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MIGUEL MORÁN
Sábado, 12 de abril 2014, 04:47
Ni mejores, ni peores, diferentes. El ADN de los asturianos conserva aún hoy huellas genéticas de épocas remotas. Vestigios de nuestros antepasado que nos convierte en una región poco homogénea desde el punto de vista genético, a diferencia de nuestros vecinos, y divida en tres linajes distintos: el del extremo occidental, el oriental y el central, según las conclusiones de una investigación de la Universidad de Oviedo desarrollada por el doctor Antonio Fernández Pardiñas en el Departamento de Biología de Organismos y dirigida por Belén López Martínez y Eva García Vázquez.
Los análisis realizados en 61 concejos asturianos han permitido detectar una marcada estructuración genética en Asturias que se diferencia de la que caracteriza otras zonas de la península. El porqué de esa diferenciación genética entre poblaciones encuentra una explicación en las barreras de la accidentada orografía asturiana. Los ríos Sella y Navia marcan límites territoriales puramente geográficos, pero que se ven reforzados por una barrera sociopolítica al coincidir ambos caudales con las fronteras existentes entre las antiguas tribus astures que poblaban esas zonas en época prerromana. «El imperio romano estableció sus fronteras, los 'conventus' en estos ríos conservando la división natural que había anteriormente, lo mismo hicieron posteriormente determinados señoríos feudales en la Edad Media. Con lo cual, lo que estamos viendo no es solamente que las barreras naturales tengan una influencia en la diferenciación genética, sino que también han sido barreras sociales y políticas», señaló el doctor Antonio Fernández Pardiñas, sobre las conclusiones obtenidas que fueron expuestas recientemente en la lectura de la tesis doctoral que recoge toda esta investigación realizada en el área de antropología física.
El trabajo de campo supuso la recopilación de un total de 486 muestras tomadas en 61 concejos asturianos a individuos cuyos abuelos vivieron en la misma zona geográfica. Las pruebas genéticas realizadas supusieron la secuenciación del ADN mitocondrial (marcador genético transmitido por la madre) de 429 de ellas y 192 análisis genéticos del cromosoma Y (marcador genético transmitido por el padre). La muestra asturiana se integró en una base de datos con más de 9.500 referencias procedentes de otras poblaciones de Europa y África del Norte para encontrar patrones geográficos a escala local, regional y europea. Las tendencias detectadas en esa comparación estadística permiten relacionar a la población antigua de Asturias con la de otras regiones de la llamada zona Franco-Cantábrica.
Lo que no desvela el estudio es una forma de ser o un rasgo característico que se derive de cada población. El estudio podría ser la base para futuras investigaciones que determinasen la propensión a algún tipo de enfermedades o otros rasgos relacionados con el ADN. «Un estudio a posteriori sería si estas diferencias entre poblaciones han afectado a algún otro gen que pudiera tener otra influencia para alguna característica», aseguraba ayer Antonio Fernández Pardiñas desde la universidad de la ciudad galesa de Cardiff donde ahora trabaja.
Los datos obtenidos al secuenciar el ADN mitocondrial y el cromosoma Y revelan una coincidencia casi total entre ambos marcadores genéticos, lo cual sugiere un origen antiguo de las subpoblaciones asturianas, basado en agrupaciones de tipo familiar relativamente aisladas entre sí y con una movilidad similar para ambos sexos.
Los hallazgos de esta tesis doctoral sobre la antropología física del pueblo asturiano han sido publicados por prestigiosas revistas científicas como American Journal of Physical Antropology, Journal of Human Genetics o PLoS ONE.
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