¿Por qué unos hablan alto y otros bajo?
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El volumen de la voz dice mucho de nosotrosDime a qué volumen hablas... y te diré cómo eres. Sobre todo, si el interlocutor es un especialista en el tema, aunque todo el mundo –hasta el más profano en la materia– se forja una imagen de la persona con la que charla, consciente o inconscientemente, según la intensidad de su voz. Sin querer, contamos mucho más de lo que decimos según si hablamos alto o bajo. Damos información sobre nuestra procedencia geográfica –sí, el mito de que en los países mediterráneos voceamos más es cierto–, sobre nuestra personalidad, nuestro estado de ánimo en ese momento... y hasta puede delatar, con bastante acierto, si pertenecemos a una familia numerosa o no. ¿Parece exagerada la cantidad de 'secretos' que contiene la fuerza con que proyectamos nuestras palabras?
Para nada. Y eso lo saben muy bien los profesionales que trabajan con la voz humana, que saben desentrañar por qué unas personas hablan a voces y otras viven entre susurros.
Según explica Susana Ruiz, foniatra y otorrinolaringóloga, lo primero que debemos tener en cuenta es el factor cultural. «En España somos gritones, igual que en Italia o Grecia. Vivimos en una cultura 'del exterior'; nos gusta salir, reunirnos con amigos en la calle, en los bares... y opinar de cualquier cosa sin importarnos que nos oigan los de alrededor», afirma. Vamos, que es una mezcla de sociabilidad y falta de pudor.Pero no sólo eso. Además, tal y como apunta, en nuestro entorno «gritar al hablar no está tan mal considerado como en otros lugares». Por eso, cuando viajamos a Escandinavia, por ejemplo, sabemos reconocer a los compatriotas –o a ciudadanos de países mediterráneos– por el revuelo que arman en museos o restaurantes, en contraste con el tono comedido y los largos silencios de los autóctonos, que casi nos hacen pensar '¿estarán enfadados o aburridos?' ¡Caramba, si hasta reprenden a los niños en un tono casi inaudible!
Está claro que en los países anglosajones y del norte la gente habla más bajo. Y esto, en las citas internacionales de mandatarios, da pie a algunos choques. En 2009, tras una cumbre del G-20, los líderes mundiales procedieron a sacarse la tradicional foto de familia.En medio del ruidito de los 'flashes', se oía una voz atronadora: «Mister Obaaaamaaaa!! Mister Obama!!!!». Era Silvio Berlusconi, con su torrente de gestos y su chorro de voz, que intentaba acaparar la atención del entonces presidente de Estados Unidos a golpe de decibelios. Ante esta escena, el resto de autoridades hicieron como que no les estallaban los oídos. Todos, menos la reina de Inglaterra, que consideró reprobable y hasta ofensivo el volumen y las maneras del italiano y, entre la incredulidad y el hartazgo, exclamó: «¿Pero por qué tiene que gritar?».
«En culturas en las que las personas no se comunican en ambientes ruidosos como bares o la calle, en las que hace mas frío y las reuniones de amigos o familia se hacen en las casas, no se necesita aumentar la intensidad de la voz para hacerse oír. Y, una vez que la voz se acostumbra a una intensidad moderada, es mas fácil trasladarla a otros entornos», argumenta Ruiz.Vamos, que el 'English way of life' es poco compatible con sujetos como Berlusconi. Pero sería injusto atribuir a todos los italianos estas características, claro está. Es una tendencia, pero no insoslayable: «Algunas personas con el mismo bagaje cultural han decidido tener un control sobre su voz y hablan con una intensidad moderada». Vamos, que se puede 'arreglar', aunque algunos profesionales dicen que es más fácil aprender a hablar alto que a hacerlo bajo. Muchas veces, porque quien habla a volumen elevado ni siquiera es consciente (a no ser que tenga al lado a una reina de Inglaterra que esté de vuelta de todo y a la que no le importe herir susceptibilidades).
Pero ¿qué pasa cuando las diferencias se producen entre individuos de un mismo país? Todos conocemos ejemplos de ambos extremos en nuestro entorno. Aquí entra en juego el otro gran factor que modula nuestro volumen: la personalidad. «Cuando queremos asustar, corregir, mostrar enfado, elevamos la intensidad. En algunas ocasiones tendremos éxito, pero otras veces esta falta de control nos desacredita –advierte la experta–. Cuando transmitimos una alegría intensa, también solemos utilizar mayor intensidad de voz. Pero, cuando la intención o la situación es comunicar algo positivo, hacerlo a gritos tiene menos connotaciones negativas».
No obstante, siempre hay que recordar que el volumen –y el saber modularlo según la ocasión– es un rasgo de buena educación. Pero, ojo, tan grosero es hablar a gritos como hacerlo muy bajo. «Oír a alguien que verbalmente es exagerado puede ser considerado un factor negativo, pero lo contrario también –advierte–. Las personas verbalmente ruidosas desconfían de aquellos que tienen una intensidad de voz baja. Sospechan que están ocultando algo».
Así que, si te crees muy distinguido por hablar bajito para hacerte el interesante, que sepas que tu interlocutor, en lugar de verte así, puede estar pensando que urdes algo o que eres un egocéntrico que quiere tener a todo el mundo pendiente de tus cuchicheos. Todo esto es lo que puede desvelar la fuerza con que proyectas tu voz. Y también, por ejemplo, si provienes de una familia numerosa, ya que algunos estudios, como el de la experta Amee Shah, de la Universidad de Cleveland, han constatado que criarse en un ambiente ruidoso y con mucha gente influye en que un individuo hable más alto por la necesidad de hacerse oír. Aunque también hay teorías que sostienen que, a veces, hablar alto es un recurso para compensar la timidez. O puede delatar nerviosismo. Y también tiene que ver con el sexo. Según Shah, las mujeres se inhiben más de hablar alto, porque tradicionalmente no estaba bien vista esa expresividad. Muchas pistas...
«Algunos artículos dicen que el 60% de la comunicación humana es no verbal, es lenguaje corporal. De la parte verbal, es decir, de lo que hablamos, el 30% de la importancia se la llevan el tono (es decir, si hablamos agudo o grave) y la intensidad de la voz. Ambos son factores que en muchas ocasiones escapan de nuestro control», indica Ruiz.Vamos, que una persona con conocimientos en la materia puede 'descifrarnos'. «El 90% de lo que decimos no es lo que transmitimos con palabras, sino con el gesto y la manera de decirlo». Cuidadín.
Ahora mismo, con la necesidad de mantener la distancia de seguridad de unos dos metros debido a la pandemia y la de llevar mascarilla, la cosa se complica para adecuar nuestro volumen de voz. Para que nos entiendan, tenemos que hablar más alto, con lo que se emiten más partículas al aire y se favorecen los contagios si no hay 'barrera que lo impida'. Además, tampoco podemos leer los labios, que siempre ayuda. «Tras una conversación larga en estas circunstancias, aparece la fatiga vocal y después de la fatiga la disfonía (ronquera). Un consejo es no tener grandes conversaciones en esas situaciones y hablar más lento y con mejor pronunciación, para hacer el mensaje mas inteligible y no tener que repetir mucho las cosas ni gritar».
Seguro que te ha pasado. Sobre todo, en medios de transporte. De repente, y sin tener ninguna gana de ello, escuchas a una persona que tienes al lado discutiendo a través del móvil o contando algo íntimo a voces... Quizá cosas que le harían bajar el volumen si su interlocutor estuviese enfrente. ¿Por qué ocurre? Porque, muchas veces, usamos los móviles en la calle, en el metro y en lugares donde nuestra charla debe 'competir' con ruido de fondo. Esa es una de las razones por las que gritamos más al hablar por el móvil. Se trata de un fenómeno conocido como Reflejo Lombard, descubierto en 1909 por el otorrinolaringólogo francés Étienne Lombard, quien comprobó que modulamos nuestra voz en referencia al sonido más alto que escuchamos (pitidos del metro, música de un concierto...).
El contexto lo es (casi) todo: «La voz puede variar según el estado de la persona, las emociones, la fatiga...», enumera FranciscoJavier Olarrieta Soto, especialista del Instituto Otorrinolaringológico de Madrid (IOM). Estos factores son variables, pero hay otros más o menos fijos que influyen en que se hable más o menos alto: «La anatomía de la laringe, que es donde se produce la voz, y de los resonadores (faringe, cavidad oral, dientes …) que es donde se modula y es lo que le da personalidad».
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