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La muerte del dinero (tal como lo conocíamos)

Arde una era

La muerte del dinero (tal como lo conocíamos)

Las monedas y los billetes tienen los días contados. En Suecia ya le han puesto fecha al funeral: marzo del año que viene; en Australia, en 2024; en Dinamarca, en 2030... Son los primeros de una larga lista. Cada nueva tecnología que crea el ser humano transforma el dinero y, de manera radical, también a la sociedad. Dos expertos mundiales en el tema nos lo cuentan.

Domingo, 30 de Enero 2022

Tiempo de lectura: 9 min

Suecia será el primer país del mundo en prescindir del dinero en metálico. Se estima que lo hará en marzo de 2023. En poco más de un año nadie pagará con billetes y monedas en sus comercios. Ya apenas circulan. Y no porque lo imponga el gobierno. Hoy los pagos en efectivo apenas suponen el 9 por ciento del total. Los billetes seguirán siendo válidos, pero nadie los usará ya... Es la consumación de un cambio radical de conducta. Muchas entidades bancarias ya no los aceptan. De hecho, hace años fue noticia el atraco a un banco sueco. Lo único que se llevó el ladrón fue un chasco: no es que la caja fuerte estuviera vacía, es que ni siquiera había caja.

A Suecia le seguirá Australia en 2024. Y, a distintas velocidades, muchos más. Es una tendencia mundial. Pero los escandinavos van a toda pastilla. Dinamarca dirá adiós al cash en 2030. Y el banco central sueco ya está probando una de las primeras divisas digitales de curso legal, la eKrona. Una especie de bitcoin. De hecho, utiliza la misma tecnología: el registro contable en una cadena de bloques o blockchain, aunque no para garantizar el anonimato de las transacciones, sino la seguridad. Es decir, no será tanto una criptomoneda descentralizada e irrastreable, sino una cibermoneda, respaldada por el Gobierno y trazable. Otros bancos centrales siguen su estela.

Los economistas no dudan de que se va a imponer el dinero digital. ¿Cuándo? Si el volumen de efectivo se reduce a menos del diez por ciento del total de los pagos, dejará de tener sentido su distribución

En Suecia, sin embargo, no todos quieren dar el salto a lo digital. Hay entusiastas, desde luego. Unos cuatro mil ciudadanos se han implantado microchips de pago en el dorso de la mano. Pero muchos jubilados se quejan de que no se aclaran. Y, aunque no hay vuelta atrás, las autoridades recomiendan mantener algo de efectivo en casa por si hay un apagón, un ataque ciberterrorista o una catástrofe.

De las economías ricas, solo Japón y Suiza prefieren pagar aún en yenes y francos suizos de crujiente papel. Pero en China incluso las microtransacciones, como comprar comida en un puesto ambulante, se realizan a través del móvil.

En cuanto a España, el Gobierno prohibió en julio los pagos en metálico por importes mayores a 1000 euros. Pero la frase que mejor resume lo que pasa es: «¿Te hago un Bizum?». Más de 18 millones de españoles, la mitad de la población mayor de edad, ya realiza pagos mediante esta aplicación. Y eso que en España le seguimos teniendo apego a las monedas. Hace unas semanas un alcalde gallego se encadenó al último cajero de su pueblo para que no se lo llevaran. No solo porque les complica la vida a los vecinos, sino porque tenemos una vinculación sentimental con el dinero físico. Es un rasgo que han estudiado los psicólogos. El tacto del papel y el metal nos da sensación de seguridad, aunque si llevamos demasiado encima lo que dispara es el estrés. Y nos duele más tirar de billetera que de tarjeta.

Jaque a la soberanía monetaria de los gobiernos

«La era del dinero en efectivo está llegando a su fin. Catorce siglos después de la aparición del papel moneda en China estamos en vísperas de su desaparición. Y es un cambio que afectará profundamente no solo a las economías, también a las sociedades», vaticina Eswar Prasad, catedrático de Política Comercial de la Cornell University de Nueva York y autor de The future of money ('El futuro del dinero'), que The Economist y Financial Times han incluido en sus listas de los mejores libros de economía de 2021. Un ejemplo. Facebook o Amazon ya han lanzado sus propias monedas virtuales, que hay que comprar con dinero 'de verdad'. «Pero estas empresas tienen recursos para emitir algún día monedas desvinculadas del dólar y el euro y competir con ellos, lo que supondría una amenaza para la soberanía monetaria de los gobiernos».

Incluso dar propina comienza a ser una rareza, aunque los jóvenes se han acostumbrado a hacer microdonaciones: pequeños regalos en videojuegos y redes sociales, en forma de tokens que se compran y se envían apretando un botón hacia otros usuarios que han hecho un directo o subido un vídeo de TikTok, un tutorial, una obra de arte o una sesión de porno 'a la carta'.

El dinero es un producto de la tecnología dominante en cada momento. No es casualidad que las primeras monedas metálicas se acuñaran con el nacimiento de la metalurgia. Hubo que esperar más de mil años para la siguiente revolución monetaria, que vino de la mano del papel. Y ahora estamos asistiendo a la tercera: el dinero digital. Son tecnologías que pueden coexistir, pero unas van arrinconando a las otras. Los economistas discuten sobre si el periodo de transición será o no largo. Pero no dudan de que se va a producir. ¿Cuánto tiempo convivirán? Depende... Si el volumen de efectivo se reduce a menos del 10 por ciento del total de los pagos, deja de tener sentido dedicar una infraestructura física a garantizar la distribución.

«Estamos en una encrucijada. Es un periodo de gran preocupación sobre qué va a pasar con las formas tradicionales de dinero y si estos desarrollos tecnológicos van a beneficiarnos o van a causar más trastornos», comenta Prasad. Y es que, desde 2008, los cambios se suceden con el ímpetu de un tsunami. Ese año fue el de la última crisis financiera. Un anónimo criptógrafo en la periferia del sistema desafió a Wall Street creando el protocolo que sirvió para implementar el bitcoin : un dinero a salvo de colapsos y rescates. «El bitcoin iba a facilitar que cualquier persona tuviese acceso a un medio de pago sin depender de un banco comercial, de una empresa de tarjetas de crédito o un gobierno. Sin embargo, su volatilidad y su falta de adecuación para las transacciones de la vida cotidiana lo han convertido en un medio de pago inviable», se lamenta Prasad.

El dinero es una gran alucinación colectiva. Lo aceptas porque otros lo aceptan. «Lo que asusta a los gobiernos es que el ciudadano de a pie se percate de esa fragilidad inherente», resume Prasad

Pero el bitcoin puso la semilla. Es el padre de los varios miles de criptomonedas que circulan en la actualidad. Y también sembró el caos. Hoy, cualquier empresa privada, incluso cualquier individuo, puede crear su propia moneda. ¿Lo nunca visto? No, existe un precedente. Los economistas comparan las monedas digitales actuales con los billetes emitidos por entidades bancarias norteamericanas durante la llamada 'era de la banca libre' del siglo XIX. Pero ese sistema era frágil y estaba salpicado de pánicos, estampidas de los ahorradores para retirar sus fondos cuando perdían la confianza en una entidad. Llegó a haber 8000 billetes diferentes. Curiosamente, hoy también hay unas 8000 criptomonedas, tokens y coins digitales.

«¿Por qué deberíamos esperar que las cibermonedas actuales sean menos propensas al pánico y a las fluctuaciones de precios?», se pregunta Prasad. «Sólo en el último año el bitcoin ha subido y bajado más del 50 por ciento. Es una montaña rusa salvaje», advierte. Antes, los inversores preferían aburrirse y dormir tranquilos. Hoy, los jóvenes que juegan en Bolsa quieren emociones fuertes. «El dinero es como la puntuación de un juego. Si te dan puntos a ti, se los quitan a otro; y otros jugadores incrementan su puntuación cuando la tuya disminuye». Lo dice Vitálik Buterin y puede parecer una definición naíf, pero es el creador del Ethereum, la segunda criptomoneda más usada. Y es una filosofía comprensible para los nativos digitales.

¿Pero qué hace que el dinero sea dinero? No es el valor intrínseco. Un pedazo de papel no lo tiene. Por no tener, ni siquiera tiene el respaldo de las reservas nacionales desde que se abandonó el patrón oro en los años setenta. Desde entonces, los sistemas monetarios dependen de «un salto de fe», escribió el economista Neil Buchanan. «La gente lo acepta porque otros lo aceptan, lo que convierte al dinero en una gran alucinación colectiva». ¿Entonces? Es su valor social lo que importa. «Lo que asusta a los gobiernos es que el ciudadano de a pie pueda percatarse de esta fragilidad inherente», resume Prasad. La historia demuestra que cuando una sociedad pierde la fe en su dinero ocurren cosas malas. Sucedió con la hiperinflación en Alemania. Algunos economistas temen que algún día, con tantas opciones a nuestro alcance, nos encontremos sin nada que sea universalmente aceptado como medio de intercambio. Sería la peor pesadilla.


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Etiquetas: Bitcoin
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