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Luis Javier González
Miércoles, 19 de julio 2023, 00:12
Los Borbones convirtieron su Palacio Real, construido a semejanza de Versalles, en retiro para el ocio y la caza y en un refugio estival para escapar del sofocante calor en el centro peninsular. Situado a los pies del parque nacional de la Sierra de Guadarrama, ... a solo 80 kilómetros de Madrid, el Real Sitio de San Ildefonso es un paraíso natural de turismo sostenible que en estos meses de verano llega a multiplicar por tres «o incluso por algo más» su población de poco más de 5.000 habitantes. Lo dice su alcalde, Samuel Alonso, que habla del reto que supone para los servicios públicos –recogida de residuos, limpieza viaria, abastecimiento de agua o atención médica– atender un municipio tan singular como, en ocasiones, masificado.
Pero, ¿qué tiene este rincón que atrae a tanta gente tanto en verano como en invierno? Nos descubre sus encantos Sol Gómez, que abrió su jamonería allí. Eso, pese a que otros comerciantes vecinos le avisaron: «La gente de La Granja es muy difícil, esto te va a costar mucho». Pero esta salmantina convirtió esa sequedad en dulzura. Sus hijos tienen 'abuelas' granjeñas, esas mujeres que les cuidaban cuando su madre estaba en la tienda. «Si das cariño a la gente, te lo devuelven. Son muy claros, tanto para lo bueno como para lo malo. Nunca te van a fallar».
Por eso, lleva una década viniendo cada fin de semana, cada hueco en el calendario. Por su tienda, sí. Pero, sobre todo, porque ha encontrado un hogar donde no lo esperaba. Así es cómo una forastera, un término que aún utiliza, se ha convertido en una vecina de pleno derecho del Real Sitio. Desde su enclave, Sol, de 45 años, ha hecho casi un estudio sociológico, en parte porque ir a su tienda es, como ella misma admite, un poco de jamón y otro de conversación. Y, ahora en verano, se nota más el bullicio dentro. «Es verdad que al que tiene aquí una casa le consideran veraneante, pero para mí es uno más del pueblo».
El primer visitante del Real Sitio es el de las segundas residencias, que ya ha desembarcado hace semanas y no se va hasta que empieza el curso escolar. Luego está el turista vacacional, que pasa temporadas más cortas –semanas o quincenas– y, finalmente, el que hace una pequeña escapada atraído por la riqueza patrimonial y natural de este enclave y la cercanía a Segovia.
El marido de Sol se dedicaba al ibérico y vinieron a Segovia con la intención de abrir su tienda en la capital. De camino, pararon a comer en La Granja y se les encendió la bombilla. «Yo acababa de dejar mi trabajo como psicóloga y decidí llevar la tienda». Aunque viven en Salamanca, los periodos vacacionales viaja disciplinadamente al Real Sitio, para trabajar... y para todo lo demás: «Somos unos enamorados del pueblo».
Cuando llegaron en 2013, los vecinos vaticinaron su pronto adiós. «Estos no duran ni nueve meses», les confesaron que pensaron –dos vecinas aún discuten por el título de primera clienta aquel 25 de julio, día de los multitudinarios juegos de agua en las fuentes del Palacio, una fecha que no fue casual: Sol conoció a su marido un día de Santiago–.
Este, dice, es «un lugar idílico» que ella lleva visitando casi un cuarto de siglo. «La montaña, el clima… Nos servía de relajación. Tiene un encanto especial». Las primeras visitas, de novios, discurrían en los Asientos o en los jardines. «Solíamos venir en invierno. No hay cosa más bonita que ver el mar y los jardines nevados. Ni Versalles, que también hemos estado, ni nada». Eran escapadas de pasar el día y volver. Según fue creciendo el vínculo entre ellos, lo hicieron sus visitas 'granjeñas'. Tocaba pernoctar, el día no era suficiente. Vinieron sus hijos y el invierno dejó sitio al verano. «A ellos lo que les gustaba era venir a las fuentes y mojarse. Veníamos el día de San Luis y hemos visto cómo las peñas se metían dentro de las fuentes», una costumbre ya prohibida.
El año pasado se compraron casa. «Qué mejor que comprarnos casa en lo que nosotros consideramos nuestro hogar», enfatiza Sol. Y sigue dando datos sobre los 'turistas': «Hay dos tipos de visitantes. Los que vienen en invierno no vienen en verano».
Ella dibuja un futuro sostenible pese al aluvión veraniego. «No creo que sea un sitio puramente turístico». Pone un ejemplo de su tierra, La Alberca, en la Sierra de Francia. «Para mi gusto se ha convertido en un parque de atracciones. La Granja no va camino de eso». Son visitas que pasan de generación en generación. «Nunca llegué a entender esa rivalidad entre la gente del pueblo y los que vienen de Madrid. Todos quieren al pueblo, unos por ser de aquí y otros porque lo consideran como suyo». Como Sol y su familia.
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