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Álvaro García López nació en Casa Consuelo, y eso marcó su carácter. Porque la casa de comidas que abrieron sus padres en Otur (Valdés) en 1935 se convirtió en un miembro más de la familia, al que él supo engrandecer hasta hacerlo trascender fronteras. « ... Casa Consuelo lleva mucho tiempo siendo un punto de referencia no solo en Asturias, también fuera», apunta al respecto el hostelero Abel Terente. Un oficio compartido le valió conocer a Álvaro y darse cuenta de que la suya era «una familia entrañable que te abría las puertas de su vida como las de su restaunrante, sin dudarlo un segundo». Álvaro García López dejó de hacerlo el pasado martes, cuando falleció a causa de una insuficiencia cardíaca congestiva.
El carácter del emblemático hostelero noroccidental era como el de su negocio, abierto. «En el comedor de Casa Consuelo coincidían obreros que iban por el menú con gente con mucho dinero de Luarca y alrededores», cuenta el periodista especializado en gastronomía, colaborador de 'Yantar' y exsubdirector de 'Abc', Carlos Maribona. «Álvaro era un tipo muy generoso, un buen profesional y una persona maravillosa que siempre estaba pendiente de todos. Si tardábamos más de lo normal en ir a visitarle ya nos estaba llamando», explica quien le conoció por mediación de un amigo de Luarca hace más de 25 años.
«Le gustaba mucho charlar, invitar y sacar botellas de vino», expone, precisamente porque veía su casa como la de todos cuantos entraban por la puerta. Que eran muchos. «Casa Consuelo consiguió convertirse en punto de referencia de cuantos viajaban entre Asturias y Galicia. Muchos, entre los que me incluyo, planificábamos nuestros viajes para que la parada a comer fuera en Otur», revela el crítico Eufrasio Sánchez. El colaborador de 'Yantar' recuerda que las plantillas del Sporting y el Oviedo hacían siempre la parada ahí cuando les tocaba enfrentarse a algún equipo gallego. «A veces, incluso, aprovechaban el viaje tanto a la ida como a la vuelta e iba todo el equipo, desde jugadores a técnicos y directivos; lo tenían como parada obligatoria y las fotografías que decoraban las paredes del negocio sirven de ejemplo», expone Eufrasio Sánchez.
Casa Consuelo, con Álvaro al frente, consiguió muchas cosas. Entre ellas, contribuyó a dar renombre al occidente asturiano y logró sobreponerse a la construcción de una autopista que dejaba al restaurante alejado de la desde entonces principal vía de comunicación de la rasa costera. Desde una N-634 que en la práctica pasó a ser una comarcal. «Reconozco que muchos tuvimos temor a que las nuevas comunicaciones afectaran al negocio, pero nada de eso, los viajeros se desviaban para ir, adrede, a comer donde los hermanos García López», expone Sánchez.
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«Hizo un gran trabajo dándole una nueva vida a una casa de comidas que, de lo contrario, iba a desaparecer, como tantas en Asturias», ahonda Maribona, quien explica que todo lo consiguió sabiendo mantener la calidad. Buena cocina y buen producto en una carta amplia cargada de platos de cuchara, de mar y carnes son prueba de ello. «Tienen de todo y todo de calidad, incluida la bodega», explica Sánchez, al tiempo que recuerda que aunque al principio era el hermano de Álvaro, Roberto quien se encargaba de gestionar la bodega, Álvaro era un gran aficionado y el encargado de mantener el nivel. De hecho, el hostelero estaba atento a todas las novedades para estar siempre a la última y cuando viajaba, enseguida se interesaba por algo. «Aunque todos los hermanos trabajaron en Casa Consuelo como segunda generación, era Álvaro el que tenía una visión panorámica del negocio», expone Sánchez. «Y el que lo comunicaba y te hacía partícipe», completa Abel Terente, mientras recuerda que la última vez que vio a su amigo fue en agosto. «Estuve echando la partida con él, su hermano Mon y un amigo después de comer. Le encantaba».
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Junto a la hostelería -formó un tándem formidable con su mujer, Araceli, hasta que esta falleció en 2018, unos meses antes de ver su negocio reconocido con la Caldereta de Don Calixto de EL COMERCIO-, su otra gran afición era la pintura. Por eso trabajó mucho para unir ambas en el certamen de gastronomía y pintura que organizaba cada dos años en su restaurante.
Amigos como Subijana, Arzak o Martín Berasategui lloran ahora su pérdida. El de Lasarte manifestó que «con la muerte del gran Álvaro se va un personaje único y profesional infatigable al que echaremos mucho de menos. Hoy brindamos por haber tenido la suerte de haberlo conocido. Mucho garrote para su familia».
Ahora será Alvarín, su hijo, el que estará al frente del negocio. Todos confían en él.
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