Secciones
Servicios
Destacamos
Normalmente, no miramos las etiquetas de las cosas que nos llevamos a casa y que se van a convertir, muchas veces durante años, en 'habitantes' de nuestro hogar.Así que no sabemos nada de su composición.Y si nos da por ponernos serios y echar ... un vistazo a los materiales de los que están hechas, basta con que veamos que han pasado la criba de alguna agencia reguladora oficial para que nos relajemos, ¿no? Al fin y al cabo, esos organismos se dedican a controlar que no salga al mercado nada que entrañe un peligro... Carlos de Prada, periodista, escritor y premiado divulgador ambiental nos explica en tres pasos por qué esta 'vigilancia' no es tan efectiva como parece:
1
«El número de nuevas sustancias químicas que entran en circulación crece cada año de forma espectacular», asegura. Y 'entrar en circulación' quiere decir que se incorporan a los procesos de producción y que, por tanto, podemos terminar llevándonoslas a nuestro hogar en forma de muebles, tejidos, ropa, juguetes, electrodomésticos, enseres de cocina, productos de limpieza... «Hay 350.000 sustancias o productos químicos sintéticos diferentes, según las últimas estimaciones, y cada año se suman varios miles más», afirma De Prada en su libro recién publicado 'Mentiras Tóxicas' (ediciones i).
¿Qué quiere decir esto? Que es muy difícil controlar debidamente que todas las nuevas incorporaciones sean seguras, «porque hay una avalancha». Ni siquiera algunas 'veteranas' lo son. Un ejemplo: «Empezó a hablarse de los peligros del bisfenol A (presente en algunos plásticos y resinas) hace más de veinte años... y ahí está, aunque han reducido su límite seguro se ha ido cayendo con el tiempo. Parece claro que dentro de unos años estará prohibido (en la UE ya no se pueden fabricar biberones con esta sustancia). Y ahora se está sustituyendo por otros bisfenoles, pero ya hay estudios que apuntan a que algunos de ellos tampoco son seguros, es lo que se llama 'sustitución lamentable'», explica.Es decir, cambiar un compuesto supuestamente tóxico por otro de su familia, probablemente igual de problemático. Con esta maniobra, la industria gana tiempo. «La lista de sustancias prohibidas está llena de compuestos que en su día fueron defendidos como seguros», añade.
2
«El sistema oficial de evaluación de riesgos se basa en determinar el efecto que puede tener que nos expongamos a sustancias aisladas y normalmente a corto plazo», repite el experto. «Es decir, dejan fuera el 'efecto cóctel': hay contaminantes que quizá por separado y en poca concentración no den problemas, pero que juntos pueden causar efectos dramáticos. Y a diario nos exponemos a mezclas, no a sustancias aisladas», indica.
3
De Prada, director de Hogar Sin Tóxicos, plataforma que denuncia situaciones de riesgo provocadas por sustancias presentes en los productos de uso cotidiano, recalca que «la industria ha influido en las agencias reguladoras de tal modo que importantes criterios de los sistemas de evaluación de riesgos los ha elaborado la propia industria «en base a sus intereses». Los estudios independientes? –elaborados por universidades– en teoría deberían ser considerados... «pero se les concede menos peso que a los pagados por la industria». No es algo subjetivo, es muy cuantificable: «Hay baremos que les otorgan menos valor a pesar de ser estudios más serios», desvela De Prada.
224 catalogadas Las sustancias altamente preocupantes –su nombre ya es tenebroso– están asociadas a posibles efectos dañinos: pueden ser cancerígenas o provocar mutaciones genéticas, ser persistentes en el organismo, tóxicas para la reproducción o disruptoras endocrinas (capaces de causar alteraciones hormonales a muy bajas concentraciones). Actualmente hay 224 catalogadas oficialmente. Aunque en el mejor de los casos fuésemos alertados de todas ellas, «eso no implica que un mismo producto no pueda contener otras sustancias perjudiciales que, aunque no estén incluidas en los listados oficiales, deberían estarlo», apunta De Prada. Estas son algunas de las bestias negras:
Ftalatos Pueden estar presentes en algunos plásticos, o por ejemplo, en productos de limpieza y aseo y muebles. Se usan como reblandecedores para dar flexibilidad. Al no estar unidos químicamente al plástico se van desprendiendo, de modo que los podemos inhalar o pueden acabar en los alimentos. Se intenta determinar en qué concentraciones es peligroso para a salud y para el planeta.
Retardantes de llama Los textiles de casa, los objetos con gomaespuma y los cables los llevan. «Se usan para que tarden más en arder».
Compuestos perfluorados Algunos se han empezado a regular, pero va muy lento. Depende mucho de la concentración. «Tejidos impermeables, sartenes antiadherentes, papeles antigrasa, envoltorios de comida rápida... hay más de 4.500 sustancias de este tipo», añade el experto.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.