IDOYA REY
Lunes, 24 de marzo 2014, 09:19
Si el cartero de Trubia recibe algún sobre dirigido a la calle del monte, a la empedrada, la del medio o la del río ya sabe que el destino es el barrio obrero de Junigro, donde las cosas funcionan por una suerte de orden que no ha variado mucho desde su creación a mitad del siglo XIX. Si esas calles, llamadas en realidad con nombres de generales y coroneles, no tuvieran coches aparcados a sus puertas, la estampa podría ser perfectamente la de esas fotos en blanco y negro tomadas hace cien años. Esa conservación, sumada a toda la historia que discurre paralela a la de la fábrica de armas de Trubia, han servido para que se haya elaborado una propuesta solicitando la protección del barrio, además del patrimonio industrial armamentístico.
Publicidad
Antes de 1850, la zona era un depósito de carbón a donde llegaba el mineral en chalanas que bajaban desde Langreo por el río Nalón. Todo se transformó con la llegada del General Elorza a la dirección de la fábrica de armas a mitad del siglo XIX. Él impulsó la creación de la barriada obrera que transformó la vida de la localidad, aunque aún hoy «mucha gente mayor que vive aquí cuando va al cementerio o a la iglesia sigue diciendo que baja a Trubia», comenta Toño Huerta, el geógrafo que ha redactado la propuesta para la declaración de la barriada como Bien de Interés Cultural. De hecho, los residentes en Junigro tienen hasta su propio gentilicio: «Son los cascarilleros, porque durante la guerra civil los vecinos elaboraban un sucedáneo con las cáscaras del café», explica Huerta.
Más dudas asolan el origen de su denominación. Jovellanos, que estuvo destinado en Trubia durante los primeros años de la fábrica de armas ya se refería a la zona en un escrito, fechado en 1794, como Xunigro. Otras teorías hablan de que proviene de una traducción del euskera. Porque tras la llegada del ferrocarril Vasco, Junigro se convirtió en un área muy cosmopolita. «Todavía hay muchos apellidos vascos y belgas en esta zona», revela el geógrafo.
Tres bloques y 3.000 obreros
El barrio está formado por tres largos bloques de viviendas. El más cercano al río, siempre tuvo dos plantas. La parte baja se usaba como fraguas y la alta, como vivienda. «Hace poco, un vecino reformó su casa y descubrió un arco cerrado, porque los talleres estaban conectados». Los siguientes bloques ahora presentan dos plantas, pero inicialmente tenían solo una. Además la mitad de la manzana del medio estaba destinada a gota de leche. No era el único servicio social del que disfrutaban los obreros. En Junigro hubo economato, comedor obrero, un mercado, una cooperativa obrera y oficina de correos, que hacia 1920 fue la sede de 'La voz de Trubia', uno de los dos periódicos que leyó la localidad. También estaban las escuelas, diseñadas por Miguel de la Guardia en 1904, donde ahora se ubica el centro de salud.
«Era lógico, porque el padrón de 1930 señala que en el pueblo vivían 3.500 personas. Hoy no llegan a 200», describe Huerta. Las cifras se mantuvieron durante los años 40 y 50 del pasado siglo. «Era un ambiente muy agradable el que vivíamos. Teníamos jornada partida y cuando salíamos a comer, entre las 12.00 y las 13.00 horas, Junigro se llenaba de vendedores ambulantes», recuerda Juan José Aller Álvarez, un residente de Junigro que trabajó durante 50 años en la fábrica de armas. Se colocaban en la conocida como plazoleta, oficialmente plaza del General Ordóñez.
Publicidad
En el centro de 'la plazoleta' estaba el quiosco de la música, donde todos los jueves, sábados y domingos tocaba algunas de las «cinco orquestas que teníamos en Trubia Estaba también el orfeón y el cuadro artístico y había además varias salas de fiestas», rememora otra vecina del barrio obrero Carmen González, quien trabajó en la biblioteca del casino obrero, otro de los centros de la actividad social de Junigro inaugurado en 1918.
«Para usarlo tenías que ser obrero y socio y que respondieran dos personas por ti. La gentejugaba al parchís, la brisca y el tute, iba a leer periódicos o al cine y el teatro que se ofertaba», rememora González. Tiene 87 años y recuerda como de adolescente buscaba cualquier excusa para frecuentar Junigro. «Antes de vivir aquí, veníamos a la plazoleta a ver a los aprendices de la fábrica de armas, a ver cual nos gustaba», revela entre risas.
Publicidad
Uno de esos aprendices era Aller, quien lamenta el «cambio tan terrible» que ha sufrido la localidad. «Había un ambiente muy agradable. Éramos 4.000 obreros que hacíamos vida aquí. Para el cine había largas colas. Yo estaba abonado a la segunda función en la fila 20», recuerda. Y era todo gracias al esplendor de la fábrica de armas.
El centro financiaba incluso las fiestas de Trubia, que se celebran el segundo domingo de julio y no llevan ningún santo en su nombre. «Eran unas fiestas fabulosas. Llegamos a tener toros durante dos años», comenta el obrero jubilado. Pero ahora, dicen, «Trubia ya no es quien era. En Junigro no viven más de cinco obreros de la fábrica. Esperamos que la protección sirva al menos para que nos pinten las fachadas de nuestras casas». Las casas de ese barrio que transformó la vida en Trubia.
3 meses por solo 1€/mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.