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Cadáveres que cambiaron la historia

70 años del asesinato de Emmett Till

Cadáveres que cambiaron la historia

La madre de Emmett Till, Mamie, acompañada por su segundo marido, Gene Mobley, posa con el cadáver desfigurado de su hijo de 14 años.

Se cumplen 70 años del asesinato del joven afroamericano Emmett Till, que impulsó la lucha por los derechos civiles al mostrar su madre su cadáver brutalmente torturado. No es el único muerto que ha cambiado la historia. Te lo contamos.

Viernes, 07 de Febrero 2025, 10:10h

Tiempo de lectura: 11 min

Un par de hombres enfurecidos sacó al niño de la casa a rastras, lo torturaron brutalmente en un granero, lo asesinaron de un tiro y luego arrojaron su cadáver al río. Era el año 1955 y el chico solo tenía 14 años. El gesto del muchacho que desató esa furia sangrienta fue atreverse a silbar a una mujer blanca. Wright Thompson, un periodista blanco de Misisipi, ha escrito ahora un inquietante libro sobre este caso, El granero: el asesinato de Emmett Till y la cuna del racismo estadounidense, en el que alerta de la latente actualidad del crimen. No es la única revisión de esta matanza. La película Till, estrenada el año pasado, confirmó que todavía queda mucho que contar sobre este asesinato.

Emmett, nacido en Chicago, era un niño brillante que soñaba con ser policía. En el verano de 1955, sus primos de Money (Misisipi) lo invitaron a pasar unos días con ellos. A Emmett le hacía ilusión: era una aventura y la posibilidad de conocer sus raíces. A su madre no le hizo ninguna gracia el viaje; sabía de los peligros que corría un chico negro en Misisipi. Pero acabó cediendo. Antes de partir, le explicó las normas que debía cumplir para sobrevivir en esa parte del país: no iniciar conversaciones con blancos, decir: «Sí, señor; no, señor»; no mirarlos a los ojos; «si una mujer blanca se cruza contigo en la calle –le advirtió–, bájate de la acera y agacha la cabeza». Pero ni siquiera ella podía sospechar lo que estaba pasando entonces en el sur. Como escribe Thompson, «no sabía la atmósfera de odio frenético que le aguardaba a su hijo».

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Linchado. Emmett Till fue torturado y linchado en Misisipi por silbar a una mujer blanca. Hoy, Emmett tendría 83 años.

En el sur, la violencia contra los afroamericanos siempre había estado vinculada al precio del algodón; cuando era bajo, como en 1955, proliferaban los linchamientos. A eso se unía el malestar que había creado la reciente decisión de la Corte Suprema de prohibir la segregación en las escuelas públicas. Los blancos sureños estaban espeluznados ante la idea de que los chicos de color se mezclaran con sus mujeres. Después de las atrocidades sexuales que los blancos habían cometido contra las esclavas, ahora ellos temían la posibilidad de cualquier contacto sexual interracial, sostiene Thompson.

La furia por el asesinato de Till desencadenó el movimiento por los derechos civiles. Cuando Rosa Parks se negó a ceder su asiento en un autobús, pensó en Emmett «y no pude volver atrás»

El viaje de Till empezó bien, pero todo se torció el día en que él y sus amigos entraron en una tienda de comestibles. No está claro que pasó dentro del local. Es posible que el muchacho olvidara que debía poner las monedas en el mostrador, no directamente en la mano de la dependienta, Carolyn Bryant. Ella afirmó después que el chico le hizo proposiciones sexuales y que se jactó de tener relaciones sexuales con blancas, lo que parece improbable. Lo único que conocemos con seguridad de lo sucedido en esa tienda es que Till silbó; aunque no se sabe a ciencia cierta por qué. Probablemente solo quería presumir. En el establecimiento se encontraba también el primo de Till, Wheeler Parker, que entonces tenía 16 años y que inmediatamente se dio cuenta del terrible error. «Emmett era un bromista, pero no podía creer lo que había hecho», dice hoy, a los 84 años, este pastor de Illinois.

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Tres días después del silbido, el marido de la tendera, Roy, y su medio hermano J. W. Milam fueron a buscar a Till. Llegaron a las dos y media de la madrugada en camioneta a la casa del tío abuelo del muchacho, quien al ver que portaban armas les suplicó que se limitaran a darle una «paliza» y dejaran las cosas así. No sirvió de nada. Metieron a Till en el vehículo y se lo llevaron a 48 kilómetros, hasta un granero en las afueras de Drew (Misisipi). Allí lo torturaron sin piedad durante horas. Le destrozaron la nariz y los dientes, y le sacaron un ojo antes de dispararle en la cabeza. Su cuerpo fue arrojado al río Tallahatchie.

En la morgue, su cadáver hinchado y desfigurado solo podía reconocerse por el anillo de su padre, muerto en la Segunda Guerra Mundial, que el muchacho llevaba en el dedo. En su funeral, su madre insistió en que el ataúd se mantuviera abierto. «Que el mundo vea lo que yo he visto, lo que le hicieron a mi hijo». Su cuerpo roto y mutilado fue fotografiado por la revista Jet y las imágenes conmocionaron a la comunidad afroamericana.

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70 años no son nada... Arriba: los dos autores confesos del asesinato de Emmett Till, Bryant y Milam, con sus esposas tras ser absueltos del crimen en 1956. La mujer de la derecha es Carolyn, a la que silbó el joven negro. Abajo: los tres universitarios que se fotografiaron disparando en 2019 a la placa que conmemora el asesinato de Till. Solo una generación los separa de los asesinos.

Un mes después del asesinato, Roy Bryant y Milam fueron llevados a juicio en Sumner (Misisipi). El jurado, compuesto exclusivamente por hombres blancos, tardó solo 67 minutos en declararlos inocentes. Sin embargo, cuatro meses después, los dos hombres no tuvieron ningún escrúpulo en confesar el crimen en la revista Look a cambio de 4000 dólares. Eso sí, dieron su propia versión de lo sucedido. Dijeron que Till no dejaba de burlarse de ellos y que el arma «se disparó de alguna manera». Como no podían ser juzgados dos veces por el mismo delito, nunca fueron condenados.

Eso sí, el apoyo que habían recibido de la comunidad blanca de Misisipi se desvaneció después de la publicación del reportaje. Torturar a un niño les pareció 'de mal gusto'. Los negros, por su parte, boicotearon la tienda de comestibles y se negaron a trabajar en la granja de Milam. Los negocios de los dos asesinos acabaron en quiebra y ellos tuvieron problemas con la ley por estafa y agresiones. Ambos hombres murieron de cáncer: Milam en 1980 y Bryant en 1994. La mujer de la tienda, por su parte, nunca se retractó de lo dicho ni se arrepintió. Hace años hubo un intento de iniciar un caso contra ella por secuestro y por ayudar a identificar a Till, pero no prosperó por falta de pruebas. La mujer murió en 2023, a los 88 años.

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Aunque el asesinato de este niño quedó impune, su muerte tuvo una consecuencia imprevista: desencadenó el movimiento por los derechos civiles de los afroamericanos. Meses después del crimen, Rosa Parks se negó a ceder su asiento en un autobús a un hombre blanco en Montgomery (Alabama). La mujer acababa de asistir a una reunión pública sobre el asesinato de Till. Cuando se le preguntó qué había inspirado su gesto desafiante, respondió: «Pensé en Emmett Till y no pude dar marcha atrás». Por su parte, la escritora Harper Lee, de Alabama, se inspiró en el asesinado de Till para su libro Matar a un ruiseñor, publicado en 1966. El eco de la muerte del muchacho llegó hasta marzo de 2022, cuando el presidente Joe Biden promulgó la Ley Antilinchamientos Emmett Till, que convierte estas ejecuciones (6500 personas fueron linchadas en Estados Unidos entre 1877 y 1950) en un delito de odio federal, castigable con penas extraordinarias. A la firma de la ley en Washington asistieron miembros de la familia de Till, incluido su primo Parker. «Emmett logró más en la muerte de lo que podría haber logrado en vida», dijo.

A pesar de estos logros, el odio a los negros está lejos de haber desaparecido en Misisipi. La placa que marca el lugar del río donde fue hallado el cuerpo de Till ha tenido que ser reemplazada en múltiples ocasiones por actos vandálicos. En 2019, tres estudiantes de la Universidad de Misisipi llegaron a posar con rifles frente al cartel acribillado. Uno de ellos publicó la foto en Instagram. La fraternidad los suspendió, pero la Universidad se negó a actuar, alegando que la foto era «ofensiva», pero no violaba su código de conducta. Como respuesta a estos constantes actos vandálicos, en 2019 se instaló una nueva placa de 200 kilos a prueba de balas, que se mantiene protegida con cámaras de seguridad.