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A media mañana, en las terrazas que tapizan cada rincón de Ezcaray, es imprescindible ponerse un jersey incluso en plena canícula. Justo Rodríguez
Ezcaray: un verano al abrigo del pico San Lorenzo
Vacaciones asfixiantes... o a la fresca

Ezcaray: un verano al abrigo del pico San Lorenzo

En este pintoresco pueblo riojano, las noches estivales son de manta y los platos de cuchara

Carmen Nevot

Miércoles, 2 de agosto 2023, 18:27

A 60 kilómetros de Logroño, a las faldas del pico de San Lorenzo, el techo de La Rioja, se esconde un pequeño paraíso, un oasis donde no saben de noches tropicales. En las calles empedradas conviven el autoservicio Mari con la colorida floristería María Teresa. Muy cerca, la Cofradía Virgen de Allende pasa al cobro los recibos en una mesita de tijera instalada a las puertas de la mercería, y a escasos metros, el viajero puede bucear entre los cientos de libros que se apilan en El velo de Isis.

En invierno, con la estación de Valdezcaray a apenas unos kilómetros de distancia, el turista de nieve llena las calles y aunque son los menos, hasta la villa también se acerca el visitante que se prepara como si fuera a hollar un 'ochomil' para hacer la ronda de bares entre la plaza de la Verdura y la del Conde de Torremúzquiz. Aunque en Ezcaray casi cada fin de semana del año es agosto, los veranos, pasados los 'sanfermines' de la vecina Pamplona y cuando el resto del país se recuece en el estío, son ese refugio climático que goza de una temperatura media de unos dieciséis grados.

Las mañanas y las noches son de rebequita y de manta en la cama hasta en plena canícula. Este es uno de los atractivos de un pueblo que se desborda de gente. Un dato lo ilustra: hay unas 5.500 referencias catastrales, de primera residencia son 700 y en verano hasta 15.000 parroquianos se juntan en la villa, con picos de 20.000 algunos fines de semana, explica el alcalde de este municipio riojano, Diego Bengoa.

Ni un rincón sin su terraza

La necesidad de respirar aire fresco y poder dormir a pierna suelta es otro de esos alicientes que muchos prueban una vez por eso del boca a boca, pero que, como el buen vino, acaba enganchando. «Hay días que nos podemos poner en 27-28 grados, pero cuando llegamos a esa temperatura es porque en otros sitios están en 37-38 o bien pasados los 40», comenta Bengoa.

La vida en Ezcaray se hace en la calle. No en vano, teniendo en cuenta su población, es la localidad riojana con más bares y restaurantes. No hay rincón sin terraza, ni cliente mañanero que no hojee la prensa diaria con el café humeante sobre la mesa. Hoy lo harán con estas páginas.

Al verano a la fresca en Ezcaray le acompaña una oferta cultural que se ha ido ampliando con los años. Arranca con el Ezcaray Mágico a primeros de julio y a partir de ahí va encadenando festival con festival, primero el Internacional de Jazz, después el de rock, Ezcafest, y de colofón las fiestas del pueblo.

Tampoco aquí llueve a gusto de todos. Algunos visitantes, lo cierto es que los menos, ponen un 'pero' al frío. Lo habitual es que el agua de la piscina esté a 19 grados y como las noches son frías, le cuesta subir a 21 o 22 grados. «La gente se queja –dice Bengoa– pero no podía ser todo perfecto». También está la ribera del río Oja, acondicionada para tomar el sol como quien está en el borde de la piscina. Las rutas en bicicleta ganan enteros en los últimos tiempos y grupos de Dinamarca y Holanda, como son países muy llanos, buscan aquí subir cuestas. En Ezcaray no escasean, de hecho, la Cruz de la Demanda y Valdezcaray han sido final de etapa de la vuelta ciclista a España.

Muchas estrellas... Michelín

Esta localidad no se entiende sin sus fogones. La villa también entra por el paladar. Es la meca de la gastronomía, de las patatas a la riojana, de los caparrones... Aquí los platos de cuchara también son para el verano. Por su calles es fácil toparse con Francis Paniego, el cocinero de las cuatro estrellas michelín, dos de ellas por El Portal de Echaurren, una de las paradas obligadas en la villa, que este año celebra su 125 centenario.

Francis Paniego y Diego Bengoa, en la cocina del Echaurren. J. Rodríguez

El mediático cocinero, que salta a las pantallas en Masterchef, es un imán para los amantes de la cocina, para ese turismo que marida un buen plato con una temperatura que así lo permite. Se sabe embajador de su tierra, un orgullo y a la vez una enorme responsabilidad, dice, mientras nos saca unas croquetas, herencia de Marisa, su madre, que a todos enmudecen, a nosotros, los cronistas, también.

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