Paul McCartney, Eminem, Jay-Z... De productor a guía de autoayuda El gurú que hace terapia a las estrellas
Es mucho más que el gran productor de nuestro tiempo. Rick Rubin es un gurú, el hombre al que las grandes estrellas de la música acuden para que les extraiga lo mejor de sí mismos. Cuenta ahora sus secretos en un libro que encaja a la perfección en los retos del incierto mundo laboral de nuestros días.
Viernes, 26 de Mayo 2023, 11:21h
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Acaba de aprender una nueva técnica de natación. Dice que ha sido una de las cosas más difíciles que ha intentado en su vida, y eso que ha intentado unas cuantas, la mayoría de las cuales han dado pie a grandes éxitos. A saber: descubrir a los Beastie Boys, grabar a Johnny Cash, el bombazo de los Red Hot Chili Peppers, el renacimiento de Metallica... Pero reaprender a nadar, eso sí ha sido complicado, insiste Rubin. El gurú de las estrellas [en la imagen de apertura] nació en Nueva York, pero vive en Malibú (California) y tiene 60 años. Está casado con la modelo Mourielle Hurtado y tienen un hijo de 6 años al que han llamado Ra.
La nueva técnica se llama total immersion swimming y se basa en la idea de que un cuerpo se mueve más rápido por el agua cuando se desliza por ella, cuando flota. Y, para flotar, el cuerpo debe estar horizontal. Porque cuando nadas con la técnica habitual atraviesas el agua, explica: la cabeza arriba y las piernas hacia abajo. Pero él ha aprendido a estirarse y ya no avanza entre salpicones por el Pacífico; se desliza por él.
«Durante 20 años fui un vegano enfermo y con sobrepeso; llegué a pesar 145 kilos. Mucha gente se hizo vegana por mí. Ahora solo como carne»
En el fondo, la clave de su vida siempre ha estado ahí: reducir el pataleo y flotar. Pasó de ser un nerd de la música con sobrepeso, siempre escondido detrás de su melena, su larga barba y sus gafas de sol, a convertirse en gurú de los músicos de renombre que buscan patalear menos y flotar más. Paul McCartney es solo el último de ellos.
Shangri-La, donde graba Rubin, es un antiguo rancho a 60 kilómetros de Los Ángeles. En los setenta, Bob Dylan y The Band montaron allí un estudio a su medida. El autobús que Dylan usaba en sus giras, ahora transformado en otro estudio, está aparcado en el jardín del rancho. A Kanye West le encantaba grabar ahí, dice Rubin.
Atención plena y máxima amabilidad
Se quita sus Crocs y se sienta como los indios en una silla de jardín. Ha perdido 30 kilos en la última década. «Sí, durante 20 años fui un vegano enfermo y con sobrepeso, llegué a los 145 kilos –revela–. Mucha gente se hizo vegana por mí, pero ahora solo como carne». Rubin fue a ver al médico tibetano del dalái lama capaz de percibir siete pulsos diferentes. En ello basa sus diagnósticos. Después de examinar los de Rubin, le dijo: «Necesita un caldo de huesos ya». Rubin, indignado, replicó: «¡Soy vegano!». «Si no lo hace, morirá», insistió el tibetano.
No toca bien ningún instrumento ni sabe de tecnologías de grabación, pero conecta con los artistas. Esa es la clave
Desde aquel día se alimenta solo de carne de ternera criada con pastos naturales. «Dieta carnívora» se llama. Volver a comer carne fue duro; incluso repugnante, como hacerse caníbal. Al igual que muchas personas espirituales, siempre intenta «estar en el momento presente». Eso significa prestarle atención total a su interlocutor y exhibir amabilidad máxima.
En el libro, conviene advertir, no se menciona un solo nombre ni se cuenta una sola anécdota sobre los grandes músicos con los que ha colaborado. Sus páginas son un tratado filosófico-espiritual sobre la creatividad. Para sus editores, revela el autor, aquello no tenía sentido: ¿un tipo conoce un montón de historias sobre los mayores mitos de la cultura popular y se niega a contarlas? De locos. Pero no tardaron en darse cuenta de que Rubin no estaba dispuesto a ceder. Había pasado muchos años trabajando con la ayuda de escritores profesionales y le había resultado «mucho más difícil que grabar con músicos».
Rubin revolucionó la escena rap en los ochenta al impulsar con su sello Def Jam las carreras de Beastie Boys, Run-DMC o Public Enemy; hizo lo propio con bandas de rock duro como Slayer, The Cult, Danzig, AC/DC y Red Hot Chili Peppers, y ayudó a Mick Jagger a lograr el mayor éxito de su carrera en solitario. Grandes éxitos para el universo musical, sin duda, pero que palidecen ante su gran obra.
En 1994, el legendario Johnny Cash malvivía a sus 62 años, destrozado por las pastillas y el alcohol, cuando Rubin se lo llevó a su estudio de Malibú y allí, reduciendo el mito a su esencia, a su inconfundible voz profunda y su guitarra, recuperó el alma de uno de los músicos capitales del siglo XX. 'El hombre de negro' vivió de pronto un postrero momento de gloria, hasta su muerte, en 2003, y Rubin alcanzó el estatus definitivo de gran gurú musical.
De Jay-Z, Kanye West o Lady Gaga a Black Sabbath, Metallica, Tom Petty, U2 o Neil Young; de Adele, Neil Diamond, Ed Sheeran o Lana del Rey a Imagine Dragons, Sheryl Crow, Kesha o Shakira; la lista de músicos atraídos por las habilidades de Rubin es extensa y ecléctica al extremo.
Los silbidos de Neil Young
Rubin no toca bien ningún instrumento ni es experto en tecnologías de grabación; simplemente sabe lo que le gusta, tiene criterio y, sobre todo, conecta con los artistas. Esa es la clave.
Hace unos meses, por ejemplo, lo visitó Neil Young, ídolo de Rubin desde niño. El músico, de 77 años, le contó que, cuando salía a caminar por las montañas, se ponía a silbar. «No soy de silbar –le dijo– ni se me da bien, pero lo que silbo me parece interesante». No eran melodías conocidas. Empezó a grabarlas en su móvil y se las enseño. Y ese es justo el tipo de cosas que le gustan a Rubin: conexión con la naturaleza y un momento inexplicable de genialidad. No sonaban a canciones de Young, «venían de un lugar fuera de él», pensó Rubin, y lo ayudó a transformarlas en World record, uno de sus mejores discos en años.
Con este enfoque entre místico y pragmático, Rubin lleva años experimentando sobre la creatividad y la forma de liberarla con cientos de músicos. Un aprendizaje que plasma ahora en The creative act: a way of being, un libro convertido ya en lectura y análisis obligatorio para artistas, intelectuales y empresarios de toda condición.
En el libro, conviene advertir, no se menciona un solo nombre ni se cuenta una sola anécdota sobre los grandes músicos con los que ha colaborado. Sus páginas son un tratado filosófico-espiritual sobre la creatividad. Para sus editores, revela el autor, aquello no tenía sentido: ¿un tipo conoce un montón de historias sobre los mayores mitos de la cultura popular y se niega a contarlas? De locos. Pero no tardaron en darse cuenta de que Rubin no estaba dispuesto a ceder. Había pasado muchos años trabajando con la ayuda de escritores profesionales y le había resultado «mucho más difícil que grabar con músicos».
«¿Más incluso que meterse al estudio con los Metallica cuando estaban peleados?». «Sí». Dice que el libro trata sobre la fuente (the source) que existe en todos nosotros, pero también en todas las cosas, en el cosmos que nos rodea. Para Rubin, todos somos artistas. El ser humano es incapaz de no crear arte: ahí están el Golden Gate de San Francisco, el White album de los Beatles, el Guernica, la basílica de Santa Sofía, el destornillador Phillips, el iPad… Todo es arte, escribe Rubin. Todo es expresión de la creatividad humana.
Todos tenemos 'esa fuente de creatividad' en nuestro interior, pero en este mundo moderno muchos no sabemos cómo acceder a ella. Para ayudar a encontrarla, Rubin se sirve de planteamientos orientales. Ha creado su propio tao, su zen o su 'estrategia de gestión' a partir de métodos budistas, confucianos y ayurvédicos. Por ejemplo, para deshacer los bloqueos que a veces afectan a los músicos, cuenta con un completo repertorio de ejercicios, como avanzar poco a poco, escribiendo una sola línea al día, da igual lo buena o mala que sea. O cambiar de rutina, por ejemplo, tocar a oscuras; o alterar la mecánica habitual subiendo a tope el volumen de los auriculares, lo que hace que los músicos toquen más bajo y con mayor suavidad.
El resultado es un libro de autoayuda para la élite creativa global narrado en 78 breves capítulos. Para Rubin era importante este número porque, según doctrinas orientales, es un número positivo. En definitiva, en sus páginas habla de atención, de armonía con la naturaleza, de escuchar a los demás sin prejuicios, de confiar en el propio criterio… nada que no esté en otros libros de autoayuda, solo que aquí los consejos los da una de las cien personas más influyentes del mundo, según la revista Time.
Rubin ha tocado la fibra sensible de varias generaciones. Ha escrito para una era pospandémica, en la que muchas personas han revisado por completo su vida. Por eso les resulta tan atractivo abrir el libro de Rubin y leer que su voz interior los llevará a la fuente de su creatividad. Trabajar menos, ser más autónomo, prestarse más atención a uno mismo…
Bien mirado, lo que Rubin ofrece a sus lectores es un programa típicamente californiano: sencillez, espiritualidad, autooptimización y conexión con la naturaleza, todo ello unido a una cuenta bancaria llena de ceros. Es despiadadamente moderno y, a la vez, brutalmente reaccionario.
Cómo rescatar a Johnny Cash
Sacados de contexto, todos sus consejos parecen triviales, pero hay que reconocer que Rubin ha puesto los suyos a prueba con los mayores creadores de nuestro tiempo. Por ejemplo, con Johnny Cash. Cuando Rubin fue a buscarlo en 1993, dio con 'el hombre de negro' en un restaurante al sur de Los Ángeles, donde el artista interpretaba sus canciones mientras el público cenaba sin prestarle atención. Cash llevaba 20 años sin grabar y lo habían echado de dos discográficas. No tenía ni idea de quién era Rubin, pero su mánager le dijo que hablara con aquel hombre tan peculiar.
«¿Qué va a hacer usted que no hayan intentado ya otros productores?», le preguntó Cash. «No lo sé –respondió Rubin–. Veamos qué pasa». En el primer encuentro en casa de Rubin no hablaron mucho. «Pero las energías fueron buenas –dice–. Hablamos poco y con amabilidad, pero sentí que lo importante no era de qué habláramos». En el segundo, Cash se sentó con su guitarra en el salón de Rubin y le tocó todas las canciones que seguían significando algo para él. Rubin las grabó como referencia para trabajar sobre ellas, luego contrató un grupo con los mejores músicos de estudio, a los que se sumaron integrantes de Red Hot Chili Peppers, y los puso a tocar temas con Johnny Cash. El resultado fue bueno, dice Rubin. «Pero lo que me emocionó de verdad fueron las sesiones que grabamos en el salón. Solo la voz de Johnny y la guitarra acústica».
Convenció al considerado rey de la música country de que era eso lo que tenían que grabar. American recordings fue el álbum 81 de Johnny Cash y salió en primavera de 1994. Aquel disco inauguró una nueva carrera para Johnny Cash, y hoy es parte del canon de la música americana. También es de lo mejor y más conocido que Cash creó en su vida. Rubin consiguió que Cash volviera a liberar su 'fuente'.
Tras dos horas de conversación, Rubin dice que hay que exteriorizar todas las ideas, que hay que seguir hasta haberlo hablado todo. ¿De verdad tiene tanto tiempo? Por supuesto que no, responde. «Mi gente de prensa siempre me dice que debo despachar estas entrevistas en 20 minutos, pero estamos aquí porque ustedes y yo pensamos que es interesante que lo hagamos. Si hablamos, deberíamos sacar lo máximo posible de la experiencia, ¿verdad? No creo que el sentido de la vida sea ir con prisas». Y, dicho esto, Rick Rubin sigue un buen rato más sentado al sol, hasta que ya no queda nada más por hablar.
© Der Spiegel
Tres consejos 'místicos'
Un propósito superior: «Nuestro trabajo encarna un propósito superior. Lo sepamos o no, somos un conducto para el universo. La materia pasa a través de nosotros. Si somos un canal, nuestra intención refleja la intención del cosmos».
El momento de la idea: «Si tienes una idea que te entusiasma y no la haces realidad, la idea encontrará su voz a través de otro creador. Esto no se debe a que el otro artista te haya robado la idea, sino a que ha llegado el momento de la idea».
Seguir al universo: «No siempre es fácil seguir la sutil información energética que emite el universo, especialmente cuando tus amigos, tu familia o aquellos con un interés comercial en tu creatividad te dan consejos que desafían tu conocimiento intuitivo. En la medida de mis posibilidades, he seguido siempre mi intuición. Es mejor seguir al universo que a los que te rodean».
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