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Ramón Prendes y su hijo Esteban posan con la obra de ambos. En primer término, la del hijo. Tras ellos, la del padre. :: PALOMA UCHA
Cultura

El color de La India estalla en el Barjola

Padre e hijo componen una doble serie de papel que les enfrenta y les abraza, exhibiendo el alma de una tierra que les ha cautivadoRamón y Esteban Prendes vuelcan en el museo el fruto pictórico y fotográfico de un invierno en Varanasi

PACHÉ MERAYO

Sábado, 8 de marzo 2014, 12:49

«Tu forma de pintar es más científica», dice Esteban a su padre, Ramón Prendes, que se extraña y pregunta: «¿Por qué». «Porque indagas, pruebas, experimentas. Además pintas recogido, ordenado». «Claro, tú viertes directamente la pintura sin pensarla. Trabajas al sol y no te importa ni el tumulto, ni los monos corriendo cerca», replica el veterano creador, subrayando la línea que les separa. Más delgada de lo que aparenta. Y los dos se ríen. Y los dos desdibujan enseguida la frontera: «Pese a todo nuestra manera de encarar el trabajo es la misma. Nos dejamos guiar por los sentimientos. No pretendemos, solo hacemos». Hablan así Ramón y Esteban en el Museo Barjola, entre las obras que cuentan su último invierno en La India, frente al Ganges. Una tierra y un río que les cautivó a ellos y a sus pinceles y que estalla en colores, multitudes, rito, espectáculo y mística en la primera planta del conjunto arquitectónico de la Trinidad. Allí no hay un hombre a la izquierda y otro a la derecha, sino dos experiencias pictóricas y vitales entremezcladas.

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Ahora Ramón y la casi mágica barcaza que se desliza por el Ganges como una balsa mortuoria llena de silencio y probablemente de cenizas (allí fue a llevar las de su mujer hace un tiempo). Ahora Esteban con su visión del Kumbh Mela, «la mayor concentración religiosa de la Tierra», que bulle en sus cuadros con explícita energía. «Antes yo no veía en sus obras los hombres, los lugares, las secuencias. Después de vivir en Varanasi, ya lo veo todo. Reconozco lo que cuenta», dice Ramón, observando uno de los retratos que su hijo hizo de aquella tierra. Y entre la barca y «los millones de hombres» buscando purificación en el río que fluye hacia Bangladesh, todo un caudal de leyendas pintadas. También de miserias.

La historia de Rajú, el niño sin nada que soñó sobre papel con una casa «y una llave», con un armario «y una llave», repite Ramón, es solo una de ellas. Rajú y su quimera inspiró una serie completa de moradas dibujadas con techo y sin basura en las manos del Prendes veterano. Pero hay otras muchas, aunque la visión general de la exposición es más jubilosa que dramática. Su cuerpo, que permanecerá en el museo dos meses y luego pedirá miradas y sentidos en el Valey de Castrillón, ofrece unas buenas dosis de calor y vida.

Las obras de Ramón, ordenando los colores del Ganges. Sus barcas, sus saris azules y el ritmo de las aguas. Las de Esteban, mayores en tamaño, que hablan con admiración casi espiritual de Harishchandra, la fábula que en los textos religiosos hindúes es punto de partida del ideal que ambos parecen haber encontrado bajo a luz de Shiva, entre búfalos casi sagrados, los peregrinos que rezan al sol y los Nagas. «Esos hombres sin una sola posesión, ni siquiera sus ropas», que ocupan desnudos su relato, algunos de sus colores y muchas de sus fotografías. Pues el fruto del último invierno en La India, no es solo pictórico.

En la exposición del Museo Barjola también se puede contemplar el vieje interior y exterior en bellísimas instantáneas, proyectadas sobre una pared, como una narración silenciosa. Y por si realidad estampada en fotos y la interpretación amparada en pintura fuera poco, Ramón Prendes y Esteban Prendes han volcado su relato en verbo. Como sus obras, también sobre papel.

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'Un invierno en India' queda encerrado, finalmente, en un libro, al que acuden sus propias voces y con ellas las de Juan Carlos Gea y una historiadora de arte británica, Simar Preet Kaur.

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