GUILLERMO F. BUERGO
Lunes, 3 de marzo 2014, 11:25
La localidad ribadedense de Pimiango celebró ayer el día grande de San Emeterio sin necesidad de moverse del pueblo. La niebla baja en el litoral, la amenaza de lluvia, la humedad del terreno y las bajas temperaturas, son las cuatro razones que desaconsejaron el traslado de más de dos kilómetros hasta la pradería de Santu Medé, donde tradicionalmente se celebra la misa de campaña.
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No por ello los actos perdieron brillantez. A mediodía se puso en marcha la procesión por las cuidadas calles de Pimiango y se prolongó hasta la puerta del cementerio, lugar en el que las aldeanas recuerdan con sus cánticos a los vecinos fallecidos y ausentes.
Encabezaba el cortejo la banda de tambores de Ribadedeva, formada por quince componentes bajo la batuta de Francisco Maestro. Seguía un enorme ramo de pan artesanal y un grupo de medio centenar de mozas vestidas de aldeana. Ellas abrían el paso a las andas con la imagen de San Emeterio, de cuyo traslado se encargaban los lugareños Celso del Valle, Juan Díaz Cabezas, José Luis Díaz y Luis de la Torre. El párroco de Ribadedeva, Amador Galán; un incalculable número de romeros, y los grupos folclóricos Esbardu, de Avilés, y Nuestra Señora de Covadonga, de Torrelavega, cerraban la comitiva. Al término de la procesión, los cuatro costaleros, que llevan once años cumpliendo esa función, anunciaron su retirada para el 2015.
Una vez concluida la peregrinación daba comienzo la misa en la iglesia parroquial de San Roque, un templo ubicado en el solar que albergó una capilla en la Alta Edad Media y que fue convertida en sede parroquial en el siglo XVII. Su última reforma es del año 1930. De cantar la eucaristía se encargó el coro Manín de Lastres, que al término de la función religiosa ofreció un concierto de música popular.
La mañana parecía interminable y quedaba pendiente el festival folclórico con presencia de los dos grupos de baile. Los avilesinos de Esbardu ofrecieron un amplio repertorio de la Asturias occidental con la xota de Tormaleo, la muñeira de San Clemente, la xerardilla Malveo y la Saldiguera. Los torrelaveguenses bailaron la jota Montañesa, los Picayos, los Palillos y los Sones, para cerrar con el Pericote.
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