![Ser el más pequeño de la clase tiene sus riesgos](https://s3.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/201709/25/media/cortadas/ninos-colegio-k9o-U408291839015LE-1248x770@RC.jpg)
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Solange Vázquez
Lunes, 25 de septiembre 2017
Para los niños, nacer en los últimos meses del año no es ninguna bicoca: les supone tener compañeros de clase que les llevan muchos meses... en ocasiones, prácticamente un año. Esta brecha es brutal cuando empiezan en el cole: si lo hacen a los dos años, la diferencia de once meses que hay entre unos y otros supone, nada más y nada menos, que media vida. «Se nota muchísimo», apunta Estíbaliz Rodríguez, psicóloga del centro psicopedagógico Ikasgure (en Portugalete, Vizcaya), quien añade que a edades tan tempranas «hasta una diferencia de quince días» puede ser perceptible en el desarrollo.
Por ello, y teniendo siempre presente que el desfase se va diluyendo según avanzan los cursos, es conveniente prestar atención a los más pequeños de la clase, ya que por su condición de benjamines están más expuestos a sufrir algunos problemas. Esto no quiere decir que estén abocados a padecerlos, ya que cada niño es un mundo -unos lo llevan mejor que otros- y hay factores externos «como tener hermanos mayores que les hagan de guía o la estimulación de su entorno» que pueden ayudarles a compensar la balanza. Estos son algunos de los riesgos de ser el más peque que es conveniente vigilar:
1.
Numerosos estudios han determinado que nacer en los últimos meses del año puede estar vinculado a sacar peores notas. Un dossier elaborado por investigadores británicos hace cuatro años ('Cuándo has nacido importa') apunta a que los resultados de los niños mayores de la clase son, en general, mejores que los de los que han nacido a finales de año. Y según un informe realizado por la Universidad de Extremadura (UEX) en 2015, los que han venido al mundo en noviembre y diciembre tienen un 85% más probabilidad de repetir un curso que los nacidos entre enero y febrero del mismo año. Por ello, proponían una revisión a la hora de distribuir el alumnado en las escuelas. Aunque hay abundante bibliografía que apunta en esta dirección -para desasosiego de los padres-, los profesionales insisten en que las diferencias derivadas de nacer en uno u otro mes no son insalvables: el respeto al ritmo biológico del peque y una atención más personalizada en el colegio bastan para corregir los estragos. «Quizá al principio les cuesta más tener buenos resultados. Pero los niños se van igualando -tranquiliza Estíbaliz Rodríguez-. Aunque se pueden notar diferencias hasta 3º de Primaria en temas como el cálculo, por ejemplo». Pero ya sólo perceptibles para un ojo experto, dado que la disparidad que podía haber en cuestiones motoras o lingüísticas ya han desaparecido para los nueve o diez años.
2.
A veces, los más pequeños de la clase empiezan a tener sentimientos negativos. «En Primaria los niños comienzan a hacer comparativas. Entonces pueden pensar 'no llego', 'no valgo'... son conscientes de las diferencias», argumenta Rodríguez. Según explica, esa autoestima baja puede derivar hacia el fracaso escolar si el niño se desmotiva y prefiere no esforzarse. «Es que no van atrasados, van a su ritmo», recalca. Al verse en inferioridad de condiciones respecto a sus compañeros, los benjamines del aula también pueden hacerse más dependientes de los adultos... y no siempre reciben de ellos lo que necesitan. «Hay algo que en psicología llamamos 'efecto pigmalión', que es cuando un adulto se frustra porque ve que un niño no consigue algo que otros sí y le manda un mensaje negativo», indica. Es algo inconsciente, pero el peque nota esa reacción. «Las espectativas que tienen de nosotros, nos marcan...», añade la psicóloga.
3.
En Infantil son demasiado pequeños para las burlas, pero en Primaria... la cosa cambia. Si un niño no hace algo que otros sí, «le empiezan a señalar», admite la psicóloga de Ikasgure. En este sentido, es necesario estar muy alerta.
4.
El desfase no sólo se aprecia en las aulas. También en el deporte escolar, sobre todo en las disciplinas de equipo. En Benjamines (9 y 10 años) o Alevines (11 y 12 años) la brecha dentro de los nacidos a principios y finales del mismo año natural son gigantescas. Tienen que competir con niños más mayores y más desarrollados... y con el entrenador, que muchas veces les hace calentar banquillo y les quita las ganas de continuar.
5.
«Un estudio reciente indica que entre los nacidos en octubre, noviembre y diciembre hay más diagnósticos de hiperactividad -informa la psicóloga-. Pero, a mi juicio, hay ahí muchos sobrediagnósticos. Se trata de niños muy pequeñitos a los que cometemos el error de comparar con otros que ya han alcanzado los hitos evolutivos... y entramos así en un mal diagnóstico». Según explica, en su gabinete ven a peques sobre los que hay sospechas de hiperactividad y que, en realidad, es que no están «en el mismo punto de madurez» que sus compañeros. Y, a menudo, «qué casualidad, son de diciembre». «En estos casos, simplemente, les cuesta más estar sentados porque son más pequeños. Lo harán cuando les llegue el momento», resume.
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