María Teresa y Magdalena Roiz Noriega, de 95 y 92 años, nietas de Manuel Noriega Laso. :: G. F. B.
Oriente

Dos titanes con extensa prole repartida por los cinco continentes

GUILLERMO F. BUERGO

Lunes, 17 de marzo 2014, 02:42

Manuel Gestera Fontaina, constructor del faro de San Emeterio, y Manuel Noriega Laso, el primer torrero de la atalaya, además de grandes emprendedores que contribuyeron al desarrollo de Ribadedeva, dejaron una extensa prole que en la actualidad se encuentra dispersa por los cinco continentes. Pero continúan siendo Bustio y Pimiango el epicentro del núcleo familiar.

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Manuel Gestera tuvo cinco hijos, y uno de ellos, Evaristo, le dio nueve nietos. De ellos, Manuel, le proporcionó cinco bisnietos: Begoña, que en la actualidad regenta un comercio en Bustio, Ana María, María Soledad, Almudena y Manuel.

Manuel Noriega Laso de su unión con Josefa Ruiz Noriega tuvo nueve hijos. Uno de ellos, Ángeles, tras casarse con el indiano veracruzano Antonio Roiz Bueno, le proporcionó diez nietos. Dos de ellos, María Teresa y Magdalena, de 95 y 92 años, respectivamente, residen en Bustio, en una casa solariega a orillas del río Deva, muy cerca de su desembocadura en el Cantábrico.

Los testimonios de Begoña Gestera y las hermanas María Teresa y Magdalena Roiz Noriega, y los datos que a las generaciones futuras transmitió Amando Laso Madrid, permiten poner en valor algunos episodios de aquellos dos titanes que, a lo que parece, guardan en común haber sido personas emprendedoras, cultas e inteligentes.

Manuel Gestera dejó en Bustio y Unquera numerosa obra de carácter civil e industrial. Y multitud de hazañas. Entre sus trabajos dignos de mención se encuentra la construcción de una presa y un molino en la riega del Regolguero, aprovechando las aguas de lluvia que bajan de Triemes y Bijorco. Y entre sus proezas cabe destacar que a finales del siglo XIX desmontó y bajó hasta su casa de Jairín el cañón que el general Ballesteros emplazó en 1809 en el pico La Garita durante la Guerra de la Independencia. Lo había sacado Ballesteros del Fuerte de Llanes y años más tarde lo trasladaron a Bustio para amarrar las embarcaciones en el puerto. Allí estuvo hasta 1936 cuando lo requisaron, con motivo de la Guerra Civil, para aprovechar el extraordinario bronce que tenía.

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De Manuel Noriega Laso se sabe que fundó fabricas de alambres y clavos, de harina y hasta una central hidroeléctrica, así como un curtido para beneficiar el cuero. Y también construyó los viveros de Bendía, una cetárea que compraba todas las langostas que durante la costera capturaban los marineros vascos desplazados a la playa de La Franca, donde vivían en compañía de sus familias y salían a pescar a remo en grandes lanchas. Recuerda su nieta, la nonagenaria María Teresa, que la abundancia de crustáceos era de tal calibre que su abuelo «no compraba ninguna langosta que pesara más de dos kilos, porque no tenían buena salida en las mejores mesas de los restaurantes europeos».

Señales al Cervera

Gestera y Noriega ya habían fallecido cuando el faro de San Emeterio vivió una de sus más curiosas anécdotas. El 12 de agosto de 1936, con motivo de la Guerra Civil y siendo torrero Ángel Llano, fue relevado de sus funciones por dos representantes del Comité Provincial de Sama y doce milicianos armados. Los republicanos argumentaban que el torrero hacía señales desde el faro al Almirante Cervera, un buque controlado por los nacionales que hacía noche frente al faro. El 19 de febrero de 1937 reponían al torrero en el cargo. Y otra curiosidad más: El faro cuenta con dos grupos electrógenos diesel, regalados por Estados Unidos al amparo del Plan Marshall, para utilizarlos en caso de fallo en la red eléctrica.

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