Viernes, 07 de Febrero 2025, 10:01h
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La idea budista de vivir en el llamado presente es imposible y contraria a la realidad, porque nuestras vidas se construyen en torno a un futuro necesariamente imaginado. Estamos en constante diálogo con este mundo fantaseado; una conversación continua sobre nuestros trabajos, nuestras actividades creativas, el sexo, nuestras parejas o el dinero. Quizás sea el futuro aquello que ocupa con más frecuencia nuestros pensamientos.
Al sentirse abandonadas económica y socialmente, a raíz de una epidemia mundial de soledad, muchas japonesas mayores están recurriendo al encarcelamiento para encontrar comunidad y apoyo
Pero ¿qué ocurre cuando el futuro no es más que un lugar amenazante, vacío de toda esperanza? ¿Cómo proyectarnos en él cuando sólo lo podemos ver triste, precario, solitario y final?
En Japón, desde hace unos años, se produce un fenómeno que me temo que pronto se extenderá a otros países. En diciembre el Centro Nacional de Estadísticas de Salud clasificó a Japón, conocido por el envejecimiento de su población, como el país más saludable para envejecer. Y, sin embargo, sintiéndose abandonadas económica y socialmente, a raíz de una epidemia mundial de soledad, muchas mujeres japonesas mayores están recurriendo al encarcelamiento para encontrar comunidad y apoyo. En otras palabras: mujeres que nunca han delinquido en su vida deciden robar para que las metan en la cárcel y así tener un techo y comida caliente y, sobre todo, compañía.
La cárcel de mujeres más grande de Japón se ha convertido en el hogar de un número cada vez mayor de personas mayores. La CNN informó de que el número de reclusas de 65 años o más casi se cuadruplicó entre 2003 y 2022.
«Hay incluso gente que dice que pagaría si pudiera vivir aquí para siempre», dijo Takayoshi Shiranaga, un funcionario de la prisión de mujeres de Tochigi, situada al norte de Tokio, durante una entrevista con CNN en septiembre.
«Hay gente que viene aquí porque hace frío o porque tiene hambre, y otros porque se sienten solos», afirma Shiranaga.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) informa de que el 20 por ciento de las personas mayores de 65 años en Japón vive en la pobreza.
En 2022, más del 80 por ciento de las presas de edad avanzada en todo el país estaban en la cárcel por robar, según el Gobierno japonés. Casi una de cada cinco mujeres encarceladas en Japón es anciana. Sus delitos suelen ser menores y nueve de cada diez han sido condenadas por hurto en tiendas.
En Japón, el cuidado de los ancianos solía ser responsabilidad de las familias y las comunidades, pero eso está cambiando. Entre 1980 y 2015, el número de ancianos que viven solos aumentó más de seis veces, hasta alcanzar unos seis millones de personas.
Según una encuesta realizada por el Gobierno, la mitad de las personas mayores que son sorprendidas robando viven solas. El 40 por ciento de ellas no tiene familia o rara vez habla con sus parientes. Estas personas suelen decir que no tienen a nadie a quien recurrir cuando necesitan ayuda. Sólo una extrema desesperación las empuja a querer vivir con sopa de miso, pero sin libertad.
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