Cómo educar a un perro guía Animales que cambian la vida Los lazarillos del futuro

La lista de espera es enorme. Más de 400 personas aguardan para tener uno de los perros guía adiestrados en esta escuela de la fundación ONCE, la única reconocida internacionalmente. Aquí se selecciona, cría y forma a los lazarillos del mañana. Entramos en sus instalaciones para descubrir cómo se preparan estos héroes peludos.
Júpiter no lo sabe, pero está a punto de irse de vacaciones a Canarias. Es un labrador de 6 meses y, cuando cumpla 2 años, se convertirá en lazarillo de una persona con visibilidad reducida. Estamos en la Fundación ONCE del Perro Guía, de aquí han salido ya 3800 canes –802 hoy en activo–, pero no son suficientes. Más de 400 personas esperan a que alguno de los 213 cachorros nacidos en el centro culmine su adiestramiento.

«Muchas veces, por la calle, nos encontramos a alguien con perro guía y le contamos que Júpiter también lo va a ser. Se emocionan y nos dan las gracias por nuestro trabajo». Habla Guillermo Miquel, educador de Júpiter hasta que cumpla el año y vuelva a la fundación a completar su adiestramiento. Júpiter vive con Guillermo y con su pareja, María García, desde hace cuatro meses. Residen en Madrid, pero son tinerfeños y en verano vuelven a casa con su 'huésped', pero Júpiter no ha acabado su formación y no puede subir a un avión. ¿Solución? Tren a Huelva y barco a Tenerife.
Uno de los objetivos de dejar a los perros con una familia por un año es, precisamente, que se habitúen a distintas situaciones: una oficina, el cine, la calle… o un viaje a Canarias.
Antes de convertirse en educadores, Guillermo y María pasaron un proceso de selección. Rellenaron un formulario en la web perrosguia.once.es y se puso en contacto con ellos un supervisor de la fundación. «Me entrevistó por teléfono y después en persona para asegurarse de que teníamos un interés real y de que nos podemos ocupar correctamente de él», cuenta Guillermo. A cambio, la fundación corre con los gastos de comida y veterinario. Requisitos: vivir en la Comunidad de Madrid, acudir a las revisiones veterinarias y educar y cuidar al cachorro; que no debe quedarse solo más de dos horas y ha de recibir una educación básica para convertir al perro en una extensión de su persona cuando empiece a desempeñar su labor. La fundación invierte en cada animal más de 30.000 euros, coste que no repercute al usuario.

Servicio de calidad
«Les enseñamos instrucciones sencillas del tipo: 'quieto', 'sienta', 'échate'…, que vaya siempre a tu lado izquierdo, que se pare en los pasos de peatones…», explica Estela Pérez Lázaro. Ella también fue educadora de Maga, que estuvo en su casa, en principio, para un año. Al final se decidió que Maga fuera reproductora de futuras camadas de perros guía. Lleva con Estela casi cinco años y se acaba de jubilar tras dar a luz a cuatro cachorritos que corretean por la escuela de adiestramiento.

«Durante los dos primeros meses de vida, los cachorros están en contacto con la gente –explica Ana Járabo Sánchez, responsable de calidad del Departamento de Cachorros de la Fundación ONCE del Perro Guía–. Deben acostumbrarse a las personas, a los ruidos, aprender jugando a superar distintos obstáculos o a no tener miedo». Mientras habla, Xarda, Xati y Xugus corretean por la arena de una especie de parque infantil con un tobogán, un autobús de juguete o un tubo que atraviesan de principio a fin.
Ana entró a trabajar en la fundación hace más de 30 años, uno después de su inauguración. Es el único centro en España reconocido por International Guide Dog Federation, la organización mundial que certifica el cumplimiento de los estándares de calidad en la materia. «Lo más sorprendente es ver cómo un perro guía le puede cambiar la vida a una persona. Muchas veces nos dicen que es lo mejor que le ha pasado en la vida; a menudo, llorando», revela.
Es importante no acariciar a un perro guía cuando su dueño lo tiene cogido: el animal está trabajando y debe estar concentrado
Se trabaja principalmente con tres razas: labrador retriever, golden retriever y pastor alemán. La primera es la más habitual, por su carácter sociable y su versatilidad. Se buscan animales seguros de sí mismos, sin miedo a los ruidos, obedientes y con voluntad de trabajo y capacidad de concentración. En cierto modo, se trata de minimizar instintos naturales de caza o guarda que todo can presenta en mayor o menor medida. Por supuesto, cualquier señal de agresividad lo inhabilita para ejercer su labor. También se utiliza el caniche gigante o una mezcla de este con labrador (el 'labraniche') que presenta una cualidad extra: un pelaje muy adecuado para personas alérgicas al pelo canino.

La selección de los animales, en todo caso, va mucho más allá de la raza. «Seleccionamos a los reproductores y los cruces más aptos atendiendo a las características de cada uno: su constitución, su carácter…», explica el veterinario Simón Martí Angulo, director del servicio de cría de la escuela y otro veterano que lleva aquí casi desde que arrancó el centro. «Hay un control clínico y genético para descartar patologías como displasia o atrofia de retina, problemas cardiacos…», explica. También pasan un test comportamental que evalúa su respuesta a distintas situaciones. «Deben sacar un notable alto», añade.
Son perros seguros de sí mismos. Se les enseña hasta desobediencia inteligente, a no seguir instrucciones si estas conllevan riesgo
Una vez seleccionados, los reproductores viven con las familias cuidadoras. Cuando arranca el celo, las hembras van al centro y se les realiza una inseminación artificial con semen congelado. En 2022 nacieron aquí 213 cachorros, que viven ya con una familia educadora hasta cumplir el año, cuando volverán al centro a completar su adiestramiento. Siguen siendo pocos para atender a todas las solicitudes. Por eso se están ampliando las instalaciones.

Adiestramiento callejero
«Lo primero es analizar al perro unas tres semanas para saber la metodología que se va a seguir». Mientras habla, la instructora de movilidad con perro guía Pilar Legidos Ramón va dando instrucciones a Jazmín, el labrador con el que hoy recorre las calles para su adiestramiento. Las sesiones no pasan de 50 minutos desde que el animal se pone el arnés: debe aprender a caminar con tres cuartos del cuerpo por delante del usuario, a detenerse antes de un cruce o una escalera. O lo que se llama 'desobediencia inteligente': no seguir las instrucciones cuando conllevan un riesgo.

«Cada uno tiene sus características. ¡Es una educación individualizada! Una vez que el animal entra en 'modo trabajo', sabe que no se puede distraer. El periodo de concentración máxima dura unos 40 o 45 minutos», explica. Por eso es importante no acariciar a un perro guía cuando la persona con quien está lo tiene cogido por el asa que va unida al arnés: quiere decir que está trabajando y debe estar concentrado.
Pero el trabajo de Pilar y el resto de los instructores va más allá del adiestramiento del animal. «También nos encargamos del emparejamiento del usuario con el perro que le conviene», explica. En los dos últimos meses de adiestramiento, con las características físicas y de carácter del animal, se busca al candidato idóneo en la lista de espera.

«Jazmín es una perra muy versátil y sólida. Tiene mucha iniciativa. Hay que aprovechar todo esto», añade. Por eso, su persona «será una mujer de un entorno urbano y muy activa». Pilar ya estudia los informes en busca de la candidata ideal. Para septiembre espera que Jazmín esté lista y empiece la última fase: el emparejamiento con su usuaria.
Esa parte arranca con un curso de dos semanas en la fundación. «Es un momento de acoplamiento entre ambos –prosigue Pilar–. Aquí, el perro hace el 80 por ciento del trabajo porque está en su terreno. Luego vamos a la zona donde vive el usuario y pasamos tres días haciendo las rutas habituales: al trabajo, al cole…». Pasados seis meses de adaptación, se sabrá si el trabajo ha tenido éxito. Se habrá cerrado el círculo y a una persona invidente o con visibilidad reducida le habrá cambiado la vida.
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