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Brian Epstein El lado oscuro del quinto Beatle

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Las memorias reeditadas del mánager revelan una vida marcada por las drogas, la homosexualidad y su amor por John Lennon.

Domingo, 06 de Febrero 2022

Tiempo de lectura: 7 min

Diseñó y pilotó el éxito del grupo más popular de la historia, pero tras su determinación e impecable elegancia Brian Epstein fue un hombre cuyo tormento interior precipitó su muerte, por sobredosis de calmantes, a los 32 años. Torturado por las drogas, su homosexualidad, su fijación

Diseñó y pilotó el éxito del grupo más popular de la historia, pero tras su determinación e impecable elegancia Brian Epstein fue un hombre cuyo tormento interior precipitó su muerte, por sobredosis de calmantes, a los 32 años. Torturado por las drogas, su homosexualidad, su fijación con John Lennon y por estar siempre a la sombra de sus cuatro pupilos, su trágico final culminó una vida convertida en «una sucesión de enfermedades mentales y hechos sórdidos e infelices que trajeron gran pesar a mi familia».

La frase figura en sus diarios, testimonio de unos padecimientos personales que dulcificó en sus memorias, A cellarful of noise, publicadas en 1964, tres años antes de morir, y que acaban de ser reeditadas. Craig Brown, especialista en el cuarteto de Liverpool y autor del prólogo que abre el libro, señala la homosexualidad de Epstein, o el modo en que lidió con ella, como el detonante de todos sus problemas. Un factor que rubricaría su psiquiatra durante años, el doctor John Flood, tras su fallecimiento: «El paciente era homosexual, pero nunca aceptó el problema. Sufría insomnio, ansiedad y depresión».

Epstein tomaba estimulantes, tranquilizantes, ácido, heroína, cocaína... Además, era un ludópata capaz de perder 20.000 libras de la época en una noche

En sus diarios, trece cuadernos que dejó en manos de su guardaespaldas y chófer, Bryan Barrett, hasta que éste decidió sacarlos a la luz y subastar tres de ellos en el año 2000, Epstein confesó que buena parte de sus problemas comenzaron tras ser expulsado del servicio militar. Destinado en pleno Londres y amante del buen vestir, el futuro mánager aborrecía pasear por las calles de la capital británica vestido de soldado raso. Encargó a un sastre un uniforme de oficial con el cual solía recorrer el West End en busca de jóvenes amantes. Una noche se coló de esa guisa en el Army & Navy Club, una entidad para oficiales en Piccadilly, donde fue arrestado por la policía militar.

Aquel incidente destrozó su estabilidad nerviosa y emocional. No en vano, hacerse pasar por oficial conllevaba ser sometido a un consejo de guerra. Se libró del castigo por los pelos, gracias a la labor de los abogados contratados por sus padres. No pudo evitar, sin embargo, ser y declarado «no apto emocional y mentalmente» para el servicio. Lo que en código castrense significaba: «expulsado por homosexual». Y tuvo suerte, ya que la homosexualidad, por aquel entonces, era un delito que en el Reino Unido te podía llevar a la cárcel. Ironías del destino, fue despenalizada apenas un mes después de su muerte, en 1967.

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Amor en silencio. Epstein conoció a los Beatles el 9 de noviembre de 1961, día de la primera actuación de la banda en el icónico The Cavern Club, en Liverpool. Cuenta la leyenda que, además de marcar el inicio de su relación con el grupo, el futuro mánager se enamoró de Lennon esa noche. Y que, en parte, por eso les propuso guiar su carrera.

De regreso a su Liverpool natal, sus padres, propietarios de varias tiendas de muebles e instrumentos musicales, lo pusieron a trabajar en el negocio familiar. Comenzó entonces a ver al doctor Flood, amigo de la familia a quien confesó sus preferencias sexuales. Informado el señor Epstein del asunto, el psiquiatra le aconsejó enviar a su hijo lejos de Liverpool. Acabó en Londres, estudiando arte dramático con futuras estrellas como Peter O’Toole o Albert Finney, pero al de unos meses renunció obsesionado con proseguir su carrera como hombre de negocios.

Su padre lo puso entonces al mando de la tienda de discos que acababa de abrir en el centro de Liverpool. Brian trabajó a destajo hasta convertirla en una de las grandes referencias del sector en el norte de Inglaterra. Abrieron enseguida un segundo establecimiento y comenzó también a escribir en la revista Mersey Beat, biblia musical de la ciudad que proporcionó la primera portada de su carrera a los Beatles. Poco después, el 9 de noviembre de 1961, asistió a la presentación de la banda en el The Cavern Club (entre 1961 y 1962, actuarían 292 veces en el mítico local)​ y, como se dice, el resto es historia.

«Soporto la tensión en soledad; en la oficina, en el teatro y también en casa, de madrugada. Continúa, aumenta y prospera como una enfermedad maligna», escribió en sus memorias

Cuenta la leyenda que aquella noche, además de prenderse la llama que acabó por ponerle al frente de la carrera del grupo, Epstein se enamoró de John Lennon. Y que, en parte, por eso les propuso ser su mánager. Años más tarde, el difunto Pete Shotton, compañero de colegio de Lennon y de su primera banda, los Quarrymen, a la que se sumaron después Paul McCartney y George Harrison, dijo sobre Epstein: «A Brian le excitaban sexualmente aquellos rasgos que más amenazantes podrían ser para él: la vulgaridad, la insolencia, la insensibilidad y la agresividad. Por eso estaba hipnotizado por Lennon cuyo comportamiento no podía parecerse más al de un animal enjaulado».

Circuló por un tiempo el rumor de que Lennon y Epstein vivieron una aventura durante un viaje a Barcelona, en abril de 1963. Lennon lo negó, aunque admitió que algo había habido: «Nunca se consumó, pero tuvimos una relación bastante intensa». Declaración más que suficiente para dar pie a un encuentro sobre el que fantaseó el director Christopher Munch en Las horas y los tiempos, largometraje de 1991. Lennon, en todo caso, no correspondió al supuesto platónico amor de su mánager. Es más, parece que el músico tuvo cierta inclinación a burlarse de su orientación sexual. Cuando Epstein buscaba un título para sus memorias, por ejemplo, Lennon le sugirió: «¿Qué te parece ‘Un marica judío’?». Más tarde, con el nombre ya decidido, le sugirió cambiar A cellarful of noise por A cellarful of boys.

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Terapia a cinco. Los Beatles era para Epstein todo lo que él nunca podría ser. En una entrevista en 1964 dijo: «Representan las relaciones humanas directas, despreocupadas, afables y desinhibidas que siempre he querido y que nunca había conseguido encontrar. Mi sentimiento de inferioridad se evaporó con ellos porque sabía que podía ayudarlos y que confiaban en mí para ayudarlos».

Shotton contó también que, ya cerca del fin de Epstein, Lennon le reprodujo una cinta que el mánager le había enviado en evidente estado de perturbación. La grabación, relató el gran amigo de Lennon, consistía en una serie de gemidos, gruñidos, chillidos y palabras sin sentido aparente. «Este es Brian –le explicó–. Hizo la cinta para mí. No sé por qué me la envió, pero está tratando de decirme algo. Parece estar en un estado terrible. Su cabeza es un desastre total, todos estamos preocupados por él». Según Shotton, «el hombre sufría un gran estrés emocional y estaba, probablemente, bajo la influencia de drogas extremadamente potentes».

Inicialmente, Epstein vio en los Beatles una especie de tabla de salvación. «Para mi –admitió a un periodista en 1964–, representan las relaciones humanas directas, despreocupadas, afables y desinhibidas que siempre había querido y que nunca había encontrado. Mi propio sentido de inferioridad se evaporó con ellos porque sabía que podía ayudarlos y que querían que los ayudara y confiaban en mí para ayudarlos». Más tarde, sin embargo, escribiría sobre la angustia derivada de gestionar los asuntos de los Fab Four en términos alarmantes. «Soporto la tensión solo; en la oficina, en el teatro y también en casa, de madrugada. Continúa, aumenta y prospera como una enfermedad maligna».

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Vestir y educar a los Beatles. Brian Epstein (dcha.) y los Beatles en el estreno de A Hard Day’s Night, en 1964. Fue él quien los convenció para que actuaran con traje y no fumaran ni comieran en el escenario.

Intentó combatir todo aquello (acrecentando sus problemas, en realidad) con estimulantes, tranquilizantes, ácido, heroína, cocaína... hasta que, aquel 27 agosto de 1967, en su casa de Londres, el asunto se le fue de las manos. O esa, al menos, fue la conclusión oficial. Se encontraron, sin embargo, dos breves notas de suicidio escondidas en un libro, aunque fechadas ambas varias semanas antes. El forense, en todo caso, dictaminó muerte accidental causada por una sobredosis autoincauta del sedante carbitral.

Queenie, la madre de Brian pidió a los Beatles que no asistieran a su funeral, temerosa de que la ceremonia se convirtiera en un circo mediático. «Eran –dijo en su día– como cuatro niños perdidos». Al fin y al cabo, el señor Epstein, como ellos lo llamaban, había sido como una especie de faro para sus célebres pupilos. No importa que sólo tuviera seis años más que Ringo, el mayor de los cuatro; ni que fuera un drogadicto y un ludópata capaz de perder 20.000 libras de la época en una noche, o de acostarse con jóvenes que después le robaban, golpeaban o chantajeaban. Su desaparición supuso el principio del fin de la banda.

«Todos hemos sido muy negativos desde su muerte –admitiría Paul McCartney año y medio después–. No sé si vale la pena hacer el esfuerzo de mostrarnos más positivos o si lo mejor es enviar el grupo a la mierda»

Paul McCartney y George Harrison lo admitieron con crudeza, año y medio después de su muerte, durante la grabación del disco y película Let it be. Lo recoge Peter Jackson en Get Back, su reciente documental elaborado con el material sobrante de aquellas filmaciones. «Desde que se murió el señor Epstein, las cosas no han sido las mismas», observa George. «Todos hemos sido muy negativos desde su muerte –concuerda Paul–. No sé si vale la pena hacer el esfuerzo de mostrarnos más positivos o si lo mejor es enviar el grupo a la mierda».

Etiquetas: Musicos