Dos caballeros chocan sus espadas en pleno combate en el mercado de Pelúgano. :: PARDO
Cuencas

Sangre y sudor en Pelúgano

La localidad allerana revive un mercado medieval en el que no faltaron las peleas a espada de los caballeros

A. FUENTE

Lunes, 5 de mayo 2014, 02:37

El viaje en el tiempo comienza ya en la carretera que lleva a Pelúgano: baches, curvas pronunciadas y hasta algún desprendimiento que se ha llevado parte de la calzada. Son muchos los vehículos -actuales, eso sí- que ayer tuvieron que sortearse unos a otros para llegar a su destino desde Levinco: el mercado medieval. Cabe recordar que se van a invertir casi 400.000 euros en mejorar el vial. Y entonces será más fácil llegar hasta esta localidad allerana para disfrutar de su feria de la Edad Media.

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Una vez arriba -el pueblo está a unos 600 metros de altitud- los olores y los pendones colgados en las ventanas ya adelantan el ambiente festivo: los puestos ofrecen todo tipo de productos gastronómicos naturales así como servicios importantes para los caballeros antes de entrar en batalla o iniciar el duelo, como es conocer el futuro con las cartas.

Al frente de este puesto estaba Rosa Álvarez quien emulaba beber vino especiado «con canela y clavo». Pero pocos guerreros se acercaban a la tienda a confiar su destino. Preferían confiar su destino al entrenamiento y se afanaban en mejorar sus técnicas con las espadas antes de enfundarse la armadura.

Alrededor de los caballeros había toda una amalgama de servicios. Estaba Juan de la Fuente, herrero de verdad que, con la fragua y el sudor de su frente, fabricaba las afiladas espadas y arreglaba los daños sufridos en las protecciones. También al servicio de los caballeros estaba Eduardo Santaolalla, quien con su maña a la hora de trabajar el cuero podía sustituir las tiras gastadas que unen las piezas de la armadura. «También vendo en mi puesto, ahora estoy haciendo una pulsera de cuero para un niño», comentaba concentrado.

En miniatura

Ambiente festivo bajo un intento sol hasta que se llegaba a la sobriedad de las antiguas escuelas de la localidad.

Allí, Ángela González había montado una exposición de trajes de la época que ella misma había confeccionado. Y también numerosas piezas en miniatura que emulaban las diferentes facetas de un poblado medieval. «Está la Corte, la mesa de los caballeros, la fragua, los campesinos, hechos con muñecas Barbie que compro en mercadillo y que yo misma visto», comentaba a los visitantes que acudieron a la muestra.

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