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Un apetito de película ¿Por qué comemos tanto en las salas de cine? (Hay una explicación científica)

Comer palomitas en las salas de cine es para muchos un ritual, pero para quienes hacen y proyectan películas es una estrategia. La relación entre salas de cine y comida no es casualidad y hasta tiene gran parte de base científica. Te contamos cómo estimulan tus sentidos para que siempre caigas en la tentación.    

Miércoles, 23 de Agosto 2023

Tiempo de lectura: 5 min

Casi como si se tratase de un ritual, antes de sentarse en sus butacas a disfrutar de una película en el cine, la mayoría de los espectadores tiene una regla de oro: comprar palomitas (y si son del tamaño grande, mejor). Una vez comienza la proyección, se activa la cuenta atrás para llegar al final del bote y –seamos claros– también para evitar que tu acompañante te robe más de la cuenta. Pero, ¿por qué se despierta el apetito de manera intensa mientras vemos una película?

El fenómeno de sentir hambre mientras disfrutamos de una película en la pantalla grande tiene mucho que ver con el entorno en el que comemos. Y es que el espacio produce un importante impacto en nuestras elecciones y comportamientos a la hora de comprar comida.

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¿Quién inventó las palomitas?El origen de las palomitas se remonta a la Gran Depresión, cuando estos piscolabis de maíz comenzaron a hacerse populares, principalmente por su precio: 5 o 10 céntimos. Pero no fue hasta después de la Segunda Guerra Mundial —contexto en el que fue de los pocos productos a los que no se limitó su producción—  cuando su consumo se vinculó a los cines. En parte, gracias a la estrategia de Julia Braden, una mujer que propuso montar los puestos de palomitas dentro del cine y, a cambio, ofrecía al dueño de la sala un porcentaje de las ventas.

Por eso los cines buscan crear un espacio sensorial 'prefabricado' con una iluminación tenue que cree un ambiente relajado y centrado en la pantalla. Es una estrategia que también utilizan los restaurantes de lujo para animar a los comensales a comer más, condicionando su estado de ánimo. Sarah Lefebvre, profesora de marketing en la Universidad Estatal de Murray, en Kentucky, Estados Unidos, destaca que la disminución de la iluminación nos induce a estar más relajados, y en ese estado tendemos a consumir más porque la preocupación por la cantidad de comida que ingerimos se desvanece, no le prestamos atención.

La disminución de la iluminación nos relaja y, en ese estado, tendemos a consumir más porque la preocupación por la cantidad de comida que ingerimos se desvanece

La iluminación baja no solo influye en la cantidad que comemos, sino también en nuestras preferencias a la hora de elegir. Hay estudios que demuestran que, en ambientes con poca luz, las personas tienden a optar por comidas más 'indulgentes' en lugar de saludables. Esta tendencia se amplifica en el cine, donde la distracción con la trama en pantalla juega un papel adicional. Es aquí donde las palomitas de maíz, un snack poco atractivo en otros lugares, se convierten en un capricho reconfortante. Del que siempre queremos más.

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Las costumbres cambian, pero no del todo. La preferencia a la hora de 'pecar' en el cine está clara. El 54 por ciento de los asistentes son fieles a las palomitas. Aunque otros snacks como los nachos con queso, las patatas fritas o las porciones de pizza ya se encuentran en la segunda posición.

Incluso el sabor de los alimentos se ve influenciado por la iluminación. Lefebvre explora la 'compensación sensorial', una teoría que sugiere que la privación de un sentido puede intensificar otro. En un estudio, descubrió que en condiciones de poca luz, los alimentos con un único matiz de sabor, como dulce o salado, saben mejor que cuando están iluminados. Sin embargo, cuando se agrega un segundo elemento de sabor, la diferencia que experimentamos al comerlo en un lugar iluminado u oscuro, disminuye.

Al no ver la comida, los alimentos con un único matiz de sabor, como dulce o salado, nos saben mejor que cuando están iluminados

En el apetito que se nos despierta en el cine también intervienen otros factores ambientales como el aire acondicionado de las salas. Una temperatura baja consigue que queramos comer más, puesto que el frío consume nuestras reservas de energía y hace que el cerebro envíe señales en busca de más calorías. Y los cines, obviamente, aprovechan esta técnica de termostato.

¿Y lo que hay en la pantalla no afecta en el apetito? Evidentemente, las películas en sí mismas desempeñan un papel determinante en nuestro ritual gastronómico en el cine. De hecho, los personajes y la trama pueden moldear nuestro apetito durante la proyección.

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El tipo que más y mejor come en pantalla. Brad Pitt es uno de los actores de Hollywood que más disfruta de la comida en la gran pantalla, pero también de los que más incitan a que tú también lo hagas. Solo ver a alguien disfrutando de la comida activa nuestras neuronas espejo y despierta nuestro apetito.

Seguro que te ha pasado alguna vez que has visto a un personaje comiendo una hamburguesa o cualquier otra apetitosa comida en una escena y has cogido un gran puñado de palomitas. Así lo explica Vivien Shuo Azhou, profesora de estudios de comunicación en la Universidad Bautista de Hong Kong: «Las acciones de los personajes de las películas, particularmente cuando están comiendo, crean patrones en la forma en que come la audiencia».

Se trata de un efecto de imitación –o experiencia vicaria– donde los espectadores comen cuando los personajes lo hacen, a modo de imitación. Aunque no ocurre siempre, solo cuando las personas se identifican con los personajes de la película, aclara Zhuo. Además, añade: «Comer es un comportamiento relacionado con objetivos, y cuando nos preocupamos por un personaje, inconscientemente adoptamos sus objetivos como propios».

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Un mundo rosa. Son varias las cadenas de cine que han aprovechado el éxito de Barbie para ofrecer a los espectadores una edición especial (y muy rosa) en su oferta gastronómica: palomitas y vasos de refrescos guardados en las cajas de la muñeca.

Algunos cines en los que se permite cenar dentro de la sala llevan esta relación entre la película y la comida un paso más allá, ofreciendo elementos temáticos del menú que coinciden con la trama de la película. Por ejemplo, ante el fenómeno de la película Barbie, el menú edición limitada de palomitas rosas en las cajas de las muñecas está siendo un éxito rotundo entre los asistentes de todas las edades.

Una temperatura baja hace que queramos comer más, en busca de más calorías. Y eso también explica el uso, y abuso, del aire acondicionado en las salas

Pero la intensidad con la que se devoran las palomitas no es la misma durante toda la película. Las escenas finales son el momento con más posibilidades de que el público deje a un lado su bote de pop corn  y saque su lado más goloso con un aperitivo dulce. Lo demuestra un estudio de 2017 en el que los espectadores que pudieron disfrutar de ambos tipos de snacks –dulces y salados– durante toda la proyección, se decantaron por el dulce hacia el final. «Descubrimos que cuando las personas están expuestas a una escena en la que se está terminando de comer, tienden a elegir más los M&M», explica Zhou. Ya seas de dulce o de salado, la próxima vez que te encuentres en una sala de cine con un apetito insaciable, recuerda que no estás solo en esta experiencia.