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Imagen tomada ayer de la fachada principal de la iglesia de Santo Tomás. :: SERGIO LÓPEZ
Los 110 años de una iglesia con trazas de catedral en Sabugo
AVILES

Los 110 años de una iglesia con trazas de catedral en Sabugo

El 5 de septiembre de 1903, en pleno auge del Avilés burgués, se abría al culto la nueva parroquia

JESÚS GONZÁLEZ

Domingo, 1 de septiembre 2013, 13:53

La iglesia 'nueva' de Sabugo cumple 110 años el próximo jueves. El 5 de septiembre de 1903 era consagrada con toda la pompa posible en aquella pujante villa burguesa de poco más de 10.000 habitantes. La ceremonia la presidió el Nuncio de Su Santidad, Monseñor Rinaldini, y ayudado por el Arzobispo de Alcala-Madrid, Monseñor Guisasola. Según narra la crónica del Boletín Oficial Eclesiástico del Obispado de Oviedo, ambos fueron recibidos en el andén de la estación del ferrocarril por las autoridades locales, y «las calles que recorrió la comitiva hallábanse con colgaduras; gruesos palenques se elevaron al espacio, mientras la banda municipal interpretaba la Marcha Real».

Era la puesta de largo de un templo con trazas de catedral que venía a reemplazar como parroquia de Sabugo a la vieja iglesia de la plaza del Carbayo. La nueva se construiría precisamente 'de espaldas' al barrio de pescadores, pero «no fue pecado de traición, como puede parecer, sino estrategia de futuro, porque la plantaron esperando a una ciudad que crecía hacia ella a toda mecha», según apunta el estudioso de la historia avilesina, Alberto del Río Legazpi.

La elección de su ubicación también tenía otra razón de peso. En el lugar que ahora ocupa se ubicaba el convento de La Merced, construido entre 1672 y 1723, utilizado tras la desamortización de 1836 como colegio, fábrica de tejidos y asilo por el Ayuntamiento, y finalmente demolido en 1895. Buena parte de las piedras con que estaba construido se aprovecharían luego para la construcción de la iglesia.

El nuevo templo era el fruto del momento. La economía avilesina vivía una época boyante en la que las fortunas amasadas en la emigración por sus indianos se hacían notar junto a una burguesía crecida en el marco de la revolución industrial iniciada en Asturias en las décadas anteriores.

En ese marco, la villa comenzaba una transformación urbana de la que la iglesia de Sabugo sería una de sus piezas más destacadas.

La iniciativa de su construcción se atribuye a Julián García San Miguel y Zaldúa, Marqués de Teverga, quien conminó al entonces párroco de Sabugo, Manuel Monjardín y Graña, a que iniciara los trámites ante el Obispado para promover la construcción de un nuevo templo. El Marqués de Teverga, miembro del Partido Liberal que fue elegido diputado en Cortes por Avilés durante 38 años seguidos merced a las habituales maniobras caciquiles de la época, se encargaría entonces de mover los hilos para que los presupuestos estatales aportaran la financiación necesaria para el inicio de las obras.

'Sobrecostes'

Los trabajos fueron adjudicados al contratista Narciso Estrada por un importe de 269.366,16 pesetas, pero la cifra distaba mucho de ser realista. Las aportaciones estatales se ampliarían en varias ocasiones y la obra solo pudo terminarse gracias al dinero consignado también por el Ayuntamiento y los donativos de la burguesía y la emigración de Avilés.

Al final, según apunta el sacerdote Ángel Garralda en su libro 'Avilés, su Fe y sus obras', la construcción de la iglesia requirió una inversión total de 666.103 pesetas.

Con o sin 'sobrecostes', lo cierto es que el proyecto de la iglesia de Sabugo surge también en un momento en el que la iglesia asturiana vivía un cierto 'boom' constructivo que dio lugar a algunos de los templos más reconocidos de la actualidad. Contemporáneas de la parroquia avilesina son la Basílica de Covadonga, la iglesia de San Juan el Real de Oviedo y la de San Lorenzo, en Gijón, todas ellas impulsadas por el entonces Obispo de Oviedo, Ramón Martínez Vigil.

Al igual que otros proyectos de la época, el diseño de la iglesia avilesina recayó en el arquitecto diocesano Luis Bellido González, mientras que el sacerdote lenense Félix Granda Buylla, fundador del prestigioso taller de arte sacro Granda de Madrid, se encargaría los retablos, esculturas y demás ornamentos del interior del recinto.

El resultado de todo ese trabajo fue un templo de estilo neogótico, con planta de cruz latina de 57 metros de largo y 22,5 de ancho -que alcanzan los 30 metros en el crucero- y ábside poligonal. Su fachada principal presume aún hoy de sus dos torres de 47 metros de altura, de la gran talla del escudo de la ciudad y de las esculturas de los cuatro evangelistas en mármol de Carrara.

En su interior, el taller de Granda Buylla firmaba el grueso de los retablos, pinturas y esculturas, aunque también participaron la pintora local Obdulia García Díaz y el tallista Horacio Fernández Núñez, entre otros.

El resultado fue un retablo del Altar Mayor con cuadros alusivos fundamentalmente a La Merced y a Santo Tomás de Cantorbery, así como altares dedicados a San José, el Amor Hermoso, el Sagrado Corazón, la Virgen del Carmen o San Antonio.

Guerra civil

Todas esas obras acabarían destruidas durante la guerra civil, y fueron en buena medida reconstruidas por el propio taller de Granda Buylla a lo largo de la década de 1940. «Se hicieron de nuevo con las mismas características que las originales, pero lógicamente no podían ser iguales», apunta a ese respecto el sacerdote Ángel Fernández Llano, que por poco tiempo comparte tareas con el párroco José Antonio González Montoto en la iglesia de Sabugo a la que fue destinado en 1987. En breve se sumará a ellos el copárroco Reinerio Rodríguez Fernández.

El templo no volvería a conocer grandes cambios hasta que comenzara la década de 1990, con la única excepción del presbiterio y el Altar Mayor, de mármol macizo que llegó de Alicante para cumplir con las nuevas prescripciones del Concilio Vaticano II.

Para entonces, Avilés había pasado de ser una próspera villa de algo más de 10.000 habitantes a convertirse en una ciudad industrial que superaba los 90.000 vecinos, y el templo acusó también el paso del tiempo.

Así, casi cien años después de su inauguración, se repintó el interior del templo y se repararon las vidrieras, se sustituyó el piso -cuyas losas aparecían completamente desniveladas «porque se colocaron sobre un relleno, sin firme», apunta Fernández Llano-. También se repararon las torres y se retiraron décadas de hollín y polución acumulada en las piedras de la fachada.

La guinda del nuevo órgano -cuya instalación obligó a reforzar la deteriorada estructura del coro-, ha acabado por conseguir que, 110 años después, la iglesia de Sabugo siga siendo uno de los más destacados elementos del patrimonio arquitectónico de la ciudad.

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