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¿Eres de los que llega tarde a todas partes, de los más o menos puntuales o de los que siempre tiene que esperar un rato porque acude a sus citas unos minutos antes de la hora? Los primeros probablemente sean una de las peores ... pesadillas de los últimos, porque no hay nada que desespere más a una persona extremadamente escrupulosa con el tiempo que un tardón, uno de esos individuos que llegan tarde por sistema, sin ningún tipo de justificación.
En nuestra vida diaria, la puntualidad es una cualidad que suele valorarse como una virtud. De hecho, los que llegan a los sitios a la hora acordada son percibidos como personas responsables, organizadas, que respetan el tiempo de los demás. Mientras que los que hacen esperar suelen ser tachados de maleducados, incluso de egoístas. Sin embargo, en esto de la puntualidad la realidad es más compleja y no todo es blanco o negro. ¿Qué se esconde detrás de estas conductas? ¿Por qué hay personas que siempre van tarde y otras que están antes de tiempo? Vayamos por partes.
Eso de llegar al lugar en el que has quedado unos minutos antes de la hora está muy bien, pero la puntualidad extrema también puede tener un lado negativo. Para empezar, todo el tiempo que se pierde en esperas inútiles. Este tipo de personas, las que se pasan media vida esperando a los que llegan tarde e incluso a los que llegan puntuales, «es verdad que acostumbran a tener un mayor autocontrol y una percepción más precisa del tiempo y eso les permite planificar mejor y prever posibles contratiempos o inconvenientes con antelación», explica el psicólogo británico Oliver Burkman en su libro 'Cuatro mil semanas, gestión del tiempo para mortales' (Ed. Planeta).
En otras palabras, como tienden a ponerse en el peor de los escenarios suelen asignar tiempo suficiente a cualquier cosa que tienen que hacer por si acaso se complica. «Esto no solo refleja una habilidad especial para planificar sino que también suelen perder menos el tiempo porque prefieren mantener todo bajo control», precisa el especialista.
Por ejemplo, si esa persona tiene que recoger a sus hijos del colegio a las cinco de la tarde y su casa está a quince minutos en coche, lo más probable es que salga con media hora de antelación por si acaso. Por si acaso pilla demasiados semáforos en rojo, por si acaso la calle está cortada, por si acaso se le olvida algo... Y lo que ocurre la mayoría de las veces es que tiene que esperar un cuarto de hora en la puerta del centro porque no pasa nada fuera de lo común. Sin embargo, una persona a la que le cuesta llegar a la hora saldrá de casa a menos cinco... ¡convencida de que va a llegar a tiempo!
EXPERIMENTO
Cronometra un minuto, los resultados te sorprenderán Hace unos años se hizo un experimento muy sencillo con personas puntuales y tardonas para comprobar su percepción del tiempo y el resultado arrojó unos datos muy reveladores. Los investigadores entregaron a todos los participantes un cronómetro y les pidieron que lo parasen cuando creyesen que había pasado un minuto exacto. Pues bien, las personas impuntuales tuvieron la sensación de que un minuto duraba una media de 77 segundos, mientras que la mayoría de los puntuales pararon el cronómetro antes de que se alcanzase el tiempo límite, concretamente en el segundo 58. ¿En qué segundo lo pararías tú?
Según cuenta Oliver Burkman en su libro, esta obsesión por llegar a los sitios antes de tiempo también puede denotar «una preocupación excesiva en general y la necesidad constante de querer agradar a los demás. Además, la expectativa de que todo debe ser perfecto puede generar mucha frustración cuando se ven obligados a esperar más de lo previsto. La puntualidad e incluso su falta están relacionadas con nuestra necesidad de controlar el tiempo. Llegar pronto nos hace sentir que controlamos la situación, mientras que hacer esperar a los demás no deja de ser otra manera de demostrar que también controlamos lo que pasa... convirtiéndonos en el centro de atención».
Aunque no todo el mundo que llega tarde lo hace por este motivo. Los hay que simplemente son optimistas con la gestión del tiempo, digamos que tienen una «visión más relajada» de la vida y están realmente convencidos de que no tardan tanto en completar determinadas tareas: desde prepararse para salir a planchar la ropa o llegar desde su casa hasta la parada del autobús.
Otra de las causas de la impuntualidad sistemática es un síndrome llamado retraso crónico, que consiste en que la persona tardona siente un subidón de adrenalina adictivo ante la sola idea de llegar tarde. Lo que ocurre en este tipo de personalidades es que no ven esta actitud como una irresponsbilidad sino como una forma de vida. Suele pasarle a gente que intenta hacer más de lo que el tiempo le permite, dejándolo todo para última hora.
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