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Ribadesella encuentra su casa consistorial
Oriente

Ribadesella encuentra su casa consistorial

Desde el siglo XV, el concejo ha protagonizado una intensa búsqueda para conseguir una sede municipal digna, adecuada y acorde con su posición

ANDREA INGUANZO andreai@elcomercio.es

Domingo, 30 de marzo 2014, 12:16

El último emplazamiento antes de trasladarse al actual se encontraba en un primer piso, en el edificio donde confluyen las calles Comercio, Marqueses de Argüelles y Santa Marina. Allí, sobre lo que hoy en día es la Tienda de Roberto y por aquel entonces se ubicaban los ultramarinos Casa Cuenco, permaneció entre 1938 y 1976, cuando empezaron las tareas de traslado a la que ahora se reinaugura como casa consistorial.

Siglos atrás llegaron a celebrarse juntas y reuniones municipales en el atrio de la propia iglesia, no disponiendo de un local propio y adecuado para desarrollar esta actividad. A finales del siglo XV, con la construcción de la capilla y hospital de San Sebastián -años después llamado de San Roque-, en la plaza de la iglesia, se trasladaron allí las tareas municipales, donde permanecieron al menos hasta 1746. Entonces fue el propio obispo quien prohibió que se continuase usando una instalación religiosa para la celebración de litigios y debates banales.

A partir de entonces los mandatarios locales se trasladaron al edificio que cumplía las veces de cárcel. Se desconoce dónde estaba ubicada antes, aunque a partir de 1802 hay que localizarla en la plazoleta de la calle Sol. Allí permaneció la actividad política, al menos, hasta 1815 cuando finalmente el consistorio se embarcó en un viaje en busca del espacio perfecto. En 1902, ante la necesidad de levantar un ayuntamiento nuevo, ajustado al concejo e igualmente respetable, el Ayuntamiento adquirió un solar, donde finalmente no se llegó a construir, pero ya se iba acercando lo que se ha conseguido en la actualidad ya que, dicho terreno, pasó a formar parte de lo que hoy se conoce como la plaza de la Reina María Cristina, o plaza del Ayuntamiento. Pocos años después, y dentro de ese bucle de inusualidades, en 1936 las dependencias municipales pasarían a ocupar el espacio donde se emplazaba el Casino de la villa.

Primera planta con despachos

Fue todo este tiempo un ir y venir de espacios y locales hasta que en octubre de 1938, una vez ocupada la capital riosellana por las tropas nacionales, se decidió alquilar como casa consistorial el piso superior del citado edificio de la calle Comercio. Allí los nuevos locales disponían de despacho para el alcalde y para el secretario y dos salones más con mostrador para el resto de personal y servicios. La indudable mella que la Guerra Civil española hizo en la sociedad y el desencanto popular durante la ardua posguerra apagaron durante décadas las ansias de dotar al concejo riosellano de un ayuntamiento a su altura.

El final de los años 60 trajo de vuelta esa fuerte inquietud por encontrar un emplazamiento digno. De ahí que en tiempos del alcalde Miguel Ángel Núñez fuera cuando se iniciaran las primeras gestiones para adquirir la casona de Aramburu, que entonces permanecía cerrada desde la Guerra Civil.

Hacerse con este equipamiento se tornó entonces objetivo de numerosos regidores. El palacio Prieto-Cutre estaba considerado como el más antiguo y noble de los edificios de la villa. Fue César Bravo, en 1964, el primero de los ediles en desplazarse a Madrid para tratar de negociar con los propietarios de la casona adquisición de la misma. Los herederos de esta propiedad continuaron escuchando propuestas en tiempos de Segundo Ruisánchez, entrando a formar parte ya entonces de la negociación la Caja de Ahorros.

Las conversaciones con los propietarios se prolongaron durante un largo período de tiempo, y no fue hasta 1969 cuando se pudo llegar a un principio de acuerdo. La entidad bancaria acordaba entonces un precio de compra de 2.378.000 pesetas, con la intención de ceder posteriormente el edificio al Ayuntamiento. Como podía implicar cualquiera trato de estas dimensiones, surgieron las discrepancias, llevando al traste la cesión y llegando a plantearse incluso la corporación municipal adquirir el edificio del antiguo Casino para romper definitivamente con la carencia que Ribadesella arrastraba durante lustros. Pero esta idea tampoco tuvo éxito. Poco tiempo tardaron en volver los planes de emplazar la corporación municipal riosellana en la casona de Aramburu, ya con la Caja de Ahorros como propietaria.

Surgieron entonces importantes presiones para tratar de cerrar esta negociación, como un rumor que corrió como la pólvora y que indicaba que el propio Ayuntamiento de Gijón tenía intención de llevarse este preciado edificio, piedra a piedra, para la ciudad y colocarlo en el Pueblo Asturiano. Pero el futuro de la casona palacio Prieto-Cutre estaba escrito, iba a seguir ligado a Ribadesella. Y por eso, en diciembre de 1971 se cerraba definitivamente una adquisición que alcanzaba un precio de 2.900.000 pesetas.

Aunque el traslado de las viejas dependencias desde el edificio de la calle Comercio empezó en 1976, no fue hasta agosto de 1978 cuando, en tiempos del mandato de Claudio Valdés, tuvo lugar la inauguración oficial de la nueva sede del edificio consistorial de Ribadesella.

La antigua casona de Aramburu

La villa riosellana inauguró su nuevo ayuntamiento habilitando en el mismo edificio una sala de exposiciones, que contenía aquellos días una muestra de obras de pintores locales. Pocos años tuvieron que pasar para que el palacio Prieto-Cutre, aunque parezca mentira después de los antecedentes, se comenzara a quedar pequeño y resultara además poco práctico. Fue la construcción de la actual Casa de Cultura Municipal, bajo el mandato de Juan Ureta, la que consiguió descongestionar las dependencias y dar una pequeña tregua a las ansias constantes de los riosellanos de tener en su capital un edificio señorial y adecuado a los méritos reconocidos.

Fue entonces cuando, llegado a la Alcaldía José Miranda, resurgieron las aspiraciones de conseguir un consistorio de nueva planta. Tras varios viajes institucionales, un sinfín de encuentros de diversa índole y un concurso de ideas incluido, en mayo de 2007 se presentó a la opinión pública una maqueta del que sería el nuevo edificio consistorial. El proyecto planteaba su construcción en la actual Plaza de Abastos y, entre otras cosas, incluía un parking subterráneo. La decreciente economía española dejaría caer por su propio peso esta idea, sustituyéndose ya con el mandato de Ramón Canal por la actualmente ejecutada reforma.

Lo que hoy es sede municipal es un edificio levantado en el siglo XVI, del que ahora sólo se conserva la fachada, plenamente renacentista, perfectamente labrada por los canteros locales, y que durante décadas fue símbolo del prestigio familiar de sus propietarios. Albergó durante siglos a herederos y familias que llegaron incluso a deshabitarlo, pues nunca su construcción y distribución llegaron a ser las adecuadas, ni como vivienda ni como equipamiento público.

Del ya antiguo Palacio Prieto-Cutre quedarán en la memoria su colorida vidriera de entrada, que alberga los escudos familiares y que ha sido reubicada en el salón de plenos, y aquella malograda escalera de madera, que sobrevivió a reformas y refuerzos y soportó el peso de varias corporaciones. La última la actual, la que encabeza la primera alcaldesa de la historia de Ribadesella, Charo Fernández Román.

R ibadesella estrena por fin un edificio consistorial digno de su condición. Ayer se inauguraba este nuevo equipamiento no sin antes haberse dado palos de ciego durante décadas hasta conseguir un emplazamiento para las dependencias municipales que convenciera a todo el mundo. Y es que, echando la vista atrás, se puede comprobar que el Ayuntamiento de Ribadesella tardó muchos años en encontrar un espacio digno y adecuado donde poder desarrollar cómodamente las labores municipales. Ya desde el siglo XV los locales elevados a casa consistorial fueron de muy diversa naturaleza. Tal y como narra Juan José Pérez Valle en el año 2010, en la revista local 'Plaza Nueva', los servicios municipales habían pasado por numerosos emplazamientos, no todos ellos igual de adecuados, antes de llegar a ocupar el que se conoce como el Palacio Prieto-Cutre, también llamada casona de Aramburu.

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