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DIANA DE MIGUEL
Lunes, 2 de diciembre 2013, 22:48
Para José Cosmen Adelaida el éxito nunca fue una meta, sino una exigencia diaria. Por eso, cuando se le preguntaba por la receta para superar la crisis repetía una y otra vez la palabra trabajo, un valor que consideraba necesario inculcar a los más jóvenes y preparados, los llamados a tirar de la recuperación. «Hay que apretarse el cinturón, pero Asturias tiene futuro para salir adelante», sostenía con optimismo en una de sus últimas intervenciones públicas. A sus amigos les recomendaba siempre «una frase de nuestros mayores» para aplicar en estos momentos de dificultad. La de que hay que 'apagar las luces antes de salir'. Por eso de la austeridad, el ahorro, el rigor y la sobriedad, tan necesarios en estos tiempos.
José Cosmen, fundador de Automóviles Luarca, hoy ALSA Grupo, era el patriarca de una de las sagas empresariales de la región con mayor proyección internacional. Un hombre de cara noble, que se enorgullecía de su asturianía y que destacaba por la lealtad que profesaba a sus amigos. Que destilaba humanidad y que se emocionaba cada vez que recordaba en su público a su esposa, María Victoria.
Nacido en 1928 en Cangas del Narcea, en el Principado y fuera de sus fronteras siempre fue reconocido por su olfato para los negocios. Pero él, siempre prefería atribuir su éxito a las cuatro haches que desde niño procuró practicar: «honradez, humanidad, humildad y un poco de humor». Claves que le permitieron, con suma discreción, encumbrar a ALSA como empresa referente del transporte internacional de viajeros por carretera. Aunque no fue su fundador, su impecable gestión terminó fusionando el apellido Cosmen a la historia de la compañía.
Tras superar la dura selección que imponen las reglas del mercado internacional, fue uno de los primeros españoles que en los 80 logró crear una gran empresa multinacional. Su trayectoria profesional, que empezó en su tierra natal Cangas de Narcea y vinculada a un negocio familiar, está cargada de esfuerzo y sacrificio.
Los orígenes de ALSA, que hoy mueve a 220 millones de viajeros y tiene 7.000 empleos, se remontan a los tiempos de doña Urraca. La reina de León y Castilla acabó refugiándose de una fuerte nevada en la posada que la familia Cosmen tenía en Leitariegos, el puerto de montaña que la empresa comenzó a cruzar, para comunicar Asturias con Castilla, a partir de 1728. En aquellos años de carruajes y caminos polvorientos, la línea La Espina-Ponferrada, que ahora se recorre en una hora, implicaba medio día de viaje.
José Cosmen se incorporó a la empresa con 26 años, en 1954. Fue el gran impulsor del negocio. El nuevo propietario paseó los autobuses ALSA por Europa -creó la línea Oviedo-París-Bruselas- y derrumbó la Gran Muralla para convertirse en pionero y penetrar en China. Allí dirigió su mirada cuando conoció, por un diario español, que en una feria se había presentado un dentífrico que curaba las enfermedades respiratorias. Convencido de que el producto podía ser útil aquí, comenzó a enviar faxes a la China Popular.
Lo del dentífrico se quedó en una anécdota, pero así se procuró su primer viaje al país, donde consiguió ser el primer occidental al que se le concedió un permiso para realizar una ruta de autobuses entre Tchen Tchen y Hong Kong. En China fueron los primeros en fijar horarios de salida y hasta tuvo que obligar a los trabajadores a descansar, porque no paraban nunca.
Al pie del cañón
La sucesión en Alsa, fiel al espíritu viajero suele anidar en el ADN de los grandes empresarios, se gestó durante una visita al Tíbet, donde los ocho hermanos convinieron que Jorge Cosmen fuera el elegido. El traspaso se consumó en 2001, pero José Cosmen, aunque dejó de fichar, como hizo durante toda su vida, como el resto de los trabajadores de la compañía, nunca llegó a se desvincularse de la empresa que había encumbrado. Aún en 2009, su hijo Jacobo Cosmen Menéndez-Castañedo reconocía que la opinión del patriarca fue determinante en la decisión de no presentar oferta de compra por National Express (NX) -de la que la familia es segundo accionista y en la que ahora está integrada ALSA-, maniobra con la que podrían haber recuperado el control de la empresa familiar. Pero ninguno de sus vástagos estaba dispuesto a contradecirle.
Las hazañas profesionales de José Cosmen solo están al alcance de los más ambiciosos, pero nunca resultó difícil encontrar a alguien dispuesto a demostrarle su cariño, a ensalzar «una vida dedicada al trabajo, al irrenunciable camino del esfuerzo y el sacrificio, renunciando a las comodidades de la vida fácil y adinerada». La ambición y la lucha constante servirían como base para glosar la figura que, tras cursar los estudios de perito industrial en la Escuela de Gijón, terminó convirtiéndose en uno de los empresarios más notables del Principado que da nombre a una de las arterias de la capital. Entre otros reconocimientos, ha sido distinguido con la Medalla de Plata de Asturias, la Medalla al Mérito al Transporte Terrestre del Ministerio de Fomento, el título de Hijo Adoptivo de Oviedo, la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil, el premio de Mejor Empresario. Uno de los últimos reconocimientos fue el VIII Premio al Desarrollo Económico e Industrial de Asturias, que le otorgó el Ateneo Jovellanos.
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