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La gota es una de las enfermedades reumáticas más frecuentes, con 880.000 afectados en España (el 2,4% de la población). Sin embargo, los especialistas advierten de que «no se le da la importancia que debería» a pesar de tratarse de una patología «con ... importantes consecuencias a nivel cardiovascular y renal».
Al margen de esta circunstancia, «tanto el diagnóstico como el manejo de esta enfermedad ha mejorado mucho en las últimas décadas, con nuevas posibilidades de tratamiento para pacientes que antes no conseguían un correcto control de su enfermedad», se felicita el doctor Alejandro Gómez, reumatólogo del hospital Vall d'Hebron. Estas son las claves de una patología que va más allá de dejar de comer marisco.
«La gota es una enfermedad metabólica causada por el acúmulo de ácido úrico en forma de cristales de urato monosódico en diferentes tejidos del organismo», adelanta el doctor Francisco Aramburu, coordinador del Grupo de estudio de artritis microcristalinas de la Sociedad Española de Reumatología (GEACSER). Es decir, se produce un desequilibrio entre la producción de ácido úrico (un compuesto que el cuerpo produce cuando descompone unas sustancias químicas llamadas purinas) y su eliminación a través del riñón, de manera que ese exceso de producto orgánico se acumula en los tejidos.
«Este proceso es lento y gradual. Los depósitos crecen con los años y desencadenan brotes de inflamación en las articulaciones (artritis), deterioro de la función de los riñones y acúmulos de cristales en las vías urinarias (cálculos)», añade el doctor Aramburu.
«La principal causa de esta enfermedad es que los riñones de determinados pacientes, aunque están sanos, tienen menor capacidad para la eliminación del ácido úrico. Otras veces se debe a enfermedades como la psoriasis o leucemias e incluso por efecto de algunos fármacos como los diuréticos. Sin embargo, la causa más relevante y el motivo por el cual la gota es cada vez más frecuente en nuestro entorno es el estilo de vida. El consumo excesivo de alcohol (sobre todo cerveza), las dietas hipercalóricas, las bebidas ricas en fructosa, la carne roja, el marisco, la obesidad y el sedentarismo son causantes y favorecen el desarrollo de la gota», explica el doctor Aramburu, reumatólogo del Hospital Clínico de Valladolid.
Los síntomas de esta enfermedad se desarrollan a lo largo de muchos años, a medida que los depósitos de urato monosódico crecen. «Desde el punto de vista articular, la gota da lugar a episodios de inflamación en brotes, que afectan de forma característica al dedo gordo del pie, aunque también pueden aparecer en codos, rodillas, tobillos… Si no se tratan adecuadamente, con el paso del tiempo los brotes se hacen cada vez más frecuentes, afectan a más articulaciones simultáneamente y con mayor intensidad», coinciden los expertos.
«A medida que la enfermedad progresa –continúa el doctor Aramburu–, en algunos pacientes se pueden evidenciar grandes aumentos de partes blandas en zonas alrededor de las articulaciones y otros tejidos (tofos), además de aparecer erosiones en los huesos de las articulaciones. Esta es una complicación grave, porque produce deformidades óseas y articulares que no se pueden revertir. A nivel de los riñones, la hiperuricemia puede causar fallo progresivo de su función y la aparición de cólicos nefríticos como consecuencia de la aparición de cálculos renales de urato monosódico, que son muy dolorosos».
Los especialistas de la Sociedad Española de Reumatología (SER) insisten en que la gota tiene una serie de complicaciones muy serias «que no se deben ignorar. Los pacientes que padecen esta patología tienen un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares graves y potencialmente mortales como el infarto agudo de miocardio, el ictus cerebral o la hipertensión arterial».
Muchos pacientes creen erróneamente que la gota se diagnostica con dos únicos factores: tener el ácido úrico alto y el dedo gordo inflamado. «Sin embargo, esta patología puede afectar a otras articulaciones y órganos y la inflamación de la primera metatarsofalángica puede no ser siempre por esta patología. La única prueba certera es extraer líquido de la articulación y examinar si existen cristales de urato monosódico, porque no todos los pacientes con una uricemia alta tendrán gota», aclara el doctor Francisco Aramburu.
En cuanto a los tratamientos, es importante precisar que la gota es una enfermedad curable siempre que se consigan eliminar los depósitos de urato monosódico. Y la forma de conseguirlo es reducir el nivel de ácido úrico en sangre por diferentes métodos. El primero y principal es modificar el estilo de vida (dieta, ejercicio físico, hidratación...), aunque esto no siempre es suficiente y hay veces que se precisa tratamiento farmacológico para controlar los brotes de artritis y rebajar el ácido úrico en sangre.
Precisa el reumatólogo del Hospital Clínico que «también es muy importante poner un tratamiento para prevenir los brotes de gota cuando iniciamos otro para reducir la uricemia. Muchos pacientes rechazan estos fármacos porque aseguran que al tomarlo 'tienen más brotes'. Esto se debe a que, al disminuir la uricemia en los primeros estadíos del tratamiento, se desencadena inflamación. Cuando la uricemia baja y se estabiliza se puede suspender el tratamiento que reduce los brotes, pero habitualmente conviene mantener el tratamiento reductor de la uricemia, pues habitualmente los niveles de ácido úrico en sangre suben en muchos pacientes tras suspenderlo. El proceso de eliminación de depósitos de urato lleva años, pero se logra que el puede prevenir los brotes y evitar el aumento de riesgo cardiovascular que la gota implica».
«En primer lugar, la hidratación debe ser adecuada: bebe un mínimo de litro y medio de agua al día para favorecer la eliminación de ácido úrico a nivel renal y evita el alcohol, tanto la cerveza (incluida la sin alcohol) como bebidas de alta graduación. El vino eleva en menor grado la uricemia, pero debe limitarse», aconseja el doctor Aramburu. Los pacientes con gota también deben rebajar el consumo de proteínas animales, sobre todo carnes rojas (cerdo, vacuno, caza…), además de consumir con moderación pescado azul y carne de ave o conejo. «Existe la creencia de que los tomates o los espárragos suben el ácido úrico, pero ningún estudio científico lo ha demostrado hasta el momento, por lo que no se recomienda limitar los alimentos con proteínas de origen vegetal. Las bebidas ricas en fructosa (como los refrescos, sobre todo de cola) tampoco son aconsejables. Por el contrario, el consumo habitual de lácteos descremados, cítricos o café nos puede ayudar a rebajar los niveles de uricemia».
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