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Solange Vázquez
Martes, 14 de febrero 2023, 10:24
Hay infinidad de formas de empezar un cuento y esta es una de ellas: «María la boba creía en el amor. Eso la convirtió en una leyenda viviente». Como también existen innumerables maneras de comenzar un reportaje donde se tocan las cosas del corazón, tomaremos ... prestado ese arranque de la escritora Isabel Allende que, en solo dos frases, resume el signo de estos tiempos: cada vez parece más excepcional encontrar personas que crean en este sentimiento y hasta suelen ser vistas por la mayoría como seres un poco descerebrados (o anacrónicos)... Corren malos tiempos para el concepto del amor romántico en medio de una sociedad hipersexualizada, que hoy no sabe si celebra San Valentín, San 'Valentinder' o «San Follatín», como dice la sexóloga Lurdes Lavado.
«¿El romanticismo? Ha muerto. Ahora estamos en la era del 'meat market', el mercado de la carne. La gente no quiere complicarse la vida: si tenemos tantas leches en el supermercado, ¿para qué nos vamos a comprar la vaca?», recrimina la experta del centro Alborabide, un buen observatorio para determinar cómo son ahora mismo las relaciones de pareja: «En la sociedad de consumo donde vivimos, el cuerpo es un producto más... Se consume y listo». Suena a apocalipsis del amor, pero, a ver, nos seguimos enamorando, ¿no? «Sí, por accidente. Cuánta gente empieza sus relaciones con un 'oye, no nos vamos a pillar, ¿eh?'. Que, si no, menudo problemón. El sexo es sexo y eso está muy bien, pero también es un sentimiento».
Vivimos en un escenario donde impera ese pequeño caos amor/sexo. Veamos algunos programas de la tele, por ejemplo, desde 'La isla de las tentaciones' –juramentos de amor, tiranía de las hormonas, lágrimas, cuernos– hasta las citas de 'First dates', donde alguna gente lanza preguntas sexuales a los pocos minutos de conocer a alguien: cosas como '¿eres activa en la cama?' o '¿la tienes grande o pequeña?'. Y esto que vemos en la pequeña pantalla (también en series, películas, redes sociales...) es un reflejo –vale, quizá algo hipertrofiado– de lo que ocurre en la realidad.
¿Por qué está todo tan revuelto? ¿Por qué lo sexual le come terreno a lo amoroso y lo liamos todo? La 'culpa', menos mal, se la podemos echar a la biología: estamos programados para ello. La neurociencia, de hecho, explica cómo el sexo nos puede llevar al amor: los orgasmos hacen que segreguemos oxitocina –hormona del bienestar y la confianza–, que activa zonas del cerebro que acaban en el enamoramiento. Así que lo de 'pillarse' después de mantener unas cuantas relaciones sexuales con alguien es lo más normal. Y a la inversa: si estamos enamorados, es fácil que nuestra hiperactividad cerebral desemboque en impulso sexual y la cosa acabe en cópula: nuestro ADN nos tiende esta trampa con la única finalidad de perpetuarnos como especie, según la teoría del 'gen egoísta' del zoólogo Richard Dawkins.
Biológicamente, «el enamoramiento es una locura transitoria necesaria para la reproducción», confirma Adriana Royo, psicóloga, especialista en sexología y escritora. Es la explicación básica. Pero hay otra algo más retorcida de por qué hemos virado hacia una sociedad tan hipersexualizada: «Creemos que tenemos que 'exponernos' (porque así lo vemos en las redes y en la publicidad) para ser deseados y formar parte del grupo». En medio de este clima calenturiento, va y llega San Valentín, la fiesta del amor, la de los escaparates llenos de corazoncitos. «Algo, para mí, fruto de la sociedad del espectáculo y muy alejado de lo que es el amor, que sí que existe, aunque es algo que hemos 'decapado' mucho», lamenta Royo. ¿Qué es, para ella? «Cierta sensación de hogar, de estar protegido, de que junto a esa persona que quieres la vida no pesa tanto».
Y, si es tan maravilloso, por qué hay tanta gente que huye de él (el 'no te pilles, no te pilles'): «Queremos amor, pero no currárnoslo. Estamos en un mundo narcisista donde amar es difícil, porque muchas veces lo que se busca es una extensión de nosotros mismos... y, como es complicado, acabamos prefiriendo el deseo al amor», matiza Royo. Como ella dice, «el 'sexo de gimnasio' está muy bien también», en plan placer físico sin más, pero debemos saber que en los humanos todavía es «algo misterioso» eso de la interacción cuerpo-mente. Por eso, lo de la disociación amor/sexo puede resultar complicado y solo apto para expertos muy expertos (que a veces acaban cayendo en la trampa también, claro).
La psicóloga Valeria Sabater confirma este extremo: «Las personas somos seres sexoafectivos y, tradicionalmente, siempre nos ha costado bastante separar una esfera de la otra», aunque con el auge de las redes sociales y las plataformas de ligue hemos empezado a perfeccionar esta habilidad. «El problema está en que muchos seguimos buscando un amor de película, vivir una historia apasionada y, de paso, dar con un buen compañero de vida. En ese intento, el 95% de las personas se llevarán una decepción en el mercadeo de Tinder y el resto de aplicaciones. Muchos buscarán solo sexo y otros nos harán 'ghosting'. Debemos dejar claro lo que buscamos en cada momento (una relación o solo sexo) y esperar, también, que el otro sea sincero con nosotros. Vivimos en un momento psicosocial en el que es más fácil que nunca buscar pareja, pero más difícil que nunca encontrar el amor».
A estas alturas del reportaje, algunos corazoncitos sensibles estarán sufriendo horrores, así que la monologuista Pilar Ordóñez –que este viernes lleva al Teatro Campos de Bilbao su espectáculo 'Miss Tupper Sex'– prefiere poner la nota de humor: «¿El amor romántico? Una invención de Disney. ¿Que ahora estamos hipersexualizados? Clarooo, porque antes no se hacían negocios en puticlubes. ¡Esto es de toda la vida, solo que ahora se airea!», espeta Ordóñez, que en sus actuaciones tira del repertorio inagotable del amor y el sexo. «A veces nos quedamos enganchados a un polvo mal echado... sobre todo las tías. Pero, a ver, la culpa no es nuestra, y esto lo dice Punset, no yo: la mujer segrega doce veces más oxitocina que el hombre durante el sexo. ¡Jodida oxitocina! Así que a veces no eres tú, es la oxitocina la que habla y actúa por ti. Si es que somos una farmacia andante, todo química. Y en el amor está bien esa química, pero también algo de física y matemática», expone.
La oxitocina –que actúa como hormona y neurotransmisor y es la responsable de nuestra conexión con otras personas– es muy protagonista en muchos folletines sentimentales, sexuales y mixtos. Una investigación realizada en 2005 por científicos de las universidades de Zúrich y California determinó que esta sustancia «podría hacer que los sujetos sean más optimistas sobre la probabilidad de un buen resultado». Es decir, nos llena de confianza en nosotros mismos y en la persona que nos gusta. Por eso, cuando a Pilar Ordóñez, que ha tenidos dos relaciones largas, le dicen eso de 'vamos a liarnos pero no te pilles'... «¿Que no me pille? Vamos, hombre, hasta ahí podíamos llegar. Me dan ganas de decir 'a que te pillas tú' o amenazar como a los niños: 'como te pille...'. ¡Que yo hago lo que quiero con mi oxitocina!».
A lo largo de la vida, el cóctel de amor y sexo va a ir cambiando para nosotros. Estos son los cuatro básicos, constituidos por distintas proporciones de sentimiento y deseo.
Las relaciones exclusivamente sexuales han dado un gran salto con las redes sociales y los portales de ligue. Son más frecuentes entre adultos jóvenes (pero no novatos). «En la actualidad, basta con hacer 'match' para pasar la noche con alguien sin necesidad de verlo nunca más», apunta la psicóloga Valeria Sabater.
Es un 'modelo' casi en extinción. Solo algunos grupos que promueven la castidad, colectivos que reivindican la asexualidad o adolescentes muy 'verdes' –que pronto pasarán a otra fase– centran sus relaciones en este concepto de amor romántico tradicional. También las personas muy mayores. «Si quedan románticos, les deseo suerte para encontrarse», dice la sexóloga Lurdes Lavado.
Esta combinación resulta muy atractiva para mucha gente. Tiene lo 'bueno' de los dos mundos: el goce sexual y la libertad para sentir algo por la otra persona. «Es que la disociación total... No sé si alguien es capaz, es algo sociópata eso», indica la psicóloga Adriana Royo.
La fórmula clásica de las parejas de largo recorrido, que se adoran pero han pasado hace tiempo la fase del amor pasional, que dura una media de dos años y cuatro meses. La monologuista Pilar Ordóñez lo ve así: «Igual lo que necesitamos –sobre todo desde que hay juguetes sexuales– es encontrar a alguien para hacer la 'cucharita', que nos abrace y nos dé la mano».
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