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A veces escuchamos las quejas de nuestros hijos como quien oye llover. Es que sacan muchas pegas a todo y, al final, por mucho que los padres y madres queramos ser seres dialogantes, hay temas en los que desconectamos y que solemos zanjar con un ... odioso 'es lo que hay'. Y el comedor del cole ocupa un lugar de honor en el ranking de protestas infantiles (aunque, como en todo, hay excepciones, claro). Ese 'es lo que hay' es una salida rápida y, en esencia, resume la impotencia de los adultos ante esta cuestión: ¿qué se le va a hacer si la comida del cole no está buena, no?
Pues se puede hacer mucho, según Toni Massanés, director de la Fundación Alícia, centro de investigación y ciencia alimentaria y culinaria de referencia en Europa. Aunque recalca que hay comedores donde la comida está rica y donde la función de enseñar a comer se la toman muy en serio, admite que no es lo más habitual, sobre todo desde que han ido desapareciendo las cocinas propias de las escuelas en favor de los servicios de catering. «Los hay buenos, ojo, pero en muchos casos priman los costes y los criterios nutricionales en detrimento de la calidad organoléptica de la preparación.Es decir, cumplen con los requisitos que les imponen, entre los que no está que la comida sepa bien», apunta Massanés.
Los costes y lo saludable son aspectos objetivos. Pero, ¿el sabor que perciben los 'clientes', que son los críos?Aquí todo es más elástico y establecer unos mínimos a las empresas de catering es algo casi imposible. «Han mejorado las comidas de los comedores en cuanto a que son más equilibradas y en atención a alergias e intolerancias, pero en detrimento del sabor. Siempre hay que comer lo mejor posible en cada situación. Pero si la comida del cole no está buena y no se la comen o le cogen rechazo, ¿de qué vale? Antes, los menús de los colegios los hacían las mujeres de la zona, contratadas como cocineras, y ellas aplicaban su saber culinario para que quedase sabroso todo. Y también había un sentimiento de cariño y de responsabilidad de que los niños y niñas quedasen contentos», indica Massanés.
Esto no quiere decir que ahora se haga sin mimo la comida de los escolares, pero es algo más industrial. Y el resultado, «más neutro e insípido», indica Griselda Herrero, dietista-nutricionista y doctora en Bioquímica. Y no, no es así para martirizar a los pequeños. «Utilizan pocas especias y poca cantidad de sal, que es un factor que se les marca», indica la experta.Y esto hace que la comida no resulte tan rica al paladar.
A continuación, ambos especialistas enumeran los platos que están en el top de los más odiados en casi todos los comedores escolares porque no están logrados y no se parecen a la receta que se prepara en sus casas.
Claro, hacer tortilla de patata muy casera para cien o doscientos niños no es fácil. Ni es sencillo acertar con el punto de cuajado. «Por eso suele quedar seca», indica la nutricionista. Si a eso le sumamos que tiende a sosa...
Aglutinan los dos males de la comida al por mayor: la sequedad y la falta de sabor.Por eso suelen presentarse con alguna salsa, algo que permite calentarlos mejor si se queda frío el plato y que los hace más jugosos y sabrosos. Así que la intención es buena, pero... casi nunca se logra el efecto deseado. La frase de 'se me hace bola' está hecha de carnes y pescados.
«Si te ponen una lechuga lavada con agua que solo sabe a agua, casi sin aliñar...», critica Massanés. Pues te están poniendo lechuga, sí, muy sana, «pero es difícil que a los chavales les guste así». Según la nutricionista, en casa, como queremos que les gusten las ensaladas, les ponemos mimo, mezclamos las verduras con otras cosas –picatostes, arroz, pasta, queso, fiambre, yogur, frutos secos, pipas, otros tipos de verdura– para 'darles un toque' seductor y que se las coman.
Lo mismo pasa con los purés. Esto, en el comedor, no ocurre, claro. «Y luego está la presentación, que es muy importante cuando estamos introduciendo alimentos en la infancia», añade Griselda Herrero, que ha colaborado con la firma de kits de recetas HelloFresh en su campaña de vuelta al cole.
«Son sanísimas, riquísimas y baratas, pero en muchos comedores las dejan duras como perdigones y luego esto les genera un rechazo a esos platos cuando se los ponemos en casa, claro.El aspecto educacional del comedor, que lo tiene, falla en este tipo de cosas y causa el efecto contrario al que se busca, que es que vayan integrando en su dieta más variedad de alimentos», apunta Massanés.
«No es bueno hablarles mal del comedor, ni darles la razón porque así incentivamos sus quejas. Es mejor explicarles que no es lo mismo cocinar en casa, para cuatro o cinco personas, que para todo el cole», indica Griselda Herrero. Y la dietista-nutricionista añade que, además de esta 'doctrinilla', debemos ofrecerles 'tips' para que les guste más la comida: «Que pidan más salsa para que no esté tan seca o algo más de aceite. Se lo van a proporcionar, pero más sal, no. Ahí son inflexibles». Y en casa podemos ayudarles también. La experta aconseja cocinar con ellos (la mejor manera de que se lo coman) para que «disocien la comida del cole de la de casa» y para que comprendan y valoren por qué son diferentes a veces.
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