Francisco Javier Lavandera, en una imagen de archivo varios años atrás. E. C.
20 años de los atentados del 11-M

Lavandera: «Hoy, lo siento, pero no volvería a denunciar la trama de la dinamita»

El exvigilante del desaparecido club Horóscopo que denunció en 2001 a Antonio Toro y José Emilio Suárez Trashorras después de que le ofrecieran explosivos lamenta haber pasado «a la historia como el chivato»

Domingo, 10 de marzo 2024, 01:00

Ahora mismo con sobrevivir tengo bastante». Es la contundente afirmación de Francisco Javier Lavandera Villazón cuando se le pregunta cómo se encuentra veinte años después del atentado. Este gijonés de 58 años habría sido un mero espectador de la masacre como el resto ... de los españoles de no ser porque a dos de los asturianos detenidos tras la masacre los conocía de unos años antes. Fue en 2001 cuando en el club Horóscopo Antonio Toro Castro y José Emilio Suárez Trashorras le ofrecieron entrar a formar parte de un negocio de venta de dinamita en grandes cantidades. Hasta mil kilos le dijeron que podían poner a su disposición a la semana.

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Al principio no les creyó, pero cuando le enseñaron el maletero de un coche cargado de goma 2 Eco se llevó las manos a la cabeza y lo denunció. La cosa, con ser aterradora, no pasó de ahí porque sus denuncias no obtuvieron resultados desde el punto de vista policial, pero la publicación de una cinta con su voz en la que contaba lo que sabía de esta trama le cambió la vida. Hoy, desconectado de todo, alojado en una infravivienda en una aldea de Siero donde vive con su hijo de 21 años afirma: «Me arrepiento de haber denunciado. Viendo cómo estoy y que jodieron la vida a mi mujer [perdió la vida ahogada cuando se adentró en aguas del Cantábrico en diciembre de 2004], a mí y a mi hijo, no lo volvería a hacer». Porque se encuentra, dice, desamparado y lamenta «que ni las víctimas del terrorismo han tenido una palabra de ánimo hacia mí para seguir adelante o, quién sabe, para pensar que lo que hice aunque no sirvió de nada mereció la pena, pero nada...».

Recuerda que en los meses en que su nombre se dio a conocer, el juez Juan del Olmo que instruía el caso le prometió apoyo y le declaró testigo protegido, pero con el paso de los años ni se acordó de él. «A mí nadie me habla en el pueblo y estoy pensando en cambiar el apellido de mi hijo porque en cuanto ven que es hijo de Lavandera ni siquiera le dan trabajo». Sus condiciones de vida son duras. Dice sentirse bien mientras está rodeado de sus animales y siempre en compañía de su hijo Fran, pero si mira hacia atrás todo es rencor y sentimientos de contrariedad. «Siempre ha sido un clavario y además están intentando que caiga como un delincuente. Hace unos días vinieron unas personas a preguntarme si les vendía un arma. Pero ¿qué arma? Si yo no vendo ni armas ni nada. Están obsesionados intentando demostrar que soy un delincuente».

Ajeno a las conmemoraciones del atentado, Lavandera piensa que una masacre así puede suceder en cualquier momento por la falta de medios de las Fuerzas de Seguridad: «¿O no se dan cuenta de que los guardia civiles siguen a los narcos con lanchas de goma?». Desencantado insiste: «Yo he pasado a la historia como el chivato y la verdad, la realidad, es que todos somos víctimas de este sistema y de esta gentuza de delincuentes y de corruptos».

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'La cinta que pudo haber evitado el 11-M'

Este es el título del podcast narrativo que sigue a un hombre, Jesús Campillo, ex guardia civil, y a una grabación en cassette que cobrará una relevancia total tras los atentados del 11-M. En esa cinta, Francisco Javier Lavandera, que se mueve en el submundo de los clubes de alterne denuncia una obscena red de tráfico de explosivos. Esa prueba desatendida y olvidada en un cajón acabará apareciendo años después. Y provocará el caos entre los mandos de las fuerzas de seguridad, mostrando que no se hizo todo lo que se podía haber hecho para evitar que los yihadistas accedieran a la dinamita asturiana que acabarían usando en los trenes de Madrid. El testimonio del agente Campillo se complementa con el de la periodista Leticia Álvarez. A lo largo de dos capítulos el exagente de Información narra cómo obtuvo la información y cómo descendió a los infiernos cuando tras el atentado fue presionado para no desvelar el contenido de esa grabación. Campillo asegura que «hice lo que pude e insistí pero me quitaban del medio diciendo que eran 'campilladas'». Sobre Trashorras, el exminero avilesino al que denunció, asegura: «Pide perdón porque se enfrenta a una condena carcelaria insalvable».

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