¿En el futuro seremos todos miopes?
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Es la cara B de la modernidad: ni existía en la prehistoria ni casi afecta a zonas como NepalLos insultos de los que echa mano una sociedad dicen mucho de ella. En España, no hace tantos años, era de uso frecuente el término 'gafoso' (sobre todo en ámbitos escolares). Se decía como algo peyorativo porque era lo raro. Había poca gente con gafas, sobre todo entre los niños y los jóvenes. Y llamaba la atención. Sin embargo, ese término cargado de connotaciones negativas ya está totalmente desactivado. ¿Por qué? Hay ya tanta gente que depende de las gafas desde su más tierna infancia que no es un rasgo a resaltar. Según los expertos, la miopía ha avanzado una barbaridad en las últimas décadas, especialmente de veinte años a esta parte. Y la carrera hacia un mundo lleno de miopes no ha hecho más que comenzar. «Si seguimos en esta misma línea, se estima que en 2050 la mitad de la población será miope», asevera el doctor Andrés Müller-Thyssen, supervisor del proyecto Ojos de Mali y patrón de la Fundación Ojos del Mundo, que trabaja mucho en zonas rurales de África donde la prevalencia de este problema visual es insignificante si se compara con la de zonas urbanas, sobre todo las de los países más desarrollados.
La explicación es muy sencilla: la miopía es una enfermedad moderna. Suele desarrollarse en la infancia, como mucho hasta los 24 años, y luego es menos frecuente que aparezca. Y, si esos primeros años de vida los pasamos «en espacios cerrados y con luz artificial», el ojo se 'adapta' –en este caso para mal, porque se agranda– para ver mejor de cerca mientras pierde poder para percibir imágenes de lejos.
De hecho, en países como China, donde se ha pasado muy rápido de un ámbito campesino a otro urbano, el crecimiento de la miopía esta siendo tremendo. «Se han hecho estudios comparativos con niños y se ha demostrado que pasar sesenta minutos al día en la calle reduce la incidencia de la miopía, porque en espacios abiertos el ojo no tiene que esforzarse tanto en enfocar», explica Müller-Thyssen.
Según apunta, es fundamental que el ojo se acostumbre a distintas distancias de enfoque. Casi todo lo que miramos está muy cerca. «Hace unos años viajamos a Nepal para hacer revisiones. Miramos a más de novecientos niños. ¡Solo uno tenía miopía! –exclama José María Herce, óptico y optometrista de Multiópticas–. Claro, allí estaban todo el día saltando entre riscos, mirando al horizonte... ¡Nada de pantallas!».
¿Y qué pasa en el otro extremo, en países como Japón y Corea del Sur, donde hay entre un 80 y un 90% de chavales con gafas? Pues que pasan horas y horas delante de los dispositivos electrónicos. En Taiwán se ha detectado que entre los los jóvenes hay un 50% de miopes, muchísimos más que entre la gente mayor. «En Europa vamos hacia eso si no se pone remedio. La gente debe hacer un uso racional y moderado de las pantallas», aconseja Herce, quien alerta de que cada vez hay más miopes y más jóvenes. «A partir de los 4 años...», desliza.
Según argumenta Herce, el hombre de las cavernas no sufría miopía. Estaba en exteriores continuamente y tenía que usar la vista para cazar, así que el ojo enfocaba bien. Pero ahora la civilización y la educación han obligado al ojo a 'adaptarse'. «En culturas donde tradicionalmente se ha dado más importancia al estudio y la lectura, como la judía, los casos de miopía son muchísimo mayores que en sociedades agrícolas o cazadoras. A más educación y más estudio, más miopía», resume Juan Durán, director médico del Instituto Clínico Quirúrgico de Oftalmología (ICQO).
Además, este problema visual no tiene cura, «No hay nada que normalice el tamaño del ojo una vez que se ha agrandado. Sólo podemos tirar de gafas y de lentillas, de otras soluciones compensatorias», comenta Durán, quien destaca que también influye el factor genético a la hora de ser miope. Entonces, ¿no se puede hacer nada? Sí, se puede. Primero, es importante la prevención, sobre todo en edades tempranas. De los cuatro a los seis años ya se pueden empezar a hacer revisiones. Y, si se detecta pronto la miopía, se puede ralentizar su avance «con colirios y lentillas especiales».
1. Aire libre: Pasar todos los días, si es posible, un rato al aire lib
2. Buena iluminación: Leer y trabajar con buena iluminación. Puede ser una fuente directa, como un flexo, pero siempre con otra auxiliar que ofrezca luz de ambiente. Para la vista es malo que esté todo oscuro menos una fuente: flexo, tele...
3. Descansos cada 20 o 30 minutos: Enfocar lejos, mirar por la ventana.
4. Mantener la distancia: No leer ni mirar pantallas desde demasiado cerca, porque fatiga el ojo. El mínimo ante una pantalla es 40 centímetros. Aunque, si son 45 o 50, mejor. Reducir el tiempo de uso de los dispositivos electrónicos, sobre todo en la infancia.
5. Revisiones: Ir al oculista. Para reducir el avance y porque las miopías acusadas pueden degenerar hacia problemas más graves: desprendimientos de retina, glaucoma, maculopatía miópica...
Esta semana surgió la noticia de que una firma (SPFuture) había puesto a la venta la primera cuna del mercado con pantallas integradas para entretener al bebé. Para niños algo más mayores ofrecían tronas y balancines (también con sus pantallas). Se hizo una 'campaña publicitaria' a lo grande, con la implicación de 'influencers' y todo. Las críticas no se hicieron esperar y se generó un fuerte debate en las redes sociales. ¿Pero qué locura es esa? Aunque parezca una atrocidad, algunos se han mostrado muy interesados por adquirir estos inventos para tener a los críos entretenidos... Todo era falso, claro. Era una estrategia diseñada por la firma Multiópticas para concienciar sobre los peligros del 'empantallamiento' temprano y excesivo, según ha desvelado la compañía este mismo miércoles.
«Las pantallas cumplían funciones como ayudar a relajar al bebe para dormir, facilitar la hora de comer delante de una pantalla o entretener para que los padres pudiesen desconectar. Inmediatamente se generó un gran impacto social», indican desde Multiópticas, que con este revuelo considera cumplida la misión que se habían fijado. «Seguir concienciando acerca del concepto 'screen pollution' (la contaminación visual de las pantallas)», afirma Carlos Crespo, director general de la compañía.
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Abel Verano, Lidia Carvajal y Lidia Carvajal
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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