

Secciones
Servicios
Destacamos
AINHOA PALACIO
Domingo, 11 de mayo 2014, 11:20
El próximo 24 de junio se cumplirán 35 años de la llegada del sacerdote Víctor Gainza a la parroquia Virgen de las Mareas de El Nodo. Natural de Avilés, «del barrio de Los Telares», está a punto de cumplir 75 años y asegura que «aguantaré mientras la salud me deje», porque de momento no ha pensado en jubilarse.
-¿Dónde empezó su labor como sacerdote?
-En Pola de Lena, donde estuve 12 años, no nueve como han anunciado en la hoja parroquial por error. Fue mi primer destino, y después pedí el traslado para Avilés. La idiosincrasia era totalmente distinta, había muchos mineros que residían allí pero no trabajan en esa zona, la gente vivía más del comercio y no había mucha industria...
-¿Qué le animó a volver?
-Quería estar cerca de la familia. Al final, entre los estudios y la primera etapa como sacerdote, estuve fuera de Avilés 21 años. Antes de venir ya había pedido el traslado y no hubo ningún problema. Lo hice a través del vicario, que fue el que me comunicó más tarde que podía venir aquí. «Cuando quieras», casi me dijo. Me enteré a finales de mayo de 1979, pero estaba de exámenes y hasta finales de junio no me incorporé.
-¿Qué sacerdote estaba en El Nodo entonces?
-Pedro Fernández Gonzalo, que después se fue a Las Vegas y finalmente pidió regresar a su tierra, a Cabrales.
-¿Pidió usted el traslado a esta parroquia o fue la que le dieron?
-No tenía preferencias, yo quería el traslado a Avilés por la familia. Surgió esta como pudo haber surgido otra parroquia, pero estaba contento.
-¿Cómo fueron los primeros años?
-Me encontré con una parroquia completamente distinta a la que yo tenía de la zona de la que venía, porque por la idiosincrasia es muy diferente. Creo que el engranaje y posterior rodaje nos costó a todos mucho al principio, pero después de 35 años ya se puede decir que formo parte del paisaje del barrio, ahora si quitan un árbol me entero también yo.
-¿Qué destacaría de todos estos años?
-Quizá el trabajo de la catequesis con los niños, el trato con los padres... Se hicieron muchas actividades también con jóvenes y mayores, que por desgracia fueron decayendo poco a poco. Ahora se ve que los jóvenes no están por la labor, que hay otras cosas.
-¿Es más difícil llegar a los vecinos desde la parroquia?
-Diría que sí, pero no porque hagan la contra, sino porque pasa algo que es mucho más sutil y sin duda más desmoralizador, que es que hay indiferencia.
-¿Más que antes?
-Creo que sí, pero también está el problema de la población con la que se trabaja. Hay muchos menos niños, ya casi no nacen, y a los jóvenes no les interesa.
-¿Siguen acudiendo los vecinos a pedir ayuda?
-Acuden a mí, pero también a Cáritas. Tenemos varios grupos y yo a veces derivo a la gente, porque no quiero interferir aunque sí estar al tanto. Tenemos dos días de acogida y veo que cada día aumenta más el número de familias que vienen pidiendo ayuda para que se les pague el recibo del agua, la luz o el gas... Nosotros tratamos de cubrir esas necesidades básicas y que no haya que dejar a nadie sin comer. Llegar hasta donde se puede.
-¿Nota colaboración en el barrio?
-Por suerte sí, hay muchas familias que llaman para preguntar si necesitamos alimentos más perecederos, como por ejemplo aceite, porque legumbres y esas cosas tenemos más.
-¿Y la ayuda espiritual?
-También, pero se ve que en la práctica no hay mucha costumbre en el barrio. Cuando yo era crío la gente iba a misa los domingos, aquí ahora no pasa tanto. Sí que pueden ser creyentes pero desde luego no hay tantos practicantes como antes. Antiguamente quizá se acudía más a la iglesia porque la gente se sentía más controlada y a lo mejor no se atrevía a faltar, pero ahora puede hacerlo tan tranquilamente. Eso sí, hay gente que acude reiteradamente o casi todos los días, que aunque sean los menos, vienen sábados y domingos o todos los días. Hay un grupo grande que no acude nunca, pero tampoco sé los motivos, eso va dentro de cada uno.
-¿Es buena la convivencia en El Nodo?
-Sé que hay una asociación de vecinos que trabaja aquí y que desde el principio se ha movido mucho. El problema es que esos trabajos en los que mucha gente piensa que no se da ni golpe terminan quemando mucho porque no se ve colaboración y haga lo que haga uno nunca está bien. Eso les sucede a los laicos, otros claro que también tenemos fisuras y nos vemos en algunos momentos más cansados, pero nuestra motivación es diferente.
-¿Cómo sigue adelante en esos momentos?
-Pues pensando en la fe y en Dios, y tratando de hacer el bien con el trabajo.
-¿Le preocupa la falta de vocaciones?
-Sin duda. En mi época estudiábamos 550 en el Seminario, ahora si no son una docena por ahí andará. En 1967 nos ordenamos 20 sacerdotes, yo por edad estoy jubilado pero voy a continuar en la parroquia, y más sabiendo que no hay relevo.
-¿Se ha planteado dejarlo?
-Lo cierto es que no, yo me encuentro bien de salud y si no me falla estaré hasta que el cuerpo aguante. Yo no tengo fecha de caducidad, aunque el Señor la tenga para mí. Como no la sé, sigo adelante. Pero tengo casi 75 años , puedo presentar mi dimisión -risas-. Aún así, con el poco personal que somos, porque somos muy pocos, habrá que tirar para adelante.
-¿Cuántos niños de Comunión tiene este año?
-La grandísima cifra de dos. Igual que el año pasado, en este caso dos varones. Yo todavía me acuerdo del año en el que fueron 60 y tuvimos que dividirlos en dos grupos. Ahora hay menos niños.
-¿Aún le emociona?
-Pues si le soy sincero, hasta cierto punto. Lo que me parece ahora es que en el ambiente ya parece que no hay emoción por recibir el cuerpo del Señor sino que el interés está en toda la parafernalia, la fiesta, los invitados y los regalos que los niños van a recibir. Y que la Comunión es la disculpa, que la parte religiosa ya no es la más importante. Y a los niños no les llega el mensaje, a pesar de que lo intentamos.
-¿Ha tenido muchas alegrías en estos años?
-Muchas, claro. Recuerdo la época en la que había 30 catequistas, chavales universitarios con los que se organizaban excursiones y jornadas de convivencias. Algunas veces esas 48 horas en las que salía todo el grupo servían para tanto como el trabajo de todo el año. Muchos se han casado, otros están centrados en su trabajo, sus intereses han cambiado.
-¿Y disgusto?
-Supongo que sí, aunque no recuerdo ningún momento extremadamente difícil, ahora los consideraría más gajes del oficio que otra cosa. Quizá alguna vez dijiste algo con lo que metiste la pata y en alguna ocasión las cosas no salieron como querías, pero realmente lo veo como eso, algo que es normal.
-¿Ha notado muchos cambios en el barrio?
-Creo que no ha habido muchos en cuanto a la fisonomía del barrio, aunque es verdad que ahora hay mucha gente nueva que no tiene esa vinculación con la mar como los primeros vecinos, esos que llevan 50 ó 60 años viviendo aquí. Yo vine hace 35 años casi, porque llegué a la casa en la que estoy enseguida, después se vino mi madre y posteriormente un hermano de ella. Eso sí, muchos de ellos no vienen a la parroquia por no ser católicos, pero sí vienen a Cáritas a pedir ayuda de otro tipo. Personalmente me parece una falta de honradez, yo si no quiero saber nada con una institución no me atrevo a ir a pedir nada.
-¿Le hicieron un recibimiento?
-¡Qué van a hacer! Antiguamente eso no lo hacían, no como ahora que lo presentan a uno y da misa. Yo llegué un domingo por la mañana, me dieron un manojo de llaves y aunque me explicaron para qué servía cada una sólo me quedé con lo que abría una de ellas. Eso sí, conocía a mucha gente aquel primer día, del barrio y demás.
-Iría su familia, además.
-No, no. De mi familia no había nadie, pero había muchos conocidos.
-¿Cómo llevaron en su casa su vocación?
-Al principio mal, hubieran preferido que me dedicase a casi cualquier otra cosa, aunque después estuvieron encantados de la vida. Yo creo que si a mi madre le hubiera dicho que lo dejaba se hubiese llevado el disgusto de su vida. Aquí fuimos muy felices, igual que lo fui en mi primer destino.
-¿Tiene algo pensado para festejar el aniversario?
-No, nada especial. Me pilla en Avilés de casualidad, porque tengo un viaje previsto fuera, pero en realidad no haré nada. Todo esto ha sido idea de los curas compañeros de Sabugo, con los que hablando hace poco salió el tema de que este año se cumplía el 35 aniversario. Aquí llegué con Antonio Ruiz, que entonces era diácono, y aquí seguimos.
-¿Por qué dice que no se animará a celebrarlo?
-Porque espero que el año que viene se cumpla el 36 año de mi llegada al barrio, al siguiente el 37, que llegue al 38... No pasa nada, no me parece algo tan importante y creo que los feligreses tampoco van a caer en la cuenta.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Los libros vuelven a la Biblioteca Municipal de Santander
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones para ti
Favoritos de los suscriptores
El Sporting de Gijón destituye a Rubén Albés
José L. González
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.