En Islandia tienen estos días lluvia y unas temperaturas que rondan los 4 grados para las mínimas y los 8 las máximas. A este gélido tiempo, se le suma el distanciamiento físico de dos metros decretado por el Gobierno para hacer frente, como en tantos ... otros países, a la pandemia y evitar contagios. Los que conviven con familiares tampoco han de notarse faltos de cariño –o sí–, pero las personas que viven solas y que cuando salen a las frías calles deben mantener las distancias quizá añoren el calor humano, poder abrazar o dar la mano a los amigos que se encuentran por la calle. En realidad, lo mismo que aquí, pero en aquel país, los guardias forestales han tenido una ocurrencia para tratar de solventar este problema: abrazar árboles.
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Tampoco es que sea algo nuevo; muchas terapias se centran en interactuar con plantas –en especial árboles pero también simplemente disfrutar el bosque– para tratar a personas con depresión, hiperactividad, estrés, ansiedad y otros problemas de naturaleza similar. Pero en este caso, y esto es algo muy importante, debe haber suficientes árboles para todos, porque nadie quiere que el mismo tronco sea rodeado por centenares de personas al día, algo que podría ocurrirle al urbanita con el único triste árbol de la plaza de enfrente. Allí no, allí el servicio forestal aclara que se ha molestado en quitar la nieve del bosque Hallormsstaður para democratizar su propuesta.
«Nuestros trabajadores –informan– han despejado diligentemente los senderos cubiertos para garantizar no solo que los lugareños puedan disfrutar del aire libre sin tener un contacto demasiado cercano con otros huéspedes, sino que también puedan acercarse personalmente a sus amigos del bosque». Informan que ahora hay suficientes amigos (árboles) para todos, y que los bosques nacionales islandeses están abiertos a la gente durante todo el año.
Thor Thorfinnsson, agente forestal de Islandia Oriental, lo ha probado en sus propias carnes, y habla así de cómo se siente cuando rodea con sus brazos un tronco: «Noto el calor y las corrientes que fluyen del árbol hacia mí. Comienza en los dedos de los pies, sube por las piernas y atraviesa el cuerpo hasta el cerebro. Es una sensación de relajación tan maravillosa que te deja listo para un nuevo día y nuevos desafíos». Aconseja hacerlo durante cinco minutos al día.
El servicio forestal ha abierto dentro de su web un espacio para que la gente pueda colgar sus fotos bajo el lema '¿No puede abrazar a una persona? ¡Abrace a un árbol!'. La encabeza una imagen de uno de sus trabajadores, Bjarki Sigurðsson, bien pegadito a un ejemplar que no alcanza a rodear, con sus brazos, por su tamaño XL. Entre todas las fotos, y hay unas cuantas, sobresale la de un tipo risueño achuchando una palmera. Es el dicharachero reportero de la CBS estadounidense Cody Stark, que se ha hecho eco de la noticia. Otros parecen tener ciertos problemas para acercarse a poblados abetos y se les presume pegajosos de resina y con alguna espina clavada. Pero todos exhiben sonrisa.
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Islandia tiene 364.134 habitantes, población ligeramente superior a la de Bilbao –de los que 240.000 viven en su capital, Reikiavik–, para una superficie de 103.000 kilómetros cuadrados, algo más que la de Castilla y León. Su Gobierno ha afrontado la pandemia con una anticipación que muchos expertos alaban, ya que a finales de febrero ya estaban realizando test para conocer el número de infectados y, de hecho, es una prueba que ofrece gratis a todo aquel que desee realizársela. Según datos de ayer, 10 personas en total han fallecido con la enfermedad confirmada, 1.800 han dado positivo y se han realizado 54.100 test. Cerca de 1.773 personas se han recuperado. Desde el pasado día 4, se autorizan las reuniones de 50 personas, limitadas hasta entonces a 20, tanto en interior como en exterior, y se debe mantener una distancia de 2 metros con el otro. Las escuelas secundarias y universidades están reabriendo con limitaciones, mientras que las primarias y preescolares están volviendo a la normalidad.
Las cosas pintan bien allí, pero es cierto que resulta difícil establecer comparaciones con una isla tan separada del continente y con una densidad de población tan baja (3 habitantes por kilómetro cuadrado frente a los 93 de España o los 200 de Italia). Y hay árboles para todos... Como diría Groucho: «¡Más madera! ¡Es la guerra!». Sí, contra el coronavirus.
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