos que hicieron juntas, nació una amistad. «Ana tenía problemas de audición desde pequeña y a mí me ayudó mucho cuando me los diagnosticaron», recordaba.
Ana Tuya era vecina de Gijón y trabajaba en la empresa Cocinas y Armarios Asturcón, en Avilés, desde hacía años. Precisamente, se dirigía en autobús a su domicilio, a comer, cuando tuvo lugar el accidente que acabó con su vida. Sus familiares, extrañados por la tardanza y al tener noticia del siniestro, comenzaron a buscarla en hospitales de la región y a través de la Policía.
Varias compañeras de la promoción de 1984 de la Facultad de Derecho también se acercaron a El Salvador para honrar la memoria de Ana, «una mujer noble que no tenía ni una envidia». Según su pandilla universitaria, «era amante de la fotografía, las nuevas tecnologías y, además, de los perros».
«Era una buena compañera, siempre con una sonrisa en la boca y muy trabajadora», añadían. También destacaba su «talante noble y agradable» otra amiga con la que compartió un taller de empleo en La Curtidora.
El dolor era palpable en el funeral. Tanto que incluso hubo quienes acariciaron el féretro a modo de despedida. «Las palabras son siempre demasiado pobres, excesivamente pobres» en momentos tan duros como el que viven los familiares y amigos de Ana, decía el sacerdote que ofició la ceremonia, quien ofreció consuelo y ánimo a quienes lloraban su fallecimiento.
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