La larga lucha de las mujeres por los baños públicos Un desafío con mucha historia ¿Es esta la solución a las colas en los baños femeninos?
Dos jóvenes diseñadoras han diseñado y ya fabrican una innovadora propuesta para ganar espacio y reducir la espera en los baños públicos. En realidad, es el último paso en una larga historia para conseguir que las mujeres puedan hacer sus necesidades fuera de casa.
Martes, 18 de Abril 2023, 14:30h
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Un estudio británico asegura que las mujeres pasan 34 veces más tiempo haciendo cola en los baños públicos que los hombres. La razón no es que las mujeres se entretengan pintándose o charlando. La razón es que las mujeres van al baño más a menudo y necesitan más tiempo. Lezlie Lowe lo detalla en su libro Sin lugar al que ir; cómo los baños públicos no satisfacen nuestras necesidades. Pero en resumen, en sus propias palabras, se trata de lo siguiente: «Las mujeres vacían sus vejigas con más frecuencia y tardan más tiempo: un hombre necesita unos 60 segundos y una mujer, unos 90. Además, las mujeres necesitamos ir al baño por otros motivos, como cambiar el tampón, y solemos ayudar a niños o ancianos que no pueden ir solos al baño».
El problema tiene, además, una dimensión espacial, no sencilla de solucionar. Las mujeres necesitan unos cubículos, en los que se instala el retrete, que ocupan considerablemente más espacio que los urinarios de los hombres. Mientras en un baño de hombres caben, por ejemplo, un cubículo y cinco urinarios, en el de mujeres solo caben tres cubículos.
Y aquí es donde entran las diseñadoras Amber Probyn y Hazel McShane, de la Universidad de Bristol. Jóvenes habituales de los festivales de música de verano (donde hay diez urinarios para hombres por cada uno de mujeres), su propia experiencia las decidió a abordar el problema.
Las mujeres vacían sus vejigas con más frecuencia y tardan más tiempo: unos 90 segundos, frente a los 60 de los hombres
Su propuesta se llama Peequal y logra que seis mujeres puedan orinar a la vez en un gran círculo, imitando los urinarios de hombres, pero sin perder privacidad. En cada espacio hay un urinario, en lugar del tradicional retrete. Ellas lo llaman 'pedestal' y está diseñado para minimizar salpicaduras. Reconocen que es una adaptación del agujero en el suelo, pero tienen claro que es mejor que soportar las largas esperas en eventos públicos. Aunque quizá requiere un cambio de mentalidad, sigue siendo un espacio privado de la cintura para abajo (arriba es parcialmente visible) y conserva un mínimo lugar para colgar un bolso o ropa.
Todo empezó en el siglo XIX con la ‘correa urinaria’
Las mujeres nunca lo han tenido fácil para hacer sus necesidades fuera de casa. Desde 1851 existen los baños públicos, pero las mujeres no tenían acceso a ellos. Se alegaba que una mujer no estaría dispuesta a comprometer su dignidad entrando en un lugar así. En realidad, se trataba de una forma de garantizar que las mujeres se quedasen en casa. De esto modo, solo podían alejarse tanto como lo permitieran sus vejigas. Lo que algunos historiadores han llamado ‘la correa urinaria’.
Clara Greed, profesora emérita de planificación urbana inclusiva en la Universidad del Oeste de Inglaterra en Bristol, no duda en aseverar incluso que durante período victoriano, la ausencia de servicios públicos para las mujeres respondía a una estrategia deliberada del patrón victoriano, que dividía a la ciudad en dos esferas: la pública, dominio de los hombres, y la privada, orientada a las mujeres. La sociedad victoriana concebía a la mujer ideal como 'el ángel de la casa', naturalmente enfocada a ser una buena esposa, madre, hermana e hija.
Así, las instituciones públicas, los centros educativos, los espacios de trabajo y los sitios recreativos fueron diseñaron a imagen y semejanza de las necesidades de los hombres. Meghan Dufresne, diseñadora arquitectónica del Instituto de Diseño Centrado en el Humano de Boston, explica a su vez que, ante aquel contexto represivo, las mujeres no tenían más remedio que adoptar medidas como las de beber menos agua, aguantar sus ganas de orinar durante horas e, irremediablemente, pasar menos tiempo en los espacios públicos.
Las mujeres tuvieron por ello que luchar mucho para acceder a los baños. De hecho, llegaron a crear en Londres la Asociación Sanitaria de Damas, que se movilizó para que se incluyesen las instalaciones para mujeres en los baños que ya existían. Pero tardaron décadas en lograrlo. Y, cuando ocurrió, fue por puro interés... económico.
La implantación y desarrollo de los grandes almacenes a principios del siglo XX fue determinante en los 'derechos sanitarios' de las mujeres. Para que gastasen dinero en las tiendas tenían que disfrutar de la experiencia, poder pasar tiempo en los establecimientos. Y para ello tenían que poder acceder a los baños. Así que fueron los dueños de los grandes almacenes —como Selfridges, en Londres— los que impulsaron el acceso de las mujeres a los baños públicos. Aquello les permitió pasar más tiempo fuera del espacio doméstico, socializar más y que las compras fueran una actividad relajada y placentera, no ya como antes, muy limitadas a comprar localmente, cerca de sus casas. Selfridges también 'apoyó' incluso a las sufragistas, que, tras largas jornadas manifestándose en las calles, pasaron a disponer de esos lugares, tanto para acceder a los servicios como para tomar algo en un ambiente seguro.
Luego, la incorporación de la mujer a las fábricas durante la Primera Guerra Mundial aceleró la instalación de servicios para ellas en los lugares de trabajo. Lo que tampoco fue fácil de mantener. Cuando acabó la guerra, en más de una fábrica, los trabajadores que regresaban del frente quemaron los nuevos baños de damas para forzar que las mujeres regresasen a sus hogares, ante el miedo de que ellas se quedasen con sus puestos de trabajo.
Cuando el problema es aún mayor que hacer cola
Que Naciones Unidas declarase el día 19 de noviembre Día Mundial del Retrete dio para numerosas bromas. Lo cierto es que la carencia de sanitarios no tiene ninguna gracia. El baño protege la dignidad, pero, además, es una medida sanitaria elemental, un derecho humano. Y, sin embargo, unos mil millones de personas en el mundo se ven obligadas a defecar al aire libre debido a que no tienen acceso a saneamiento. Y el peligro es aun mayor cuando se trata de mujeres. Al hacer sus necesidades al aire libre, ponen en riesgo su seguridad porque pueden ser víctimas de ataques sexuales.
En 2014, de hecho, la espeluznante violación y asesinato de dos niñas cuando iban a defecar al aire libre en el estado indio de Uttar Pradesh muestra la crisis sanitaria de muchos países. Según un informe de WaterAid titulado Out of Service: The State of the World's Toilets, 355 millones de mujeres en India no tienen acceso a baños seguros.
Según la ONU, incluso cientos de miles de niñas no van a la escuela porque no hay baños. Especialmente, durante el periodo de menstruación, se les hace imposible lidiar con su higiene sin contar con un espacio propio para hacerlo.
Tampoco en muchos países desarrollados están del todo garantizados unos adecuados baños públicos para las mujeres. En Estados Unidos, por ejemplo, en 1969, la entonces asambleísta y más tarde Secretaria de Estado en California March Fong Eu destrozó a mazazos un inodoro ante al capitolio local en protesta por la misoginia que ella veía en los baños públicos, que cobraban entrada a los compartimentos con inodoro, pero no a los urinarios.
Su lucha prosperó y logró una ordenanza que prohibía los baños de pago en Chicago en 1973. A esa, la siguieron otras prohibiciones en Alaska, California, Florida, Illinois, Iowa, Michigan, Ohio, Nueva Jersey, Nueva York, Tennessee y Wyoming. Hoy, los baños públicos de pago siguen estando prohibidos en gran parte de Estados Unidos.
En cualquier caso, lo que entonces fue un logro, con las décadas se ha revelado como una derrota: los inodoros gratuitos para todos nunca se hicieron realidad. Las ciudades han ido aplazando sine die la construcción de nuevos baños públicos, dejando sólo accesibles las antiguas instalaciones existentes, completamente deterioradas y no reparadas al no obtener ya retornos por ellas.
Así que cualquier medida que contribuya a facilitar el acceso de las mujeres a los baños públicos es bienvenida, tanto en los suburbios de Bangladesh como en el medio oeste americano y los conciertos de Londres.
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