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El pueblo extremeño que habla euskera en veranoAntonio J. Armero
Lunes, 17 de julio 2023, 18:12
Hay en Extremadura pueblos donde en agosto se habla euskera. Vas por la calle y se escucha 'aita' y 'ama', y ese acento que en la Sierra de Gata cacereña, la comarca más jipi y bohemia de la región, es algo familiar. Sucede, por ejemplo, ... en Acebo (542 habitantes según el INE, 582 según su alcalde), que tiene una iglesia con tamaño de catedral, una decena de bares (Cortés, Casa Aurelio, El Rincón de Nacho, El Candil, Trébedes, Mauri...) y una piscina natural (la del río Jevero) de las más grandes y bonitas de Extremadura. En verano tiene tal ambientazo que no hay que esperar al sábado noche para acostarse de madrugada tras haber apurado el fresco y las risas y los vasos largos en una terraza. Tiene también, claro, sus tertulias en silla de tijera. O de mimbre. O en el poyete de la fachada del Ayuntamiento, donde un sanedrín vecinal mejora el mundo un miércoles a mediodía.
- ¿Cambia mucho el pueblo en verano? -pregunta el foráneo que va con el que hace fotos-.
- ¡El cien por cien! -contesta del tirón José Antonio Caballero-. Estamos 400 e igual se meten 6.000. Pues fíjate...
Hombre, igual 6.000 es pelín exagerado, pero mucha más gente de lo normal sí que hay, sin duda. «Nos ponemos en más de 2.000 personas», calcula Julián Prieto, alcalde desde el pasado 28 de mayo, el primero en la historia del pueblo que no es de derechas. «Acebo tiene la peculiaridad -relata el regidor- de ser el pueblo del encaje de bolillos. De aquí salieron encajeras a toda España. No hay en el país una capital en la que no haya una familia de Acebo. Y toda esa gente vuelve en verano. Y los hijos de ellos. Más el turismo, que viene sobre todo por las piscinas naturales, que son una maravilla».
«Hasta 45 años he trabajado yo en Correos, y sé dónde vive la gente. Le digo que no hay en España un pueblo de más de cinco mil habitantes en el que no viva una familia acebana», asegura tajante José Antonio Caballero.
Su tesis se refrenda caminando junto a la plaza, al cruzarse con Petri Franco, 77 años aunque no lo parezca. «Yo nací en Acebo y llevo ya casi cincuenta años viviendo en Gijón, en una casa en la misma playa», sitúa la mujer, que se bajó al pueblo a finales de mayo. Lo relata mientras mueve un coloridísimo abanico publicitario de Benidorm, a donde viajará a primeros de septiembre. Hasta entonces, se dedica a la 'dolce vita' en su tierra querida, donde hace pandilla con otras que también viven fuera. «Las amigas -cuenta Petri- vienen de Zaragoza, Santander, Madrid, Bilbao y San Sebastián. Nos juntamos todas en un chalé a echar la partida». ¿De qué? «De bingo», dice la mujer y se echa a reír a carcajadas. «¡No veas qué bonito es!», se solaza.
Lo cuenta la vivaracha vecina a las puertas de la tienda de conveniencia de Pili Pérez, en la que hay varios grados menos que fuera. «Es que en esta calle todas las casas tenemos agua debajo», explica la tendera, que cree que ahora los emigrantes se quedan menos tiempo. «Antes algunos venían todo el verano, otros un mes y, el que menos, dos semanas. Pero ahora vienen ocho o diez días y se guardan otros ocho o diez días para irse al sur, a la playa», ratifica otro tendero, Andrés Hermoso.
Los dos, Pili y Andrés, coinciden en que en verano hacen su mejor caja. Lo mismo que Manu Rodríguez, que nació en Acebo, con año y medio se fue a Alemania, con 20 aterrizó en San Sebastián y hace tres, al morir su padre, regresó a su pueblo, a la casa familiar, y abrió el bar restaurante El Candil, que tiene una terraza estupenda. «Los hosteleros del pueblo vivimos de estos tres meses, más la Semana Santa, que también es una locura». «Aquí -cuenta-, igual se juntan en verano más de 3.000 personas». Y eso, en su caso, significa que en vez de cuarenta cajas de cerveza por quincena consume ciento cincuenta. «El 90% de mis clientes en verano son del País Vasco y de Madrid», detalla el empresario, que ensalza las piscinas naturales de la zona, «con unas aguas espectaculares como no vas a encontrar en ningún sitio».
Tanta agua tiene Acebo -su embalse surte también a Perales del Puerto, Hoyos, Villamiel y Cilleros- que el grifo no pierde potencia en verano. «Además es que la Sierra de Gata tiene una pluviosidad alta, parecida a la del norte de España», completa Luis Mariano Martín, presidente del grupo de acción local Adisgata. «Los emigrantes -resume- vuelven en verano porque tienen morriña, se acuerdan de lo bien que lo pasaron aquí y quieren repetir».
Y vienen tantos que en la farmacia del pueblo, la auxiliar pasa a trabajar a jornada completa durante julio, agosto y medio septiembre. Al final, lo que ocurre en los meses de calor en este pueblo extremeño lo condensa una de sus vecinas, Maricarmen Rodríguez, sin necesidad de poesía ni estadística. «En verano -dice la mujer con una sonrisa plena-, esto es una maravilla».
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