Dolores Redondo y Santiago Posteguillo Dos grandes escritores superventas hablan de talento «El sistema educativo no quiere gente creativa, sino robots»
No es fácil juntarlos: son los grandes superventas de nuestro país, coleccionan premios y les persiguen los focos. Pero, en cuanto los reunimos para hablar de talento y creatividad, se entregaron a fondo. Son amigos, son críticos con nuestro tiempo y no eluden opinar. Se ‘mojan’.
Viernes, 30 de Diciembre 2022
Tiempo de lectura: 9 min
Se conocen de los saraos literarios y la afinidad se percibe enseguida. Ella hace novela negra y él, histórica, pero tienen mucho en común: los dos son Premio Planeta; son autores muy leídos; viven en pueblos lejos del ruido y los dos son reivindicativos.
XLSemanal. ¿La creatividad se aprende?
Dolores Redondo. Se puede entrenar.
Santiago Posteguillo. A Dalí le enseñarían perspectiva, y le vendría bien, pero a él se le ocurrió pintar unos relojes que se derretían. Eso no lo puedes enseñar. Y Paco de Lucía no sabía solfeo. Pero da igual, es un genio.
XL. ¿El sistema educativo español fomenta la creatividad?
D.R. Nunca se ha fomentado.
S.P. Lo más creativo que existe es el pensamiento. Y si hay algo que nuestro sistema educativo se esfuerza en no fomentar es el pensamiento. Sistemáticamente se reduce el espacio de las asignaturas de humanidades. No quieren gente creativa, quieren robots.
D.R. Quien tenga un niño o una niña que apunta hacia aspectos creativos que no se preocupe si no encaja en el sistema. Yo no encajaba y mi hija tampoco porque tiene sus propios criterios. Si tienes un niño que no encaja, deja que fluya: encontrará un camino para dar salida a esa creatividad.
S.P. Mi crítica sobre la educación es a un sector ideológico y a otro, porque el desastre es colectivo. La persona creativa lo tiene complicado porque se segmenta todo con eso que llaman 'competencias'. Pero curiosamente la competencia de la creatividad nunca la veo recogida en ningún texto, cuando es tan importante. Las empresas buscan gente creativa. El científico que descubre vacunas es creativo. Y eso no se fomenta.
«Nuestro sistema educativo no quiere gente creativa, quiere robots»
XL. ¿Cómo ven España de talento en ciencia, empresas...?
S.P. Talento hay.
D.R. Sí y viene una generación muy talentosa. Nuestros jóvenes tienen talento, capacidad y son muy críticos. Y leen, quizá no sentándose con el libro, pero están informados. Y critican todo, igual que hicimos nosotros.
XL. En ciencia estamos en los vagones de cola.
S.P. Porque la inversión es pobre. He oído a políticos de un lado y del opuesto del arco parlamentario llenarse la boca con que hay que invertir en investigación, pero nunca lo hemos notado en la universidad. Hay muchos científicos españoles en Estados Unidos y Europa. Se los rifan porque el mediterráneo es una persona de enorme creatividad y con un talento intuitivo. Los mediterráneos tenemos inspiración.
D.R. Y tenemos enorme capacidad de adaptación. Los guionistas españoles son superapreciados en Los Ángeles porque tienen la creatividad de los latinos, el poso europeo para escribir con pericia y son muy competitivos.
XL. ¿No es una pena que estén allí?
S.P. Claro. En España tenemos un vicio muy malo: la envidia. En el mundo anglosajón, el éxito se respeta.
D.R. Allí no te permiten hacer una declaración envidiosa delante de otros profesionales o sobre un tercero que no esté presente.
S.P. ¿Qué hacen los anglosajones con los Beatles o con Elton John? Los hacen 'sir'. En cambio, aquí, a Rafa Nadal, cuántas veces la prensa deportiva lo ha enterrado. Lo que pasa es que el hombre se empeña en volver a ganar Roland Garros otra vez y se lo tienen que comer. Pero qué ganas hay de enterrar a Rafa Nadal. Chico, ya se jubilará cuando él quiera.
XL. ¿Ustedes han percibido esa envidia?
D.R. Sobre ti mismo no porque esas manifestaciones se hacen por la espalda. Pero, como lo ves hacia otros, deduces que será hacia ti también.
S.P. Yo percibo que se hace una división entre alta literatura y literatura que llega a mucha gente. Como que la alta literatura es la buena y lo popular no tiene calidad. Eso sería lo mismo que decir que Shakespeare o Lope de Vega, que eran enormemente populares en su época, eran unos petardos. No puedes establecer que lo que tiene éxito es malo.
D.R. Yo lo percibí con mi primera novela, Los privilegios del ángel. La publiqué hace más de 12 años, con una editorial pequeñísima, y su recorrido fue igual de pequeñísimo. En los círculos literarios en los que me movía, me decían que la novela era magnífica y que daba diez vueltas a las ganadoras de premios de ese año. Pasó el tiempo y gané el Premio Planeta, entonces ni una de esas personas me felicitó. La novela era muy buena porque no la leía nadie.
S.P. Eso me ha pasado con Africanus. Cuando no me conocía nadie, había un grupo elitista que decía que yo era una maravilla. Ese mismo grupo, cuando he tenido éxito, me odia. Yo tengo mis 'haters' profesionales.
«Yo no encajaba en el colegio. Quien tenga un niño creativo que deje que fluya»
XL. ¿Le odian?
S.P. Hombre, escribir 66 páginas para machacar una novela mía... [se ríe].
D.R. Yo, todo lo contrario: me siento superquerida por los lectores y la prensa. Nunca he percibido saña, pero la he visto contra otros en círculos literarios o en las redes.
XL. El pensamiento es la base de la creatividad. ¿Cómo afectan los nuevos soportes de lectura?
D.R. Los jóvenes tienen otras maneras de 'absorber'. Mis abuelos también eran críticos conmigo cuando me veían leer cómics. Mi abuela pensaba que mirar dibujitos no era leer. Cine, cómic... el caso es que una historia llegue y que deje su poso.
S.P. Yo les digo a mis estudiantes: «No quiero que seáis como yo, quiero que seáis mejores». Yo he aprendido a desarrollar una serie de destrezas de concentración leyendo textos extensos. Yo no sé hacer lo que hacéis vosotros de leer no sé cuántos textos a la vez y saltar de un lado a otro. Si sois capaces de añadir a vuestras destrezas lo que yo os intento enseñar, vais a ser mejores. Quiero que podáis escribir un wasap, un tuit y un texto elaborado de 200 palabras o que podáis leer una novela. Yo no cuestiono cómo son ellos. Pero les falta concentración. Nuestra labor es fomentar en ellos esa otra forma de concentrarse.
D.R. Y descubrirán un mundo de placeres infinitos. Leer es de lo mejor del mundo. Escribir ya es inconmensurable.
«Los jóvenes 'absorben' de otra manera. Yo leía cómics y mi abuela decía que eso no era leer»
S.P. La poesía era totalmente de minorías hace 20 años y de pronto viene una revitalización brutal gracias a las redes sociales. Hay un montón de gente haciendo poesía y hablando de ella. Respecto a las redes, les digo a mis alumnos que se conecten también a los medios de toda la vida... y de orientación distinta.
D.R. Eso es importante para el espíritu crítico.
S.P. Como escuchar música. Mi hija, de 16 años, está con el trap. Yo le pongo a Janis Joplin, a Amy Winehouse y va entrando, pero no le desmonto lo suyo. Hay que fomentar que se abran.
D.R. Ellos y nosotros. Mucha gente me ha dicho: «Como la música de los ochenta, nada». Y yo les digo: «¿Pero escuchas música actual?». Hay gente superinteresante. Voy a nombrar a un rapero, Kase.O, porque, si no, mi hija me mata. El rap hay que escucharlo, habla de todo: la depresión, el suicidio, la corrupción...
«Cada generación debe luchar por la libertad o llega la distopía. No hemos cambiado desde el neandertal »
S.P. A William Faulkner le criticaban que, antes del Premio Nobel de Literatura, hiciera guiones de cine. Hollywood de los años treinta era como los videojuegos de hoy. A lo mejor el Nobel de Literatura del año 2040 está haciendo ahora guiones para videojuegos.
D.R. De adolescente, yo era bastante punki. Los adultos eran muy críticos con lo que hacíamos, con los pelos largos, con todo lo nuestro.
S.P. Aristóteles decía que con esa juventud adónde iban. Y llegó Alejandro Magno y cambió el mundo.
XL. Talento artístico sí tenemos. ¿Y en otros campos?
S.P. Talento científico también. Teníamos todo el talento para haber sacado en España una vacuna covid a la vez que Pfizer, pero no hubo inversión.
XL. ¿Qué es lo que falla? ¿Los políticos?
S.P. Sí, totalmente.
D.R. Los años ochenta apuntaban a una apertura cultural, de igualdad real, de respeto... Y no sé por qué eso luego se ha frenado. Recuerdo ir a pedir información al Politécnico de Pesca del Cantábrico y decirme que yo no podía apuntarme porque era una chica. Yo no podía ir a la mar y ahora hay chicas capitanes de barco. Hemos avanzado, pero esperaba más.
S.P. La naturaleza humana no ha cambiado desde el neandertal. Tenemos unas inercias muy malas que Orwell describe muy bien, donde unos pocos intentan quedarse con todo. Siempre hay que luchar por la utopía porque, si no lo hacemos, acabamos en la distopía. Cada generación tiene que luchar por la libertad. Ahí la cultura juega mucho, porque el conocimiento del pasado ayuda en esa lucha.
«Cuando se adaptaba la 'Trilogía del Baztán', tuve que luchar mucho por la protagonista, porque me la ponían como una mema todo el día llorando»
XL. ¿Qué es lo más sorprendente que les ha comentado un lector?
S.P. En una de mis novelas, uno de los amigos de Trajano, Longino, es cojo. Vino una persona en silla de ruedas a una firma y me agradeció haber dado importancia a un personaje con cojera. Yo no lo había pensado.
D.R. Y no es algo calculado como decir «voy a incluir cuotas».
XL. ¿Qué opinan de que lo políticamente correcto o las cuotas interfieran en la creación?
D.R. Sería terrible que introdujeras un personaje por cuota. En una ficción tiene que haber autenticidad, y la autenticidad proviene de las emociones. Has de ser honesto al elegir un personaje.
S.P. Lo políticamente correcto puede llegar a ser tremendamente incorrecto. Estoy con el reconocimiento de los derechos de las minorías de quienes han estado oprimidos, como las mujeres. Pero no puedes hacer una versión de 'Persuasión', de Jane Austen, donde en el siglo XIX hay aristócratas negros y la hermana de la protagonista está casada con un negro. Y no te lo pierdas, tiene niños mulatos... en 1815. Alteran el pasado. Parece que no existió la esclavitud.
D.R. Yo me he encontrado con la versión contraria. Cuando se estaba adaptando la Trilogía del Baztán, tuve que luchar mucho por la protagonista, Amaia Salazar, que es una eficiente policía. Con la primera versión del guion se me caían las lágrimas porque estaba llena de conceptos machistas. Un ejemplo: 20 policías corren por el lecho de un río y solo se cae Amaia. Yo preguntaba «¿por qué?». Y me dicen que «porque los lechos del río resbalan». Y yo digo: «Pues que se caiga un tío, que van 20 con ella». Amaia parecía una mema y me la ponían todo el día llorando.
«Escribo desde la indignicación. Cuando me atasco, digo: 'Ahora se van a enterar', me motivo, pongo un discurso político y ahí lo echo todo»
XL. ¿Qué le indigna?
S.P. La clase política. Sitúo mis novelas hace dos mil años en Roma, y ahí digo lo que pienso. Escribo desde la indignación ante las injusticias de mi tiempo.
D.R. Yo parto de algo que me enfada. Escribo desde la rabia, es el motor.
S.P. Lo es. Cuando me atasco, digo: «Ahora se van a enterar» y pongo un discurso político y ahí lo echo todo.
XL. ¿Qué le indigna de la clase política?
S.P. El egoísmo y la falta de formación. Es patético el proceso de degeneración de nuestra clase política desde la Transición hasta ahora. Ya me gustaría a mí ver un debate en el Senado como los enfrentamientos entre Cicerón y César.
D.R. Mi opinión la vierto en mis libros. Como decía Ana María Matute: «Si queréis encontrarme, buscadme en mis libros». Ahí estoy.
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