Juan Antonio Menéndez, en el centro, junto a Fernández Sangrador y González Llaca. La misa tuvo que concelebrarse a las puertas del templo ante la nutrida asistencia de fieles. :: TPA
Asturias

El obispo auxiliar, profeta en su pueblo: Villamarín de Salcedo

Juan Antonio Menéndez regresa a su localidad natal con quien fuera el favorito en las quinielas episcopales y la iglesia se queda pequeña para acoger a cien feligreses

A. VILLACORTA

Lunes, 10 de junio 2013, 11:09

Nunca se le olvida mencionarlo, ni siquiera el día de su ordenación episcopal en la Catedral ante 1.500 personas, así que no podía ser de otra forma: el nuevo obispo auxiliar de Oviedo, Juan Antonio Menéndez, devolvió ayer el profundo cariño que le tienen en su pueblo natal, Villamarín de Salcedo, oficiando en la localidad moscona su primera misa como prelado de la Diócesis.

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Tanta es la devoción que le profesan sus paisanos que la recoleta iglesia de Villamarín se quedó pequeña para acoger a los parroquianos en la eucaristía más multitudinaria que se recuerda por aquellos lares, porque los 25 parroquianos del pueblo se convirtieron en un centenar de personas deseosas de besar, abrazar y felicitar a un obispo que, en aquel núcleo de Grado, seguirá siendo 'Juanín'.

Fue tanta la afluencia que lo que iba a ser una misa al uso se tuvo que acabar convirtiendo en una misa de campaña, oficiada a las puertas de un templo sin capacidad para unas gentes que, si algo destacan, es que el mitrado es «una persona esencialmente buena».

Una de las pruebas de esa bondad de la que habla quien lo conoce bien es que uno de los concelebrantes fue también uno de los candidatos que más sonaron en las quinielas episcopales para auxiliar a Jesús Sanz Montes en las tareas diocesanas: el vicario general, Jorge Juan Fernández Sangrador.

A él se sumó además Herminio González Llaca, al frente de la parroquia gijonesa de San Lorenzo, de su misma promoción y encargado de presentarlo el sábado ante la asamblea catedralicia.

Rodeado de ellos y de sus paisanos, y a pesar de la mitra, el báculo y el anillo (símbolos de su nueva dignidad episcopal), Juan Antonio Menéndez se estrenó como obispo en Villamarín contando chistes y participando en una comida de hermandad en la que su pueblo celebró que uno de los suyos ha llegado lejos en la Iglesia asturiana, cuando «el cura vieyu», don Manuel, siempre lo dudaba.

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